GABRIEL MOLINA No es por azar que George Bush senior fue el primer alto oficial de la CIA a cargo de los planes contra Cuba. George Herbert Walker Bush, formó con Richard Nixon y Allen Dulles el siniestro trío que aconsejó a Eisenhower y a Kennedy empeñarse en una agresión armada para ahogar en la cuna a la Revolución Cubana.
Una de las tareas de Bush en 1961 fue suministrar tres buques de la Armada de Estados Unidos para el proyecto de la CIA que se desarrollaba en Guatemala. Bush los hizo pintar de modo similar a los barcos civiles y los nombró Bárbara, por su esposa; Houston, por su ciudad de residencia, y Zapata, por el nombre de su empresa petrolera, según relató L. Fletcher Prouty, ex oficial de enlace de la CIA al investigador Paul Kangas. Prouty trabajó como consultante de Oliver Stone en la película JFK. La CIA puso a su oficial George Bush y a su agente Félix Rodríguez Mendigutía, sobrino de un exministro de Batista, a cargo de reclutar exiliados cubanos desde 1959. Bush solicitó organizar la fuerza aérea de lo que sería la invasión a Charles Cabel, general de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, oriundo de Texas, dijo Kangas al autor en una reciente visita a La Habana. A menos de 100 días de su victoria en la Sierra Maestra, el comandante Fidel Castro visitó Estados Unidos en su primer viaje al extranjero como Primer Ministro del gobierno revolucionario. Respondía a una invitación de la Sociedad Cubana de Editores de Periódicos, en una visita de buena voluntad, pues desde los primeros días se desarrollaba una campaña de prensa negativa en ese país, a causa de las penas de muerte a que fueron condenados los criminales de guerra en juicios por los tribunales de justicia. En la noche del 15 de abril llegaba a Washington, donde es recibido por una entusiasta multitud de cubanos y latinoamericanos y comienza a romper el protocolo para saludarlos de cerca. (1) Al día siguiente se entrevista con el Secretario de Estado interino, Christian Herter y varios congresistas. Después visita el diario Washington Post y más tarde a los editores de los diarios y les explica la razón de los enjuiciamientos. El viaje fue un constante encuentro con la prensa para explicar ese tema y su programa de gobierno concebido desde el asalto al cuartel Moncada. El 19 de abril termina su programa en la capital al reunirse, en ausencia de Eisenhower —quien asistía en realidad a un torneo de golf—, con el vicepresidente Richard Nixon. El "ahijado" de Preston Bush y los Dulles aconsejó acabar con el joven guerrillero no más salir de la reunión, sin más causa que los intereses de sus padrinos. En el camino de regreso, Fidel visitó las universidades Yale, Princeton y Harvard, las tres preferidas por la elite de la nación, entre las 8 que componen la Ivy League. En el college de Connecticut, Yale, fue tratado de modo más modesto que en Princeton, donde lo llevaron en sus hombros los jóvenes anfitriones mientras lo aclamaban. En New Jersey el héroe cubano fue asediado y por la tarde, en la escuela Lawrenceville, habló en la capilla. Los estudiantes quedaron impresionados. "En Boston 8 700 miembros de la comunidad estudiantil de Harvard se congregaron al aire libre para aclamarlo, junto al decano de la Facultad de Artes y Ciencias, McGeorge Bundy, cuando ambos avanzaron entre la corriente de jóvenes por la Dillon Field House en un auto convertible". (2) Bundy tendría una destacada participación en las decisiones del gobierno de Kennedy sobre Cuba al frente de la Seguridad Nacional. Arthur M. Schlesinger, asesor y amigo de Kennnedy, había sido uno de los pocos que plantearon previas objeciones a la invasión de Girón, hasta que Robert Kennedy le dijo que no continuase, pues no podría dar marcha atrás y solo lograría perturbarlo. El autorizado escritor se refirió a esa visita de Fidel a Estados Unidos dos años antes de la victoria cubana en Bahía de Cochinos: "le oí hablar a varios miles de estudiantes en el Harvard Stadium. Pronunció una arenga memorable, especialmente por su habilidad para hacer chistes en inglés. Los estudiantes estaban encantados". (3) DIRTY DICK Y LOS BUSH George H. W. Bush fue elegido Representante a la Cámara dos veces por el 7º distrito del Estado de Texas, entre 1967 y 1971. Electo 41º Presidente de Estados Unidos, lideró el gobierno desde 1985 a 1989. Se desempeñó como Director de la CIA de enero a enero 1976-77. Sin embargo, antes ocultaba su labor en la agencia con los negocios de su padre, Preston Bush, quien participó junto a Allen y Foster Dulles en financiar el Partido Nacional Socialista de Alemania, el