Carlos Aznárez 4 Marzo 2015 - 11:00am (desde La Habana) Condecorados oficialmente como Héroes de la República de Cuba, amados hasta lo indescriptible por su pueblo, que peleó por su liberación día a día, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, René González y Fernando González, se han convertido en una referencia de la ética revolucionaria. Son como Fidel, como Raúl y como el Che, de estos difíciles tiempos que corren. Pocas horas antes que el Comandente en Jefe Fidel Castro se reuniera con ellos RESUMEN LATINOAMERICANO tuvo el honor de compartir con los 5 varias charlas fraternales, aprender de su sabiduría y de su templanza. Esto es lo que ahora regalamos a nuestros lectores, para que ustedes también tengan una dimensión de qué hablamos cuando decimos: Fidel no se volvió a equivocar en considerarlos desde el primer día, héroes de Cuba y el continente. Antonio Guerrero: La poesía es un arma cargada de futuro -Lo primero que me dio fuerza, fue mi inocencia. El día que a mí me arrestan yo estaba en uno de los Cayos de La Florida. Montan un operativo, tumban la puerta a las 6 de la mañana, yo estaba con mi compañera y cuando me arrestan, ni siquiera me pongo nervioso, ya que estaba convencido que no había hecho nada malo. Cuando me montan en un auto, hay uno de ellos que empieza a presionarme, pero yo le respondo con mucha tranquilidad y finalmente me llevan al Cuartel general del FBI. Al segundo día nos ponen a los 5 en un área en la que el objetivo era ablandarnos y que reconociéramos algo que era falso, pero no aflojamos, y sinceramente yo seguía conservándome tranquilo. Tanto, que en ese momento, que desde fuera podría parecer muy duro, viene a mi mente un poema, que por supuesto no podía escribirlo, aunque sí pude hacerlo días después. A partir de entonces, la poesía se constituyó en otra arma de resistencia. Recordemos que estaba 24 horas encerrado en una celda sin ningún contacto con el exterior, y la poesía era mi compañera. Me ayudaba a comunicarme con los que recibían mis poemas, contándoles mi vida y lo que era yo en ese momento. -¿Esto les sirvió también a ustedes para comunicarse? -Sí, nos ayudó mucho. Fue un arma vital para los 5 en el “hueco”. Intercambiamos poemas y a leer lo que escribían mis otros hermanos. Por ello me motivé a escribir un poema cada día de esos 17 meses, cosa que no era fácil, ya que no tenía el conocimiento de la poesía, pero así es el ser humano, que a veces en el aislamiento más rígido salen a relucir estas cualidades. -¿Hubo otros recursos para aguantar esos momentos? - Claro, el primero de ellos era pensar en que lo que habíamos hecho era no sólo por Cuba sino por cualquier ciudadano del mundo. Una bomba en un avión o en un centro turístico era un flagelo del terrorismo que ya habíamos vivido en Cuba. Otro recurso era moral, y significaba pensar en la historia de Cuba: la imagen de José Martí, del Che y de Mandela, eran fuente de constante inspiración, no solo por la poesía sino por sus vidas de luchadores. Cuando a mi me arrestan yo tenía 39 años, y en esos momentos me di cuenta lo importante que era tener dignidad, conservar el optimismo, y referenciarnos en otros hombres y mujeres que habían hecho cosas muy trascendentes, de mucho más valor que lo que nosotros estábamos atravesando. Esa era un arma que nos posibilitaba que nadie pudiera derrotarnos, ya lo que nos quedaba era transpirar optimismo, tener confianza en que nunca ibas a estar abandonado y que mucha gente estaba al lado tuyo. -Lo interesante es que todos ustedes pensaban en igual sintonía sin poder tener ningún tipo de contacto. -Esa fue otra herramienta vital: la unidad de principios de los 5, la hermandad, saber que el otro compañero iba a poner pie en tierra contigo, pasara lo que pasara. Por otro lado hay que reconocer que en el grupo de los arrestados, hubo algunas deserciones, pero ni en ese momento nos pudieron hacer daño, porque la moral para defendernos era tan grande que no pudieron doblegarnos ni con falsas declaraciones. Nosotros ganamos ese juicio farsa que nos hicieron, y los mismos fiscales sufrieron las burlas de sus colegas, por el papel que estaban haciendo. Ellos