Aquel 16 de octubre de 1953, Fidel Castro Ruz, como abogado que ejercía su propia defensa en la causa 37 en las más difíciles condiciones y enfrentando toda clase de irregularidades, pronunció su trascendental alegato conocido como La Historia me Absolverá.
La tiranía quiso encerrar la verdad en la pequeña salita del hospital Saturnino Lora, de Santiago de Cuba, donde se celebró aquella sesión del juicio por los sucesos del asalto al cuartel Moncada. Aislada por las bayonetas y la censura, el régimen se propuso impedir que se oyera la voz de la Revolución e impuso una cortina de silencio en torno a las palabras del jefe del movimiento revolucionario que protagonizó las acciones patrióticas del 26 de Julio de 1953. Pero lo sucedido en los días que siguieron y particularmente aquel 16 de octubre de 1953 confirmaría con creces la fuerza real de aquel pensamiento de José Martí: "Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército". Cruda y valiente denuncia al carácter anticonstitucional del régimen, a sus crímenes y atropellos; análisis profundo de la realidad cubana de la época, La Historia me Absolverá —jus-tamente considerada como el documento más trascendental del periodo republicano— fue sobre todo una eficaz arma de la lucha política posterior por el derrocamiento de la tiranía y los objetivos de liberación nacional. El pensamiento revolucionario que se expresó en ese alegato puso en primer plano la necesidad de luchar por la toma del poder político para iniciar la solución de los problemas existentes en el país y fue la proyección de un ideario político y de acción, donde se expuso con claridad meridiana lo que se conoce como el Programa del Moncada, o sea, la solución al problema de la tierra, la industrialización, la vivienda, el desempleo, la educación y la salud, entre otros males Era lo más avanzado que se podía plantear en las condiciones históricas de la Cuba de la época; un programa de liberación nacional, democrático y popular, que unía a todo el pueblo oprimido. Una lectura cuidadosa —como lo ha dicho Fidel— evidencia que nos apartábamos por completo de la concepción capitalista del desarrollo económico y social. La Historia me Absolverá, cuya lectura siempre resultará básica e indispensable para cualquier revolucionario cubano, resume los anhelos seculares de nuestro pueblo. Como también en su tiempo fueron la de Carlos Manuel de Céspedes en la Declara-ción de Independencia, y la de José Martí y Máximo Gómez en el Mani-fiesto de Montecristi. Aquel alegato, más que una pieza oratoria de autodefensa, representó la expresión del interés nacional. Tras-crito con el mayor sigilo y patriotismo, el abogado acusador, que auguró un futuro victorioso para Cuba y América Latina, reconstruyó el discurso en la prisión de Isla de Pinos y este fue impreso y distribuido clandestinamente. Se había planteado que ese era el primer deber que él y sus compañeros tenían para con los que murieron. Fidel escribió desde la prisión a Haydée Santamaría y Melba Her-nández, encargadas de imprimirlo: "Si queremos que los hombres nos sigan hay que enseñarles un camino y una meta digna de cualquier sacrificio. Lo que fue sedimentado con sangre debe ser edificado con ideas". Y de su encendido texto emergió invencible la imagen de los héroes y los mártires del 26 de Julio de 1953 y se hizo irreversible el camino revolucionario de nuestro pueblo, como definitiva fue también la jefatura de Fidel que dejó en aquel juicio el impacto de su proclama final: ¡Con-denadme, no importa, la historia me absolverá! GRANMA
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