Fragmentos de la valoración realizada hace 50 años por Fidel sobre la importancia del asalto al Moncada Del discurso pronunciado el 26 de julio de 1963 en la Plaza de la Revolución ¿Qué importancia tiene esta fecha? Nuestro país se encontraba en situación similar a muchos otros países hermanos de la América Latina. Al gobierno castrense de Batista lo habían sucedido en el poder los gobiernos corrompidos de Grau y de Prío. Nuevamente el 10 de marzo de 1952 Batista y su camarilla se apoderaron por la fuerza de los destinos de la nación, el pueblo quedó ante una situación sin salida posible. La república había ido atravesando de gobierno en gobierno cada vez peores, cada vez más corrompidos, cada vez más entreguistas a los imperialistas norteamericanos; para la nación no se vislumbraban perspectivas de progreso posible, los males sociales se acentuaban, el desempleo crecía, crecía la incultura, crecía la pobreza. Mientras la población del país se había duplicado el país seguía viviendo del mismo número de centrales azucareros, de las mismas cantidades de azúcar que tenían un precio real muy inferior al que tenían en los años 20; crecía la población y no crecían las riquezas de la nación; nuestro producto básico bajaba de precio mientras los artículos de importación aumentaban constantemente en virtud del dominio que el imperialismo ejercía sobre nuestros mercados. Era enorme la incultura, era grande el desamparo de los ciudadanos humildes para adquirir educación, para adquirir un empleo decoroso, para ingresar en un hospital, para resolver cualquier problema vital para él o para sus hijos. Fue en esas circunstancias en que tuvo lugar el golpe de estado militar, y fue en esas circunstancias en que nuestro pueblo se quedó virtualmente sin salida. Pero por paradójico que parezca, fue precisamente en el instante en que los caminos estuvieron más cerrados que nunca cuando la salida del pueblo de Cuba se acercó más que nunca. Los partidos políticos habían sido disueltos, la prensa, la radio y la televisión al servicio de los intereses de la burguesía y del imperialismo y, por tanto, del régimen político imperante, y la nación privada de toda participación en la vida pública, tenía ante sí el proceso de acondicionamiento de aquella dictadura militar, que a fin de perpetuarse en el poder con el apoyo de los elementos politiqueros y de las clases reaccionarias, había entrado también en el rejuego electorero. Los partidos de la burguesía siempre se han prestado a ese rejuego, siempre se han prestado a esa maniobra; y en nuestro país los partidos de la burguesía y de los explotadores estaban colaborando con el régimen de Batista con vistas a repartirse las senadurías, los cargos en la Cámara de Representantes, y dividirse los frutos de la explotación y del saqueo de la nación. En aquellas circunstancias fue como surgió una táctica de lucha, una estrategia de lucha; en aquella situación fue cuando comenzó a elaborarse una nueva concepción de la lucha del pueblo. Réplica enérgica y digna al golpe de estado La importancia que tiene esta fecha radica en que aquel día inició nuestro pueblo, en escala modesta si se quiere, inició el camino que lo condujo a la Revolución. Cruzarse de brazos ante aquella situación habría significado la continuidad indefinida de la camarilla militar, la continuidad indefinida en el poder de los partidos reaccionarios de las clases explotadoras, habría significado la continuidad de la politiquería, de la corrupción y del saqueo sistemático de nuestro país. La importancia de aquella fecha es que abrió un nuevo camino al pueblo, la importancia de aquella fecha radica en que marcó el inicio de una nueva concepción de la lucha, que en un tiempo no lejano hizo trizas a la dictadura militar y creó las condiciones para el desarrollo de la Revolución. El ataque al cuartel Moncada fue la réplica enérgica y digna al 10 de marzo, fue la réplica decidida a aquel Gobierno instaurado a fuerza de bayonetas; y fue la respuesta que, una vez superados los primeros reveses, una vez superadas las deficiencias, una vez superada la inexperiencia, una vez desarrollada plenamente, hizo posible lo que antes parecía imposible: hizo posible la destrucción de un ejército moderno, en contra de una serie de teorías según las cuales el pueblo no podía luchar contra esa fuerza; hizo posible lo que parecía imposible, pero no fue un milagro. Lo que ha tenido lugar en Cuba no fue un milagro. Para nosotros los cubanos, no tendría tanta trascendencia conmemorar con júbilo, con entusiasmo, con fervor revolucionario esta fecha, si esta fecha ante nuestros ojos no tuviera el valor de una lección útil, utilísima, a decenas y decenas de millones de hermanos de América Latina; si esta fecha y lo que ella simboliza, no entrañara un sólido aliento, una firme esperanza de que hay remedio a los males de los explotados y hambrientos de este continente, de los millones de trabajadores y campesinos y de indios esquilmados en este continente; si no entrañara una esperanza y un aliento a la posibilidad de resolver de una vez y para siempre los trágicos males sociales de este continente, donde los porcentajes de muerte entre la población infantil se cuenta entre los más altos del mundo, donde el promedio de vida es bajísimo, y donde