evitaron sacar el juicio de Miami, porque sabían que sólo allí podían controlar el show que montaron. Tres de nosotros, los que teníamos cadena perpetua, fuimos a parar a las peores prisiones de los EEUU. Y entonces, a pesar de que conservaba el optimismo, también me di cuenta que podía morir en esas cárceles, pero no dejé de escribir, sobre todo cuando estaba sin poder salir de la celda. Y cuando esta se abría, tratando de huir de las escenas típicas del patio, y los conflictos y discusiones que se viven en sitios como esos, me refugié milagrosamente en un local donde había gente que dibujaba y pintaba. Entonces, un afroamericano que se convirtió en mi amigo me ofreció hacer un retrato. Allí empezó a jugar otra arma, que fue la creación plástica. E hice retratos, luego trabajos en pastel y fui creciendo autodidactamente. Todo lo que hicimos era para resistir y no imaginábamos que después, los compañeros de la solidaridad iban a transformarlo en libros, en música o en exposiciones. Como te decía, todas esas eran nuestras armas de esa etapa, enfrentamos el combate con tremendo optimismo y también con ese concepto de felicidad, que vas por el camino correcto y sintiéndote en armonía contigo mismo. Todo esto que cuento ya forma parte de un pasado, ahora estamos aquí, viviendo la realidad de Cuba. -¿Cómo se da esta nueva vida, cómo encontró a Cuba? -Estamos dispuestos, con esos mismos ejemplos, con esas mismas armas a la tarea que venga por delante. Encontré a Cuba con los cambios lógicos, pero en su esencia muy parecida a la que dejé. Veo cosas positivas y otras no tanto, pero es el mismo pueblo, con sus alegrías y su manera de ser, dispuesto a defender la Revolución al precio que sea necesario. En definitiva, los 5 somos eso, hijos de la Revolución, que les tocó vivir una experiencia determinada, y el pueblo así nos ve, como un revolucionario más. Por otra parte, sigue el bloqueo, sigue la intención de que Cuba no se desarrolle, la misma política aquella, vieja, continúa con otras maneras, para destruir la Revolución. Eso es lo que quisieron hacer con nosotros, para castigarnos. Sin embargo, la Revolución está ahí, victoria tras victoria, con Fidel y con la guía de Raúl. René González: “La victoria es salir mejor que cuando entramos” -La prisión es un proceso de aprendizaje. Probablemente todo comienza por establecerse una meta, y allí los 5 coincidimos: el objetivo era salir mejor que cuando entramos en prisión. Tú percibes enseguida que ellos quieren destruirte, que tu integridad física, moral, mental, son el blanco de los carceleros. Aprendes el primer día que tienes que defender eso y que la medida de la victoria va a estar en salir de mejor forma que cuando te metieron en la cárcel. A partir de allí, cada cual, según sus características adopta su propia estrategia. Recuerdo que para mí, lo más difícil al principio, fue percatarme que yo no podía reaccionar como ellos deseaban. No me tomó mucho tiempo, y recuerdo un punto de inflexión que fueron los 15 años de mi hija, en que yo había guardado para ese momento la llamada semanal que nos otorgaban cuando estábamos en el “hueco”, y ellos se arreglaron para negármela. Esa noche sufrí, pero al otro día cuando me desperté ya era otro hombre. Me dije que yo no puedo sufrir por las acciones de ellos. Y eso se lo dije a mi esposa cuando pude comunicarme, que a partir de ese momento si la podía llamar, bien, y si no también. Incluso me dije que “aquí mando yo”, que en los procesos que se producen en mi cabeza, los tengo que controlar yo, y que ellos podían hacerlo de aquí hacia fuera. Eso se basa en saber que tú tienes la moral muy fuerte, y que ellos jamás la van a alcanzar. En mi caso, me volqué a mucho ejercicio físico y mucha lectura para cargar mi mochila intelectual. -¿Cómo y por qué los mandaban al “hueco”. Con qué excusa? -Ellos no necesitan excusas ni para invadir un país. Si pueden cometer un genocidio frente al mundo entero, imagínese lo que les puede costar encerrar a cinco personas en condiciones infrahumanas. En un inicio nos mandaban al “hueco” argumentando que era por nuestra seguridad, y en eso se basaron hasta que por nuestras protestas