RAQUEL MARRERO YANES Sin bigote, con pelo rizo y teñido, y unos espejuelos enormes con los que aparece en su fotografía más divulgada, es la imagen que utilizó en la clandestinidad Sergio González López, El Curita, para no parecerse a él. Sin embargo, es la que preside los lugares que llevan su nombre, pero no así la que recuerda su hija María Isabel González Vergara. Resulta difícil —dice consternada Isabelita a este diario—, describir La Habana de 1958 porque solo tenía 6 años de edad, y recordar a mi padre tal y como lo describen sus compañeros de lucha, quienes "nunca imaginaron que fuera de tanta acción"; "siempre fue perseguido por los esbirros, resultando el más integral de los jefes del clandestinaje en la capital".
"Me cuentan que fue detenido en varias ocasiones. Entre aquellos bisoños recuerdos, en mi memoria está el joven rebelde que detrás de las rejas fue capaz de tomarme entre los brazos y me llevó por las galeras para ver a sus compañeros. "Aquel 22 de octubre de 1957, sin poder comprender lo que sucedía, no pude verlo, porque al llegar a visitarlo al Castillo del Príncipe, le comunican a mi mamá que El Curita se había acabado de escapar de aquel terrible lugar. "Fue así que ese mismo día, lo encontramos en casa de un familiar y con la serenidad que lo caracterizaba nos acompañó hasta la casa para ver a mis tres hermanos, quienes también quedaron sorprendidos con su presencia". Pero antes de continuar hablando del padre, esta mujer responde la eminente interrogante que muchos se hacen. ¿Por qué El Curita? "Mi papá nació en Aguada de Pasajeros el 29 de octubre de 1921. Desde pequeño tuvo una formación católica, pero luego de estudiar en un seminario comprendió que no tenía vocación para el celibato y abandonó la intención sacerdotal. "Trabajó en el transporte urbano, primero en los tranvías y luego en la empresa Autobuses Modernos, de donde le proviene el sobrenombre de El Curita, debido a la huella de la educación religiosa que recibió. "A la muerte de su hermana Delia —dueña de una pequeña imprenta en la céntrica Plaza del Vapor, en esta capital—, mi papá quedó al frente del negocio, el cual puso al servicio de las denuncias contra el régimen, después del golpe de Estado de Batista. Desde entonces, aquel sitio empezó a identificarse como la imprenta de El Curita". Según escritos de la época, el lugar fue también espacio de reuniones clandestinas y refugio de combatientes. Pero una vez demolido el antiguo mercado, el parque que allí existe en las intersecciones de Galiano y Reina, en Centro Habana, lleva su nombre, en homenaje a la actividad revolucionaria que mantuvo como uno de los jefes más connotados de acción y sabotaje que tuvo el Movimiento 26 de Julio en La Habana. RECONOCIDO CLANDESTINO En 1945 El Curita fue dirigente sindical en la Havana Electric Railway Company y en 1947 se unió al Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), donde conoció a Fidel Castro y a futuros compañeros de lucha. A partir de abril de 1957, El Curita se convirtió en blanco de atención de los sicarios del régimen. A pesar de su experiencia de clandestino todo le indicaba que no le quedaba mucho tiempo de vida. Según cuenta la entrevistada, existen pruebas que atestiguan que su búsqueda era constante, por lo que fue detenido nuevamente y brutalmente torturado por esbirros, el 18 de marzo de 1958. Su cadáver apareció al día siguiente en Altahabana, un barrio de la capital cubana, junto a los revolucionarios y luchadores clandestinos Juan Borrel y Bernardino García Santos (Motica), todos horriblemente torturados". Desafortunadamente Sergio González López, y otros jóvenes caídos en 1958, no vieron el amanecer triunfante del Primero de Enero de 1959, como ellos soñaron. A 55 años de aquellos sucesos, no solo Isabelita, sino todo nuestro pueblo, los recordamos como "mártires del silencio que resistieron hasta la muerte las torturas sin el sonrojo de la delación". GRANMA
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