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Girón 50 - Conjura en escuelas privadas (XV)*

3/5/2011

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GABRIEL MOLINA

La isla entera sentía aumentar la tensión al finalizar febrero de 1961. En la Plaza Cadenas de la Universidad de La Habana, donde cada día se han reunido siempre los jóvenes estudiantes, ocurría algo insólito: el techo de un automóvil caía a más de 50 metros del lugar en que se hallaba estacionado, al explotar una potente bomba.

El auto fue dejado junto a la Escuela de Ciencias por elementos criminales, con la bomba en su interior cronometrada para explotar a una hora determinada. Una joven estudiante, Teresa Pérez González, sufrió heridas graves de las cuales fue atendida en el contiguo hospital docente Calixto García.

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El exclusivísimo Vedado Tennis Club se convirtió en el círculo social José Antonio Echeverría al ser abandonado completamente por sus dueños.
El atentado dinamitero se combinaba con el llamamiento a una huelga estudiantil hecho por los conspiradores en la enseñanza secundaria, cuyas aulas aparecieron con letreros incitando a apoyarla y una absurda consigna digna de sus autores: "Caigan los libros". La conjura era consecuente con la intensificación de las actividades subversivas contra la Revolución, que fueron claramente ilustradas por Reynol González González, quien, semanas después ante la televisión nacional, se confesó cabecilla de un grupo autor de la ola de terrorismo, como el incendio en la tienda La Época con que comenzó el año 1961. González admitió haber empleado fósforo vivo y dinamita gelatinosa suministrados por oficiales de Inteligencia que eran funcionarios de la embajada de Estados Unidos.

Eran también consecuencia de las reuniones que desde el 22 de enero, dos días después de la toma de posesión del presidente, John Fitzgerald Kennedy, estaba sosteniendo el equipo de dirigentes de la nueva administración con Allen Dulles, director de la CIA, y el general Lyman Lemnitzer, jefe del Estado Mayor. El informe que dieron los militares encargados por Kennedy de analizar la situación, fue que el levantamiento interno de cierta importancia dado por Dulles como garantía del éxito, era muy poco probable que se produjese, pues no tomaba en cuenta un informe de inteligencia nada menos que de los analistas de la CIA, el cual aseguraba que el apoyo popular al liderazgo revolucionario crecía, lejos de disminuir. Los jefes de la agencia no habían hecho el menor caso. Sin embargo, el dictamen a Kennedy concluía: "al menos contribuiría al final derrocamiento del régimen". (1) A pesar de sus dudas, el presidente le dio luz verde.

La Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), frente a la pretendida huelga, convocó a una gran concentración frente a Palacio.


RAÚL HABLA a LOS ESTUDIANTES

Los alumnos agrupados en la AJR de las escuelas privadas protestaban contra la expulsión de ocho jóvenes del colegio La Luz, por sus posiciones revolucionarias en respaldo a los estudiantes de la Electromecánica de Belén. Y se movilizaban hacia la demostración convocada. Con una gigantesca bandera cubana, se agolparon frente al antiguo Palacio Presidencial, bajo la lluvia, a escuchar las palabras de Raúl. El segundo jefe de la Revolución preguntó si querían suspender la reunión para evitar mojarse y ante la rotunda afirmación de continuarla, explicó en un sereno discurso el verdadero origen imperialista de la conjura. Los conspiradores retaron a los alumnos entonces a expresar en alta voz las consignas cantadas durante el desfile frente a Palacio. Ellos se dirigieron hacia el patio de la escuela, entonaron el Himno Nacional y repitieron las consignas revolucionarias. Por esto se pretendía expulsarlos del plantel.

La panorámica se completaba con la denuncia de la FEU sobre la expulsión de ocho estudiantes, por haber puesto letreros en el colegio que condenaban el asesinato de Patricio Lumumba. Gil Beltrán, director de la escuela, los expulsó y agregó que estaba dispuesto a cerrarla antes de permitir que allí se manifestaran a favor de la Revolución. Los estudiantes testimoniaron que Beltrán amenazó con expulsar al resto de los alumnos que se solidarizasen con la actitud de los revolucionarios. Cuando lo hicieron, el exaltado director cerró el colegio y se dispuso a irse hacia Estados Unidos, como le habían sugerido sus asesores ligados a la embajada. El Ministerio de Educación designaba a un director provisional del plantel y las clases se reanudaban normalmente.