y los reclamos que venían desde el exterior, se vieron obligados a sacarnos del hueco. El “hueco” persigue varios objetivos: el primero es ponerte en un estado de indefensión tal para que tú te pongas a considerar si te vas a enfrentar o no a eses sistema carcelario. Usan ese esquema para casos de alto perfil, pero en nuestro caso estaba el añadido de que representábamos a Cuba. Ese odio visceral que nos tenían como cubanos y comunistas, e hicieron todo lo posible para hacernos daño en esas condiciones durante el mayor tiempo posible. Mantenernos en el “hueco” les daba a ellos una ventaja fenomenal sobre nosotros porque nosotros no teníamos la capacidad de revisar las evidencias y otros datos de nuestro juicio estando allí. Ellos crearon un esquema perverso que consistía en ponernos a nosotros en un “hueco” y poner las evidencias en otro “hueco”, por lo cual para nosotros poder revisar diez o veinte páginas de las 40 mil páginas de evidencias de un proceso brutal, en el que teníamos que levantarnos a las 4 de la mañana, hacer todo el recorrido hasta la Corte, para que te llevaran a ese “hueco” donde estaban las evidencias, para trabajar allí durante una hora. Luego, regresar a una celda, que era prácticamente una perrera, estar allí varias horas y luego volver hasta tu celda en el “hueco”. Así, el objetivo que perseguían era quebrarnos y que “confesáramos” y también impedir nuestra propia defensa. Fracasaron en ambos casos: estamos en Cuba, no hicimos ninguna confesión. -¿Qué querían que confesaran? -El concepto de ellos de “colaboración” es muy elemental. Querían que digamos lo que ellos deseaban, que entregáramos nuestra dignidad y dejar de ser quien tú eres. Te dejan claro que haces lo que ellos te dicen o no vas a recibir la benevolencia de los jueces. Creo que ellos estuvieron hasta el 17 de diciembre de 2014, esperando que Gerardo los llamara un día por ese teléfono que tiene para comunicarse con el FBI y les dijera: “¿qué usted desea?”. Soñaban con poner a Gerardo a hablar mal de Fidel, de Raúl y hacer un caso contra Cuba, con Gerardo como testigo. Para ellos, la verdad y la mentira no tienen importancia. -Cómo se relacionaban con los otros presos? -Cuando fui enviado a la primera prisión, esta quedaba en un lugar gélido de Pensilvania. Conmigo estaba un grupo que era la familia Gotti, de la mafia italiana. Estaban muy organizados, con una disciplina tremenda y eran muy respetados en la prisión. Cuando ellos se enteraron que yo era un cubano que defendía a Cuba me mostraron un gran respeto. Y me decían: “tu chico eres de Fidel, ese sí que se ha fajado con el gobierno norteamericano, y ha resistido”. Veían a Fidel como quien le había plantado cara a este sistema que a ellos los había condenado. Por otro lado, los presos afroamericanos mayoritariamente tenían un trato cordial con nosotros. En la cárcel se establecen relaciones de interés. Allí nadie da nada por nada. Pero nosotros tenemos otra educación. Por ejemplo venía un preso y te decía que quería que le revisaras un documento legal, tú se lo revisas y se lo traduces, y cuando te va a pagar, le dice que no y eso evidentemente les choca. Y a partir de ello, otros tienen la misma actitud contigo. Recuerdo a un afroamericano que para ganarse unos pesos, le planchaba la ropa a los presos. Y a mí, no me cobraba, como gran deferencia. Era una forma de decir: tú has sido consecuente, no te has doblegado y además eres solidario. También ese grado de confiabilidad hacía que cuando iba a haber un problema en la cárcel, nos avisaban para que no nos metiéramos y nos complicáramos. -El regreso a Cuba. -No tengo dudas que el apoyo del pueblo y el gobierno de Cuba, fue un factor fundamental para que ellos fueran un poco más comedidos en el trato con nosotros. Nunca nos sentimos solos. Esta Cuba que encontramos ha tenido que adaptarse a un mundo capitalista, del que de cierto modo nos habíamos aislado, gracias a que existía un campo socialista. De pronto, el país se vio como una isla pequeña a la deriva en medio de esa tempestad, y obviamente ha tenido que dar algunos golpes de timón para poder seguir navegando sin perder el rumbo final que es la