Dilbert Reyes Rodríguez A sus 59 años, Annis Arzuaga conserva de la Sierra la familiaridad del trato y la frescura en la conversación. De los picos empinados de la Maestra salió un día con apenas 12 abriles, embrujada por aquel joven —casi niño— de uniforme, cartilla y lámpara de gas, que ante sus ojos obró el milagro de enseñar a sus padres a escribir los nombres. ¡Quiero ser igual a él!, pidió entonces a sus progenitores, y ellos no se negaron y la dejaron partir; no a la ciudad bulliciosa, sino a enfrentar el desafío de la preparación emergente en las intrincadas lomas de Minas del Frío y Topes de Collantes.
Con solo 15 años, la primera experiencia en un aula fue terrible. "Los niños esperaban a su maestra de siempre para celebrarle el cumpleaños. Ante la ausencia de la profesora me enviaron a mí, y la entrada causó tanta decepción en una pequeña, que el pastel de la fiesta voló y pasó muy cerca de mi cara. "Solo salí del estupor con las caricias y disculpas del resto de los niños, que comenzaron a ofrecerme sus regalos. Me repuse del susto y di la clase." Desde ese momento no ha perdido jamás el contacto con los pequeños, aunque su estilo no es permanecer de pie entre un pizarrón y un grupo de infantes en sus pupitres, dictando una lección monocorde. Como psicopedagoga del seminternado Orlando Lara Batista, de la ciudad de Bayamo, prefiere a los pequeños a su alrededor, hablándoles como sus madres lo harían, haciéndoles reír e instruyéndoles sobre lo mejor de los valores humanos y patrióticos. "Me preocupan mucho sus conflictos familiares, y esa es la esencia de mi trabajo. Siempre vinculo la escuela con la cotidianidad de su casa y su barrio, e intervengo cuando las relaciones afectan el aprendizaje. "La familia del niño ocupa gran parte de mi labor educadora, con ella trabajo permanentemente y los años me han enseñado a hacerlo bien." Annis lo confirma con propiedad, porque el otro secreto didáctico está en que casi la mitad de su vida ha sido dirigente de la mayor organización de masas del país, que ya cumplió más de medio siglo. Coordinadora de una zona cederista en Bayamo, ella conoce bien las interioridades de su barrio, la diversidad de caracteres y comportamientos entre las familias y la influencia directa en la formación de los más pequeños. "Los CDR son un exigente polígono de prueba para mis habilidades de educadora. Precisamente porque creo que la labor del maestro nunca cesa y debe estar siempre presente, tanto en la escuela como en la comunidad, es que siento cumplida mi responsabilidad en la cuadra. "Orientar, guiar, promover el debate y convencer, siempre es más fácil cuando se tienen vocación y herramientas pedagógicas; como se pone de manifiesto ahora, ante la necesidad de extremar el ahorro energético y la vigilancia sanitaria en los hogares. "Ahí es donde radica justamente la fortaleza de mi zona, destacada en la cotización, la emulación, la limpieza de las cuadras, el apoyo y participación en las actividades políticas y productivas, así como la recogida de materias primas. En el barrio tengo varios docentes y la mayoría ocupan cargos cederistas." Al decir de Annis, el éxito de su vida está en esa percepción que siempre tuvo de un maestro, nacida en la impresión primera provocada por aquel alfabetizador bisoño en la Sierra, y confirmada al cabo de su experiencia en el magisterio. "Un educador no es el instructor autómata que ofrece conocimiento en bruto a cambio de un salario; sino aquel que pone el alma al enseñar, lo hace con infinito amor, y es capaz de escuchar y comprender con suma sensibilidad a sus pupilos. Es quien padece y vive para ellos." GRANMA
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April 2016
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