La situación en la Isla continuaba caracterizándose por los multifacéticos esfuerzos de la contrarrevolución interna para sacar la cabeza. El diario Revolución publicaba una nota en la que llamaba la atención sobre esta nueva fase de su acción: estaban abandonando las escuelas. Se trataba de una de las campañas de propaganda para crear ambiente favorable a los designios de ahogar a la Revolución concebidos en Washington. Era uno de los puntos principales de la operación, aspecto dirigido desde la poderosa estación JM Wave, de Miami, por el especialista de la CIA David Atlee Philips.

El propósito era dejar a Cuba sin técnicos y profesionales para dificultar la economía y los servicios y así crear un ambiente de zozobra. Para enfrentar esa subversión en la enseñanza secundaria los profesores revolucionarios formaron una organización y denunciaron la conjura.


LAS MAQUINACIONES DE LA BURGUESÍA

La consigna de abandonar las propiedades y marchar a Estados Unidos para participar en las maquinaciones contra la Revolución o esperar a que estas dieron fruto, encontraba más audiencia lógicamente entre la alta burguesía afectada por las medidas revolucionarias, como las leyes de Reforma Agraria y de Reforma Urbana.

María Luis Gómez Mena, condesa de Revilla de Camargo, abandonó el país, como otros millonarios, impulsados por la desenfrenada acción de los Shackleys, los Atlee Philips y los Hunts que propalaban cataclismos como la falsa Ley de la Patria Potestad, en su apogeo aquellos días, para ablandar las conciencias en la fase preparativa de la invasión. Algunos sencillamente no resistían el auge de los de abajo y se iban. Otros, como el ex presidente Carlos Prío y sus allegados, además de guiarse por los consejos que vaticinaban la zozobra del barco, no veían qué hacer si se acababa la politiquería. El diario Revolución lo señalaba diciendo que "allí donde los criminales de guerra tienen su paraíso. Donde una vez sin respetar su condición de ex presidente de una nación amiga le llevaron esposado por las calles. Donde la conjura contra la tierra que lo vio nacer es tema que se habla a viva voz con el cómplice asentimiento de las autoridades. Allí en Miami, Carlos Prío hizo ayer su profesión de fe contrarrevolucionaria... olvidando que la Revolución, generosa, sí le perdonó sus muchos errores en atención a gestos que parecieron de rectificación".

Mientras fenecía febrero, los medios masivos nacionales reflejaban también otros residuos de la época que iban desapareciendo junto con sus beneficiados, al par que se tomaban medidas que acrecentaban el respaldo popular. Se daba a conocer, por ejemplo, que las viviendas populares y las a construir en lo adelante, se pagarían con el 10 % del salario de los inquilinos, que se abonaría cada mes como compra a plazos de la casa. En un universo donde los alquileres ascendían cada año y llegaban en algunos países al 40 % y 50 % de los salarios, la noticia causaba asombro. Y por supuesto alegría popular. En el sentido también de rescate de las riquezas, el exclusivísimo Vedado Tennis Club se convertía en el círculo social José Antonio Echeverría, al ser abandonado completamente por sus dueños. Era natural, desde luego, les quedaba cada vez menos "clientela". En lo adelante, los pobres y los negros podrían entrar en el coquetón club de 12 y Calzada, como ocurrió con los restantes recintos donde antes solo admitían a blancos ricos.

(1) Arthur Schlesinger. Los mil días de Kennedy. Editora Ayman. Barcelona, pp. 181

*Ante algunas llamadas de lectores, que advirtieron cómo por un involuntario error mío hubo un salto en la numeración de esta serie de trabajos Girón 50, el presente artículo lleva el número saltado: el XV.

El autor

GRANMA

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