construcción del socialismo. Esta es una Cuba que ha cambiado para bien, habremos adoptado cosas que en nuestra formación no nos agradan tanto, pero creo que la Historia es así, como bien decía Lenin, de que la Historia da unos pasos adelante y otro hacia atrás. Hemos resistido bastante bien lo que significó el desmembramiento de la URSS. Creo que los cambios que se están haciendo son correctos, y depende de nosotros el resultado. El propio 17 de diciembre abre una puerta, es un reto serio, fuerte. Si logramos vencer estos desafíos, vamos a avanzar más rápido hacia el socialismo. Ramón Labañino: “No confiamos un tantito así en EEUU” -Nosotros acordamos al entrar en prisión que debíamos hacer todo lo posible por salir, cuando nos tocara, mucho mejor. Y no sólo en el aspecto físico sino también intelectualmente, que no nos afectara el clima del sistema penitenciario. En mi caso, me dediqué mucho a leer y a escribir algunos artículos o poesía. Leí muchos libros interesantes de la izquierda norteamericana, que nos lo enviaban solidariamente. -¿Cuánto tiempo podían estar en el exterior del calabozo? -Generalmente el sistema penitenciario te controla mucho el tiempo, sobre todo si estás en prisiones de máxima seguridad. Ellos insiste en el conteo permanentemente, a las 4 de la tarde, luego a las 21,30, te levantabas a las 6 y a las 8 te contaban y lo repetían a las 12 del mediodía. Era una forma de recortarte el tiempo. En realidad, sólo te quedaban “libres” cuatro o cinco horas. Sin embargo, yo me las ingeniaba para hacer ejercicios físicos en la misma celda, caminaba o hacía abdominales. En el último lugar en que estuve había nieve y lluvia durante casi ocho meses, pero al margen de eso no paraba con la gimnasia para que no se te anquilose el cuerpo. Además jugaba mucho al ajedrez. -¿Cómo fue la relación con los otros detenidos? -Al principio en cada prisión empieza un período de reconocimiento. Después de que nos dieron la sentencia, al salir de Miami me mandaron a una prisión bastante difícil, y cuando llegué me encontré con casi 80 cubanos que eran bastante complicados, varios de ellos acérrimos anticomunistas. Desde el principio me miraban con curiosidad, preguntándose si sería verdad que yo era “el espía de Fidel”, pero cuando ya te conocen y ven que somos gente normal como cualquier cubano, empieza el afecto y el respeto. Yo tengo muy buenos amigos en las prisiones que quedaron atrás, ya que muchos de ellos se convierten casi en tu familia real, con los que compartes todos los días, son tus hermanos que están contigo todo el tiempo, en las buenas y en las malas de verdad. Hay otra cosa destacada en el caso nuestro, es que fuimos a juicio. Sólo por eso, ya te otorga entre los presos un trato distinto, de gran respeto, y el otro detalle es ser seguidores de Fidel, algo que provoca gran admiración por el obstinado enfrentamiento con EEUU. Tengo una anécdota curiosa que quiero contarte: cuando llego a una prisión me recibe el capitán con un séquito de gente bastante agresiva, y me pregunta: “¿Así que tú eres un espía de Castro?, tú seguro te creerás un tipo duro? ¿A ti no te gusta mi presidente Bush?”, todas cosas para provocarme. Entonces me dice que me va a mandar para el “hueco” y que cuando salga de allí, “te voy a mandar para una unidad donde está el cubano más malo que hayas conocido, a ver cómo te las arreglas con él”. Efectivamente me mandó al “hueco” una semana, con dos morenos afroamericanos, con los que finalmente terminamos de amigos, y me indicaron cómo eran las reglas allí, lo que en el argot era “correr la prisión”, sus códigos, sus peligros. O cuando veas una mesa vacía en el comedor, debes saber que no te puedes sentar, porque son de las mafias, mexicana, italiana u otras. Al final de esa semana, me sacan y me mandan a la “población”, donde estaban los otros presos, y yo ya iba pensando que me iba a fajar con ese famoso cubano. Llego a la unidad, con dos bulticos en la mano y apenas entro veo al cubano, un tipo alto, flaco y con una guapería de esas que tú sabes. A su lado, dos especies de guardaespaldas. Apenas yo entro, me ve, y me llama a los gritos. Yo me dije, aquí se arma, tiro los bultos y voy para donde él estaba sentado, dispuesto a lo que fuera. Entonces él me pregunta: “chico, ¿tú eres uno de los cinco esos, que son espías de Castro?. Y yo en el mismo tono, le respondo en el mismo tono: “Sí chico, soy uno de esos, cuál es el problema?”