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Tu vergüenza, Sabino, no tiene precio

10/19/2013

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 SHEYLA DELGADO GUERRA

Como no lo podían comprar, les convenía muerto. Sabino Pupo Milián era una espina en la "garganta" famélica de la Manatí Sugar Company, que no podían "sacar", resquebrajar... y menos "tragarse".

A mala hora, para el clan norteamericano de los Rionda, llegó este campesino holguinero —nacido en marzo de 1895 en San Agustín de Aguarás— al camagüeyano pueblo de Camalote, entonces Álvaro Reynoso. Había no pocos "ceros" en juego (lo mismo en caballerías que en dólares) para que le "echaran a perder" la jugada a los Rionda. Era agosto de 1943.

Pero Sabino no solo sentía correr por sus venas la sangre de capitán mambí que le dio su padre, sino que estaba orgulloso de su origen y, como tal, aborrecía cualquier injusticia y subyugación. A Camalote llevó esperanza y respeto al campesino, vergüenza y odio a la opresión. Lucha. Y eso ponía en peligro demasiados intereses de "bolsillo".

En poco tiempo el hombre de piel curtida y manos callosas, gracias a las 16 zafras en una de las colonias del propio central Manatí, devino líder de los agricultores de la región y llegó a presidir la Asociación Campesina de Santa Lucía.

Inteligencia natural a pesar de ser analfabeto, capacidad para dirigir, valentía archiprobada, justeza... fueron algunas de sus cualidades más distintivas que le ganaron la admiración del campesinado en Álvaro Reynoso y, a la vez, pilares esenciales durante su gestión en aras de beneficiar a los agricultores y sus familias. A quienes más lo necesitaban, entregó tierras en El Mije, San Martín y Cayo Confites, pero para que las pusieran a producir de verdad. Veía en la cooperación la alternativa armónica de la subsistencia y en la defensa a cualquier precio de los derechos, el camino inequívoco de la dignidad humana.

Sin embargo, geófagos al fin, y como auténticos "devoradores de tierra", los dueños de la Manatí Sugar Company promovieron en 1946 un proceso judicial —en confabulación con el monopolio ganadero  King´s Ranch, cuyos propietarios eran estadounidenses— para demostrar supuestamente que las tierras del llamado Realengo "R", enclavado en la zona de Álvaro Reynoso, les pertenecía.

Sabino, al frente de los campesinos del lugar, estudiantes y obreros, se opone de inmediato a la macabra pretensión de desalojar a quienes trabajaban realmente la tierra.

Sobrevinieron meses de litigio. El 14 de octubre de 1948, fantoches de King¢ s Ranch, apoyados por los Rionda, se atreven a proponerle al líder agrario 50 caballerías de tierra, 100 mil pesos y otras ofertas tentadoras con una condición: retirarse de la lucha. A lo que aquel "guajiro analfabeto", como se cansaron de llamarle, les restregó en la cara el dinero y proposiciones con una lacónica respuesta: "No cederé ni aunque me regalen el central Manatí completo, ni por todo el dinero de la República vendería mi dignidad y a mis compañeros". Y para rematar, una frase que hoy está a la entrada de su entrañable Camalote: "¡No existe dinero para comprar la vergüenza del campesino!" Desde ese instante, Sabino Pupo estaba condenado a muerte.

Apenas seis días después, alrededor de las 2:30 de la tarde, mientras sacaba un ganado que intencionalmente habían mandado a echar en algunos sembrados, asesinos pagados por la misma compañía azucarera que planeó la provocación le dispararon a sangre fría: primero un balazo en el estómago y luego dos más cerca del cuello "a boca de jarro".

Sus verdugos jamás pagaron por el crimen que cometieron. "Riña tumultuaria" fue el nombre "bonito" que le pusieron los jueces al espeluznante asesinato. Una sentencia clásica del estilo neocolonial de impartir ¿justicia?, que puso término a un juicio efectuado en Cuba pero made in USA...

No dejó a ninguno de sus doce hijos, ni a su esposa Cándida, riqueza material alguna. Sembró un ideal y recogió un pueblo, una Revolución que ha entregado tierras a quienes las hacen producir y siguen el ejemplo incorruptible de Sabino Pupo Milián. Él es más que un nombre, una frase o un manojo de versos recitados de memoria. Sentimiento y nervio, inspiración y lucha. Así vive a 65 años de su asesinato el hombre cuya vergüenza, ayer y siempre, no tiene precio.

GRANMA


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