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¿Quién era la niña de la muñeca de palo?

12/14/2013

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Tras los rastros de la protagonista de la instántanea predilecta de Korda, salió JR. Una historia conmovedora

Mayra García Cardentey
[email protected]

Picture
La niña de la muñeca de palo, la foto preferida de Korda. Foto: Juventud Rebelde
SUMIDERO, Minas de Matahambre, Pinar del Río.— «¿Qué tienes en las manos?», le dijo Korda, curioso con aquella niña de grandes ojos negros, que abrazaba con ahínco un trozo de maderito cubierto con un pedazo de papel periódico. «Es mi muñequita y se llama Nene», le respondió la beba de tan solo dos años.

Era 1959 cuando el más universal de los fotógrafos cubanos, conocido posteriormente por la popular imagen del Che, llegó al pintoresco pueblo en el medio de la Cordillera de los Órganos, y descubrió a Paula María Seijó Loaces, la protagonista de su imagen predilecta.

«Cuando vi a esta niña me convencí que debía consagrar mi trabajo a una revolución que transformara esas desigualdades», recordó en una ocasión el también denominado autor de sentimientos.

¿Quién es Paulita? ¿Cómo sucedieron los hechos? ¿Qué ha pasado con ella en estos más de 50 años? JR indaga.

No eran épocas para muñecas

«Llegué a esta vega en el 52, por mi padre, que era amigo del terrateniente Ferro. Tenía una tierra en arrendamiento, sembraba tabaco para él y vivía en la parte de atrás de su caserón», recuerda Nicolás Seijó (el Niño), hoy a sus 86 años.

«En aquella etapa había que trabajar bastante para poder “escapar”, sembrar mucho, luchar para criar a una familia. Éramos mi mujer y yo, con los cinco niños, entre ellos Paulita.

«Óigame, la época estaba dura, había que hacer de todo para mantenerse, y andar aunque sea vestidito. ¡Qué muñeca le iba a comprar yo! ¡Ni pensarlo!».

Aracelis, una de las hermanas, rememora aquellos años: «Vivíamos con unas posibilidades pésimas, pero Paulita siempre inventaba.

«La situación económica no permitía una muñeca, ni siquiera de trapo. Sus juguetes eran resultado de su imaginación. No eran solo los pequeños maderos, también eran tusas de maíz con dos huequitos por ojos, y cuya pelusa alisaba con cuidado; o una botella con trapos. Pero la preferida era Nene, aquel trozo de madera que llamó la atención de Korda».

Llegó la Revolución...y Korda

«Korda terminó aquí de casualidad, venía a hacer un trabajo publicitario», evoca Aracelis. Nicolás no olvida tampoco: «Entró por la parte de atrás de la casa y descubrió a la chiquita con una muñequita hecha con un pedazo de palo de la casa de tabaco».

«Aquella foto para nosotros fue, pa’ qué te voy a decir, nos alegró mucho la vida. Nos la cambió», apunta el padre.

«Korda después nos mandó a buscar para retratar a Paulita allá en La Habana. Le tiraron fotos, le hicieron regalos, la llevaron a pasear, a la playa. Para ella fue el paraíso».

¿Y Paulita?

«Ella era una niña inteligente, risueña, lo fue siempre», la describe Nicolás mientras enseña la almendra que corona su casa, una planta que hace 50 años Paulita le pidió sembrar.

A mediados de los 60, la familia perdió a la progenitora, y Aracelis, con tan solo nueve años, se convirtió en el sostén materno. Gracias a ella, Paulita terminó su primaria.

La escogida de tabaco fue su trabajo por un tiempo, hasta que descubrió la Enfermería. «Llegó a ser una enfermera que para qué les voy a decir. Pero le cayó la mala y se me puso matunga y no hubo cómo salvarla», le pesa a Nicolás. En 1979, cuando faltaban 20 días para que cumpliera 22 años, murió de una enfermedad sanguínea.

Un tiempo antes se había casado como  soñó.

«Siempre estuvo muy contenta con aquella imagen. Cuando era niña y Korda venía, le enseñaba la foto del tronquito como si él no la hubiera visto», explica Aracelis.

«Korda, con su imagen, transformó su vida. Paulita siguió siendo la niña sencilla, pero gracias a aquella fotografía apreció más lo que tenía, pudo comparar una etapa con la otra. Nunca se deshizo de la muñeca».

Hoy todavía está en pie la vetusta casa donde Korda llegó, casi por equivocación aquel día del año 59. Nicolás sigue en la vega, que ahora le pertenece, y camina día a día, dos y tres veces, una empinada loma que lo conduce a sus tierras: ya son 61 zafras.

Aracelis ve muchas veces a Paulita, estampada en algunas vidrieras de la ciudad, y cuenta al interesado: «Esa es mi hermana». ¿El madero? todavía está en la casa como un bien preciado. Y el almendro crece en el patio.

JUVENTUD REBELDE

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