. Entonces, él pega un brinco y grita: “mi hermano, venga acá –y me abraza-, ustedes sí que son guapos de verdad”. Él se convirtió en mi hermano, se llama Alejandro, al tiempo salió después de cumplir 20 años, y me siguió escribiendo desde afuera. -Cuéntenos el último día, el de la liberación de ustedes tres. -Fue el más hermoso de mi vida. No pude dormir. Fueron 16 años esperando ese momento, pero al final, cuando el instante llega, no estás preparado, por cómo te embarga la emoción. Entonces, me dio por hacer ejercicios, y decirme que era la última vez que vería esa prisión. Todo comenzó, cuando a Gerardo lo trasladaron alrededor del 9 de diciembre, a Oklahoma, y eso ya nos dio una pauta de que algo importante estaba pasando, puesto que lo estaban acercando a la costa este. De todas maneras, no queríamos ilusionarnos demasiado. Sin embargo, el lunes 15, me ponen las cadenas y me sacan directo para el aeropuerto y de allí a Bowne, y oigo conversaciones entre los guardias que me indican que nos estaban reuniendo a los tres allí. Me alojan en una celda y me dicen que me quede tranquilo, y al otro día, me sacan las esposas y me llevan al área de visitas, y cuando llego allí los veo a Antonio y a Gerardo, y nos abrazamos con una alegría indescriptible, ya que hacía mucho que no nos veíamos. El día 16 nos sientan en un salón y se hace una teleconferencia con Cuba, donde un compañero nos dice: “Tengo el honor de decirles que desde mañana ustedes serán hombres libres”. Imagínense nuestra emoción. El día 17 a las 3 de la mañana, nos avisan que ya regresábamos. Nos llevan encadenados de pies y manos, en una furgoneta, nos suben en un avión, y salimos rumbo a Baracoa. Y otro detalle: las cadenas recién nos la quitaron cuando el avión tocó tierra en Cuba, a primera hora de la mañana. Nuestra llegada fue secreta, así nos lo aclaró el presidente Raúl, cuando lo vimos, ya que hasta el mediodía no se podía decir nada, porque en ese momento se iba a realizar una conferencia de prensa. -¿Qué sintieron en ese encuentro con Raúl? -Fue como vernos con un padre. Entre nosotros no existen jerarquías, somos hermanos. El trato fue como si nunca nos hubiéramos ido de Cuba. -Cuba está capacitada para enfrentar el reto de esta nueva táctica de EEUU, que se denomina “flexibilización de las relaciones”? -Seguro que sí, nosotros estamos cumpliendo con nuestro socialismo, como parte de nuestras definiciones ideológicas de siempre. Este es un mensaje que debemos enviar a los compañeros de toda la izquierda internacional. El otro día vi un periódico de la izquierda alemana, que decía: “Cuba, no confíes en Estados Unidos”. Ese es un lema que nos viene del Che Guevara. Nosotros no confiamos un tantito así, lo que pasa es que estamos viviendo momentos históricos en lo que hace a las transformaciones sociales de nuestro país, que tenemos que hacerlos para nuestra propia sobrevivencia. Pero que no quepan dudas que tenemos un pueblo digno, que sabe defender su soberanía, contamos con dirigentes preparados para enfrentar las adversidades. Viene una pelea difícil. Van a tratar de seducirnos, de comprar a nuestros cuadros, de inducirnos a crear partidos, van a querer transformar la economía capitalista. Tenemos que llevar nuestra vigilancia revolucionaria al máximo, ser tan celosos como nos enseño el Che. Sabemos que esta es una nueva táctica del imperialismo para usurpar nuestra tierra. Fernando González: Una economía eficiente y más socialismo -Lo fundamental para resistir son los principios, lo que uno lleva en la sangre. Este es un país que desde sus inicios se formó en la lucha por la independencia. Siempre enfrentamos a poderes tremendos y así se fue forjando la nacionalidad cubana. Uno lleva todo eso por dentro, es totalmente emocional. Yo tomé conciencia que eso que me sucedía en la prisión no era personal contra mí, sino contra Cuba. Es una agresión más que se suma a