YURIÉN PORTELLES
LA HABANA, 14 de junio (PL).— Primero fue Ernestito, más tarde Che Guevara y tras su desaparición física llegó a convertirse en San Ernesto de La Higuera el argentino que nacido en Rosario, hace hoy 85 años. En Cuba, como en buena parte del mundo, se le recuerda en esta fecha como un ícono de la justicia y del hombre nuevo con el que tanto soñaba para la humanidad y por lo que luchó. Una revista y un documental sobre su vida y su obra dirán más del hombre que advertía que no se puede confiar en el imperialismo "ni tantito así". Che, médico, periodista, ministro, guerrillero, ajedrecista, comandante, diplomático, economista, escritor..., no tenía pelos en la lengua, diría un buen cubano para reconocer la transparencia de su trato con la gente. Historias sobre su vida se cuentan por miles, pero en esta isla, a cuya ciudadanía se acogió, recuerdan la "innovación" del argentino al crear los llamados trabajos voluntarios, en que se aportaba una jornada laboral para impulsar la economía. Los fotógrafos de prensa aseguran que cuando iban tras la noticia del Che trabajando en una fábrica o en una construcción a camisa quitada, los hacía sumarse a la labor ante la primera instantánea y les advertía que allí los obreros eran las personas más importantes. Aquello lo había aprendido tempranamente, cuando decidió lanzarse en una aventura en motocicleta con su amigo Alberto Granados y pudo apreciar con sus ojos las tristes realidades de un continente expoliado de sus riquezas. Los rostros de los mineros envejecidos prematuramente y la miseria de sus pueblos les dieron sólidos argumentos a los pensamientos que él venía organizando desde antes de iniciarse como estudiante de Medicina. EL ENCUENTRO CON CUBA Hacia 1954 el Che se encontró con Cuba cuando conoció en México al joven Raúl Castro, por intermedio del revolucionario cubano Ñico López y quien lo presenta después a Fidel Castro, una amistad que no acabó solo hasta la muerte del argentino en la Bolivia de 1967. El líder del movimiento revolucionario cubano comprendió en pocas horas la grandeza de su interlocutor y lo invitó a ser el médico de los expedicionarios del yate Granma que zarparía desde Tuxpan, en México, en una de las acciones que conducirían al triunfo de 1959. Llegó a ser Che Guevara uno de los comandantes del grupo armado y al bajar de la Sierra Maestra el 1 de enero de ese año ocupó varios cargos en el gobierno cubano, como el de ministro de Industrias y el de presidente del Banco Central de Cuba. Entre el anecdotario popular se dice que fue designado para estas tareas porque en una reunión Fidel Castro preguntó entre los asistentes quién era economista y el Che levantó la mano porque pensó que el líder se había referido a un "comunista". Durante esta etapa maduraron en él conceptos económicos, desarrollados en profundas reflexiones que dejó para la posteridad y que son estudiados en la contemporaneidad por su vigencia. BOLIVIA, DESTINO FINAL DEL COMIENZO Pero supo comprender el Che el valor del liderazgo que emanaba de su persona y no se lo guardó para sí, sino que decidió promover la liberación de esos pueblos vilipendiados de los que hablaba, en África y Latinoamérica. En su continente, todavía el más desigual en la distribución de las riquezas, había visto con sus propios ojos la miseria humana y entendió que era posible cambiar esa realidad, como había sucedido en Cuba, donde ofreció sus servicios internacionalistas sin pedir nada a cambio. Otras tierras reclamaban el concurso de sus modestos esfuerzos, según lo admite en su carta de despedida leída por Fidel Castro ante su pueblo, que ya era de él también. No pidió, sin embargo, nada para sus hijos a quienes dejaba en Cuba porque consideraba que la Revolución era tan profunda que sabría darles el abrigo y el alimento necesarios. Pero donde la muerte lo sorprende es en Bolivia, como líder de un movimiento revolucionario, desde donde pasó a otra dimensión y se convirtió en una insignia para los seguidores de la justicia. Una foto en blanco y negro hecha por el cubano Alberto Korda en los años iniciales de la Revolución cubana lo trae de regreso en la imaginación perpetua de la humanidad, con su boina negra de la estrella solitaria. Su mirada serena y profunda parece avisar que todavía es posible y necesario crear el hombre nuevo que él esbozó en sí mismo, y del cual dijo que debe luchar sin individualismos, y hasta la victoria siempre. GRANMA
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