GABRIEL MOLINA Jruschov sustentaba un ambivalente criterio sobre Kennedy después de la reunión de Viena, en mayo de 1961, pues no había retrocedido ni en el tema Cuba ni en cuanto a Berlín, aunque a su juicio "no tomaría ninguna precipitada decisión que pudiera conducir a un conflicto militar". (1) Pero la administración Kennedy hacía cada vez más exigentes las presiones en América Latina contra la Isla rebelde. Honduras había roto relaciones, ya que el presidente Villeda Morales, carente de causas, trataba de reducir las acusaciones del país invadido a un problema semántico. Declaraba a la prensa de Miami el 16 de junio que esa intentona no debía calificarse de "invasión".
Con Honduras sumaban ya nueve los países de América sin relaciones con Cuba. Los demás eran: Estados Unidos, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, República Dominicana, Haití, Paraguay y Perú. En los 11 países restantes que componían la Organización de Estados Americanos (OEA) de entonces, las acciones subversivas de la CIA y la diplomacia norteamericana, eran cada vez más agresivas. Algunos, como Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela, no se atrevían a complacer a Washington por temor a quebrar el equilibrio interno. En otros, decididos a no romper, la CIA conspiraba con los militares. Esa resistencia a doblegarse de la mayoría de los gobernantes de América Latina, movió a Kennedy a combatirla con una gira de su representante en la ONU, Adlai Stevenson. Considerado un intelectual liberal, el enviado de Kennedy trataba de vender el plan titulado Alianza para el Progreso, como una especie de Plan Marshall, Doy para que des, remedando la primera parte de la antigua fórmula del imperio romano para los contratos: Doy para que hagas. Hago para que hagas. Hago para que des. La movida comenzó en Venezuela y obtuvo el relativo apoyo que la situación interna permitía a Betancourt. Se había roto desde septiembre de 1960 la coalición con el partido URD que se oponía a la campaña, y la movilización popular impedía al gobierno romper relaciones con Cuba. Betancourt dio una prueba a Stevenson de su "buena voluntad" con la clausura de la corresponsalía de la Agencia Prensa Latina. De Caracas el flamante embajador pasó a Buenos Aires, donde el presidente Frondizi se negó a acatar la voluntad de Washington. El enviado del gobierno de Estados Unidos comenzaba a ser víctima del repudio público. Violentas manifestaciones y declaraciones de toda clase lo acompañaron en Uruguay, Chile, Brasil, Bolivia, Ecuador, Perú y Colombia. Los gobiernos de Brasil y Ecuador rechazaron decididamente el intento de soborno y las amenazas. Los de Uruguay, Chile y Bolivia, manifestaron que aunque quisieran apoyar a Estados Unidos contra Cuba, sus pueblos no se lo permitirían. Al regreso, Stevenson conferenció con Kennedy durante 90 minutos y dijo que el peligro del comunismo en América Latina era mayor que un año antes. Tuvo que reconocer su fracaso en la gira, pues dejó una estela de sangre y odio. El año 1961 liquidó su carrera política. Mientras, el más caracterizado vocero anticubano en el Congreso de Estados Unidos, el senador por Florida George Smathers, se adjudicó el privilegio de anunciar que nuevamente se entrenaban mercenarios en su estado para reanudar las acciones bélicas. El senador no solamente representaba en el Congreso a los productores de azúcar y racistas sureños, sino también a Batista y a los pandilleros de la mafia ítaloamericana, en especial a Santos Trafficante, el más poderoso Don de La Florida, cuyos intereses en el juego y otros negocios fueron expropiados. Estuvo además vinculado a las dictaduras del Caribe y de Sudamérica. Smathers hizo la revelación el 25 de junio y demandó la ayuda de la OEA. Dijo que el entrenamiento finalizaría en seis meses. El Miami News admitía que se entrenaban mercenarios en la propia Miami, dirigidos por un ex miembro de la Infantería de Marina, Jerry Patrick Hemmings. Hemmings dejó el cuerpo de marines en octubre de 1958 y el año siguiente viajó a Cuba. Según Victor Marchetti, ex oficial de la CIA, ya era oficial de caso de Lee Harvey Oswald en 1959, asignado a la base secreta de la Infantería de Marina NAF en Atsugi, Japón, desde donde operaban "los U-2 que proveían no menos del 90 % sobre toda la información militar soviética". (2) En Cuba durante esos primeros años de la Revolución, Hemmings fue introducido en el grupo de Díaz Lanz, quien según documentos desclasificados por la propia agencia, propició, cuando era jefe de la Fuerza aérea cubana, un plan para atentar contra la vida de Raúl Castro, dirigido por el conocido oficial CIA David Sánchez Morales, diplomático entonces de la embajada de Estados Unidos en La Habana. Fue, además, según Wikipedia, un líder de Interpen (Intercontinental Penetration Force), de la cual, de acuerdo con investigadores como Anthony Summers, John M. Newman y Noel Twyman, varios de sus miembros participaron en el asesinato del presidente Kennedy. A Hemmings lo apresaron varias veces desde 1976, acusado de traficar con drogas y salió indemne por sus antecedentes como colaborador de la CIA. Al margen de la conclusión a la que llegó en junio de 1961 la comisión encargada de analizar el fracaso de Bahía de Cochinos, el inspector general de la CIA, Lyman Kirkpatrick, hizo su propia autopsia del desastre y llegó a la conclusión de que "Dulles y Bissell no habían sido capaces de mantener a dos presidentes, a dos administraciones informados de manera fiel y realista sobre la operación. De todos modos Dulles solo permaneció otros tres meses en el cargo y Bisell seis. Bahía de Cochinos enterró también ambas carreras de estos espías. (1) Arthur M Schlesinger. Robert Kennedy and his times. Ballantine. New York. 1978, p. 459. (2) Edward Jay Epstein. Legend, the secret world of Lee Harvey Oswald. McGRaw Hill, New York 1978, p. 556. (3) Tim Weiner. Legado de Cenizas. Historia de la CIA. Mondadori. Barcelona 2008, p. 183. GRANMA
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