otras tantas que sufrió nuestro pueblo. Yo me propuse en la prisión, después de observar mi entorno, a usar el tiempo en mi beneficio, para salir de allí estable, con salud física. Si eso no ocurría, me hubieran ganado la pelea. Y en eso salí victorioso, ya que no pudieron quebrarme. También leí muchísimo y eso me daba otro hándicap necesario en ese ámbito. Yo me decía todo el tiempo que a pesar de pasar por la prisión no tenía que convertirme en un presidiario. -Tú estuviste largo tiempo con el preso político puertorriqueño Oscar López Rivera. -Fue un auténtico privilegio. Convivimos cuatro años con ese luchador (que ya llevaba 30 años encarcelado). Con él hablamos de la resistencia boricua, de la izquierda revolucionaria de su país y también la realidad de esa lucha en los EEUU, donde él vivió y peleó. Oscar es una persona seria, muy formada, al que todos quieren y admiran, aún en ese entorno difícil en que nos movíamos. Para mí fue fundamental hablar con él, compartir nuestras experiencias, y sentir que él era un ejemplo de resistencia, con características humanas increíbles. Con él volví a ejercitarme como dibujante, me dio los primeros consejos, me corregía en lo que hacía. -Como ve a esta Cuba de hoy y el “acercamiento” de EEUU? -Empiezo por lo último. Las intenciones de EEUU no son buenas, cuando uno lee las declaraciones de Obama sobre la dura política que nos han aplicado durante estos 56 años, él mismo dice que “por buenas intenciones que hayamos tenido no ha dado resultado”, y entonces se deciden a poner en marcha otra táctica. Siguen pensando en asfixiarnos, y nosotros estamos listos a seguir enfrentándolos. Obviamente que deseamos poder echar adelante, tener una vida más holgada. No se trata de que sea la panacea ya, pero si logramos una relación con EEUU de vecindad respetuosa mucho mejor. Pero no nos olvidamos que la intención de ellos es arrancarnos la cabeza, con la sonrisa en el rostro, con la participación en las Cumbres o los cocteles en las embajadas, pero no han cambiado su intencionalidad. Sabemos que se abre un tiempo de batalla ideológica y la vamos a dar. El bloqueo está ahí, intocable, y hay que seguir luchando para que lo quiten. También va a continuar la subversión contra Cuba, que nadie piense lo contrario. -Los cambios en Cuba apuntan a restaurar el capitalismo? -Soy consciente que hay criterios de cierta izquierda que temen eso. El otro día Abel Prieto decía una cosa bien cierta: Marx nunca dijo que las gasolineras tienen que ser propiedad estatal, como el resto de los medios de producción, los que deciden de quien es realmente el poder. Nosotros estamos inmersos en un proceso para hacer esta economía más eficiente, para que la sociedad disponga de más recursos, para luchar por un socialismo sostenible, pero que no quepan dudas, que para más socialismo. Por supuesto que esto tiene sus peligros. Siempre que introduces las leyes del mercado, puede crearse una mentalidad que no es afín al socialismo. Pero aquí estamos en pie para dar la batalla. La planificación va ser la herramienta fundamental, claro que usaremos el mercado en la medida que haga falta para estimular la producción y comercialización de un producto. Aquí, por otra parte, no se va a permitir la concentración de la riqueza, pero sí hay una diversidad mayor en lo que hace a la economía. Gerardo Hernández: “Jamás vamos a regresar a la Cuba anterior a 1959” -Cuáles y quiénes son a su parecer los forjadores de este regreso triunfante a Cuba? -Yo lo veo como un gran mecanismo, como esas maquinarias que están compuestas por muchas piecitas pequeñas, que si una falla las otras no se mueven por muy grandes que sean. Si bien, el desenlace final se debió a hechos muy concretos vinculados a la negociación que se conoce, pienso que esta última no habría sido posible si durante muchos años no se hubiera hecho un trabajo de hormiguitas para que nuestro caso fuera conocido. Preguntémonos: ¿qué le va importar a Estados Unidos liberar a los 5, si a nosotros no nos conociera nadie, si no nos estuvieran reclamando día a día o nadie se hubiera manifestado?. Es por ello que no se pueden menoscabar ninguno de los esfuerzos que