tenebroso régimen nazi de Adolfo Hitler. Precisamente a este trío debe su sucia carrera política Richard Nixon, iniciada de un modo no menos escabroso. El trabajo del joven Nixon en la contrainteligencia de la II Guerra Mundial, a lo que fue destinado al enrolarse, le permitió conocer anticipadamente que una investigación conducía hacia esas lucrativas actividades de los Dulles y Bush, con quienes negoció una provechosa discreción. En agradecimiento, Preston Bush lo incluyó en la lista de candidatos del Partido Republicano para el Congreso de Estados Unidos. Fue elegido Representante y pudo así distinguirse por un anticomunismo oportunista y despiadado en el Comité de actividades enemigas, era el McCarthy de la Cámara Baja. Como hombre de confianza de Dulles y las fortunas del petróleo y la banca, Nixon fue llevado por Preston Bush a la candidatura junto a Eisenhower, que le abriría el camino hacia la presidencia después del General. Preston guió a su hijo George I hacia la CIA y la política, con el fausto resultado de crear la dinastía Bush en la Casa Blanca, tras la eliminación del clan Kennedy por la tortuosa vía del asesinato que vengó la derrota de Nixon en 1960. El empeño mostrado en Bahía de Cochinos era parte de ellos. Cuando algunos periodistas han preguntado a Bush y Nixon dónde estaban el 22 de noviembre de 1963, dicen que no recuerdan. Kangas y otros investigadores tienen evidencias de que estaban en Dallas y conocían del asunto. Una de ellas es el aviso que Edgar Hoover recibió varios días antes de que grupos de cubanos de Nueva Orleans, quienes conspiraban con la CIA, hablaban del magnicidio en esa fecha exacta. El jefe del FBI lo envió a Bush, según el Fiscal Garrison. Al día siguiente de la gran derrota de Girón, el 20 de abril, el Presidente tenía que dirigirse a la Asociación Americana de Directores de Periódicos y no se podía hablar de otra cosa que ese fracaso. Ese día "las alegres esperanzas de los Cien días (del gobierno de Kennedy) habían terminado irrevocablemente; la hora de la euforia había pasado. En todo el país y en el mundo, la debacle estaba produciendo asombro y desilusión. Bundy recordó que Schlesinger se había opuesto y el Presidente contestó con sardónico humor: Ah claro, Arthur me escribió un memorándum que quedará bastante bien cuando se disponga a escribir su libro sobre mí. Sólo que más vale que no lo publique mientras yo esté vivo (...) No había vacilado en ningún momento en su determinación de no comprometer a tropas norteamericanas; si los Estados Unidos se moviesen contra Cuba, Khruschev podría tomarlo como pretexto para algún movimiento contra Berlín Occidental (...) El discurso a los directores le ofrecía la oportunidad de explicar la política de la autocontención y de desviar las demandas de acción contra Castro hacia un reforzamiento general de los designios norteamericanos". (4) Khruschev había confiado en que los intercambios con el Presidente Kennedy, le habían convencido. Pero ante la fuerza de los hechos, comprendió que se equivocaba y le envió una carta el propio 18 de abril, segundo día de la invasión, en la cual le señalaba que "EE.UU. tenía aún la posibilidad de no continuar inflamando la antorcha de la guerra, antes que se convierta en una conflagración mundial (...) El armamento militar y la situación política en el mundo son tales, en este momento, que cualquier denominada ‘pequeña guerra’ puede desencadenar una reacción en cadena en todas partes del mundo. En lo que a la Unión Soviética concierne, no debe quedar error sobre nuestra posición: Enviaremos al pueblo cubano y a su gobierno toda la necesaria ayuda para repeler el ataque armado a Cuba". (5) Otros famosos agentes de la CIA reclutados por Bush y Nixon para la invasión fueron Frank Sturgis, E. Howard Hunt, Bernard Barker y Rafael Quintero. Todos ellos estuvieron involucrados años después en el magnicidio y en el escándalo Watergate, cuyo objetivo verdadero fue, según Kangas: "ocultar el maldito asunto de la Bahía de Cochinos; era un código que Nixon usaba siempre para referirse al asesinato de Kennedy". (1) Luis Báez: Fidel por el mundo, Casa Editora Abril, La Habana, 2011, p. 26. (2) Alexandr Fursenko & T. Naftali: One hell of a gamble, W. W. Norton, New York, 1997, p. 10. (3) A. M. Schlesinger: Los Mil días de Kennedy, Ayma S.A., Barcelona, 1966, p. 168. (4) Ibid, pp. 215-217. (5) Biblioteca Kennedy: Archivos de Seguridad Nacional, Serie de países. URSS. Correspondencia de Khruschev. GRANMA
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April 2016
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