minorías oligárquicas —en complicidad con los monopolios yankis— saquean despiadadamente a esos pueblos. ¡Esta fecha tiene valor no como hecho que se proyecta hacia el pasado, sino como hecho que se proyecta hacia el porvenir! En aquellas difíciles condiciones para la Revolución —del esfuerzo surgido, como ocurre siempre en los acontecimientos históricos en que el esfuerzo y la idea surgen de unos pocos, y si es un esfuerzo bien dirigido y si las ideas son justas, van convirtiéndose poco a poco en el esfuerzo y en la idea de las masas—, en aquellas difíciles condiciones nuestro pueblo encontró una salida. El cuartel Moncada no cayó. Factores imprevistos hicieron fallar el intento de ocupar la fortaleza, factores imponderables. Aquello habría podido ser un duro golpe para nosotros, para nuestra convicción y nuestra fe de que aquel era el camino; aquello pudo circunstancialmente fortalecer la opinión de aquellos que afirmaban que no era posible luchar contra el ejército de Batista; pudo circunstancialmente fortalecer la opinión de los politiqueros y los argumentos de los politiqueros en favor de las componendas electoreras donde jamás el pueblo obtiene nada. Sin embargo, nuestra fe se mantuvo firme, inconmovible, de que aquel era el camino; y nos dimos de nuevo a la tarea, ya con más experiencia, ya más elaborada, de llevar adelante aquella lucha. Mas, cuando nosotros desembarcamos en el "Granma" 82 hombres, aun nos traicionó la inexperiencia, aun nos traicionó nuestra inmadurez como combatientes, y de nuevo un duro revés se asentó sobre nuestro esfuerzo y aquella fuerza expedicionaria —organizada y preparada con grandes esfuerzos y sacrificios— quedó virtualmente dispersa y aniquilada. Aquello habría podido ser un golpe tremendo para nuestra fe y para nuestra convicción de que aquel era el camino. Mas, sin embargo, nuestra fe y nuestra convicción se mantuvieron inalterables. Creíamos que aquel era el camino, ¡y al fin la historia y los hechos, la realidad y la vida, se encargaron de demostrar que aquel era el camino! ¿Si nosotros no hubiésemos hecho la Revolución alguien la iba a hacer por nosotros? Y quienes un día se vieron cercados entre los cañaverales, en número tan reducido que se podían contar con los dedos de una mano, y han vivido estos 10 años de Revolución y de lucha, y hoy les hablan y se encuentran frente a un pueblo entero como este, un pueblo formidable como este —que es a su vez forjador y producto de la Revolución—, ¿cómo no hemos de sentir en lo más hondo de nuestras almas la convicción y la fe de que para los pueblos hay siempre un camino, de que para los pueblos oprimidos hay siempre una solución? Mas ese camino no se abre solo, ese camino hay que abrirlo, ese camino tienen que abrirlo los combatientes revolucionarios. Y el deber de los revolucionarios es abrir esa brecha; el deber del revolucionario no es solo el estudio de la teoría; el deber de los revolucionarios no consiste en atiborrarse de conocimientos teóricos, olvidados de las realidades prácticas de la revolución; el deber de los revolucionarios no consiste solo en aprender y conocer y sentir la convicción de una concepción de la vida, y de la historia y de la sociedad revolucionaria, sino también en la concepción de un camino, de una táctica, de una estrategia que lo conduzca al triunfo de esas ideas. Ese es el deber de los revolucionarios, y no esperar hasta las calendas griegas para ver si los caminos se abren solos, o si por obra de milagro los regímenes explotadores desaparecen. Y el deber de los revolucionarios, sobre todo en este instante, es saber percibir, saber captar los cambios de correlación de fuerzas que han tenido lugar en el mundo, y comprender que ese cambio facilita la lucha de los pueblos. El deber de los revolucionarios, de los revolucionarios latinoamericanos, no está en esperar que el cambio de correlación de fuerzas produzca el milagro de las revoluciones sociales en América Latina, sino aprovechar cabalmente todo lo que favorece al movimiento revolucionario ese cambio de correlación de fuerzas, ¡y hacer las revoluciones! Esa es una cuestión demasiado clara y demasiado evidente. Y la culpa de que las condiciones determinadas se puedan desperdiciar, de que la oportunidad no se aproveche, de que las circunstancias no se utilicen debidamente, no la tendrá nadie, no la tendrá ningún otro partido o Estado revolucionario, no la tendremos nosotros; la culpa la tendrán los revolucionarios de cada país, porque es a los revolucionarios de cada país a quienes les corresponde hacer la revolución en cada país. ¿Si nosotros no hubiésemos hecho la Revolución alguien la iba a hacer por nosotros? Y donde los revolucionarios no sepan cumplir el deber, solo ellos serán responsables ante sus pueblos, solo ellos serán culpables ante la historia, porque es a ellos a quienes les compete decidir y actuar. Y nosotros lo que podemos hacer es reafirmar esta convicción, reafirmar esta fe absoluta de que la Revolución Cubana abrió las perspectivas de la lucha en numerosos países de este continente, y que la Revolución Cubana desarrolló un camino, una experiencia y un ejemplo, que si se comprende cabalmente habrán de ser muy útiles a otros pueblos de América Latina. GRANMA
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