se estuvieron haciendo durante años. Al final, el resultado que se cosechó fue gracias a todos esos esfuerzos unidos y solidarios. -En este aspecto, qué valor le da a la solidaridad internacionalista? - Ha sido fundamental. No solo el valor para alcanzar un resultado, sino que fue esencial para el día a día de la resistencia de cada uno de nosotros los 5. Quiero recordar, por ejemplo, uno de los momentos difíciles que viví en una de las prisiones por las que pasé. Esta era una antigua cárcel que estaba en muy malas condiciones. A mí me pusieron en un lugar que lo llamaban “la Caja” y que estaba debajo del “Hueco” (adonde generalmente nos aislaban por completo). Allí, cuando descargaban el inodoro de la celda de arriba, chorreaba agua sucia por las paredes de mi calabozo. Además me tenían 24 horas con la luz encendida, casi sin ropa y sin nada que leer. En ese momento, cuando me llegaron noticias de lo que estaba ocurriendo afuera, con los compañeros que se estaban manifestando frente al Buró de Prisiones y el Departamento de Justicia, con carteles reclamando nuestra libertad, eso me dio una fuerza tremenda. Cuando ocurrían ese tipo de cosas, me decía: yo estoy aquí pero mi papel en este pequeño espacio en que me encuentro, es resistir, que no me dé un ataque de pánico y no ceda. Esa era mi misión para acompañar también el esfuerzo de tantos compañeros allá afuera. Si ellos lo estaban haciendo, debajo de la lluvia o con temperaturas muy altas, faltando a sus trabajos, cómo no lo voy a hacer yo de la misma manera. Muchas veces no se habla de esto, más allá del valor de la solidaridad en término de resultados, destaco la importancia de lo que fue para nosotros ese acompañamiento en los peores momentos. -¿En algún momento dudó que fuera a volver a Cuba? -Dudar, quizás no fuera la palabra más apropiada, pero nosotros tenemos una frase en Cuba que dice que “hay que tener dos javitas (bolsas), una para lo bueno y una para lo malo. En nuestro caso, una de las javitas era por si algún día regresábamos a la Patria. Y no voy a mentir, diciendo que no pensáramos en la otra posibilidad, que en el peor de los casos me preparara para morir en prisión. No por abandono de nuestro pueblo y nuestro gobierno, sino por situaciones que se daban en la prisión. Lo vivimos con nuestros propios ojos: personas que fueron asesinadas o murieron en broncas a puñaladas. Sin embargo, siempre nos quedó la confianza absoluta en que el gobierno y el pueblo cubano no iban a dejarnos solos, y tampoco los compañeros de la solidaridad mundial. -La Cuba de su retorno: pro y contras. -Una Cuba diferente, que no me sorprendió porque estaba bastante bien informado de nuestra realidad. Es verdad que encontramos una Cuba con muchas cosas buenas y algunos fenómenos negativos que no existían en nuestra época. Veo un pueblo dispuesto a seguir luchando y a vencer los retos que nos imponen nuestros enemigos. -¿Qué le contestaría a quienes, desde afuera de Cuba, sostienen que las actuales reformas económicas y sociales son un paso hacia el capitalismo? -Creo que hay muchos que lo dicen porque desearían que eso ocurra. Pienso que estamos en un escenario muy interesante, aplicando fórmulas nuevas y explorando opciones. Nuestro objetivo fundamental es lograr un modelo cubano del cual existen algunos lineamientos pero aún estamos teorizando sobre la práctica. Nos estamos enfrentando a un mundo prácticamente nuevo, pero de lo que sí estoy convencido –seríamos muchos los cubanos que lucharíamos para que eso no ocurra- que jamás vamos a regresar a la Cuba anterior a 1959 ni a la desigualdad abismal que existe en muchos países, en donde los poderosos aplastan a los más necesitados. Volver a eso sería negar toda nuestra historia y los sacrificios realizados por tantos cubanos que han caído para que esto no ocurra. Ahora bien, en términos económicos, qué mecanismo aplicar, cuáles sí y cuáles no, pienso que no podemos ser esquemáticos. Si nosotros hemos sido capaces de resistir un bloqueo más de 50 años, seremos capaces de crear un modelo cubano, que como dice Martí sea para el bien de toda la población.
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