(Tomado de Las memorias de Liborio. La república de los años 50, del Instituto de Historia de Cuba, Editora Política, La Habana, 2005, pp. 24-27).
Nació en La Habana el 1.0 de diciembre de 1920. Sus mayores fechorías las cometió dirigiendo las tropas que incursionaban en el territorio de la antigua provincia de Oriente. Allí sembró la desolación y el crimen entre los campesinos y la población civil de la zona de operaciones de la Sierra Maestra. Se alistó en el ejército el 18 de mayo de 1942, y sus ascensos fueron como sigue: el 13 de octubre de 1948, a teniente, el 10 de marzo de 1952, a capitán, hasta que en agosto de 1958 alcanzó el grado de teniente coronel. Era un incondicional servidor del gobierno del dictador Fulgencio Batista y Zaldivar. Para otorgarle sus ascensos nunca se tuvo en cuenta las causas judiciales radicadas en su contra. La primera, la No. 57, de 1949, por el delito de incapacidad para el cargo, la cual fue sobreseída un mes más tarde; las otras tres que obran también en su expediente militar fueron incoadas por el Tribunal Superior de Jurisdicción de Guerra, del Estado Mayor del Ejército: la No. 10 del 3 de febrero de 1958, por supuestos delitos de asesinato y lesiones, la No. 29, del 17 de abril de 1958, por tres delitos de homicidios, conexos con los dos de homicidio imperfecto y la No. 49 del 28 de julio de 1958 por homicidio. Su carrera delictiva más “notable” comenzó a partir del 28 de mayo de 1957, al ser nombrado jefe de batallón en la Sierra Maestra. En esa región cometió incontables crueldades y atropellos. Fueron tantos y tan horrendos los ultrajes, asesinatos y torturas ejecutados por este asesino, que es imposible en este pequeño trabajo reflejarlos todos. Para que se tenga una idea del salvajismo de este esbirro con relación a la población civil, veamos un documento del propio ejército de la tiranía, enviado al mando superior, el 16 de noviembre de 1957 y firmado por Manuel Ugalde Carrillo, Jefe de Operaciones de la Sierra Maestra, donde se describe lo siguiente: “Que mientras se encontraban efectuando un registro, las fuerzas del Batallón 3 de la Zona de Operaciones, al mando del Comandante Merob Sosa, el día 14 de noviembre de 1957, a las 21:20 horas, en la zona del Central Pilón y el caserío de Ojo del Agua, hubo de sorprender “una pandilla que mandaba el conocido Crescencio Pérez”, a la cual le causó 30 bajas por muerte y que solo su batallón tuvo 4 heridos leves.”[1] Faltaba a la verdad y engañaba a los jefes superiores, cuestión bastante frecuente de tales personajes; ocultaba abierta y descaradamente las represalias que se tomaban contra la población civil, además, una total desproporción en una acción bélica de guerra, en la que “no hubo heridos por parte del adversario, todos resultaron muertos”. Para que se tenga una idea de tal falsedad, basta señalar, que durante el rechazo a la ofensiva de verano en 1958 -que duró 76 días- y donde la tiranía puso todas sus fuerzas en tensión para liquidar las fuerzas rebeldes, estas solo perdieron 27 combatientes por muerte, en más de 100 acciones combativas de diferente envergadura. Otra de las “hazañas” de este sádico teniente coronel fue su condición de verdugo y torturador en Bayamo, que para torturar y masacrar a sus víctimas se desnudaba completamente. Muchas personas preferían suicidarse antes de ir a un interrogatorio con Merob Sosa, a otras tantas las llevó a la muerte. Algunas que lastimó y milagrosamente salvaron la vida fueron testigos de cargo en las causas judiciales que se siguieron en su contra. El lugar denominado La Pesa, en la ciudad de Bayamo, fue el escenario de las más horribles torturas, allí Flora Mirabal de Díaz, Evelio Yero y José Díaz sufrieron en carne propia sus desmanes. En La Pesa este asesino y sus secuaces, entre otros “métodos para hacer hablar a los prisioneros”, le propinaban palizas, quemaduras con hierro candente, y otros horrores como triturarle los órganos genitales, con la presencia repulsiva de Merob Sosa. Por si esto fuera poco, en el lugar existían la silla del candil o la silla de niños, con un hueco en el centro y una lámpara debajo, y la cruz eléctrica o la cruz de Lola, en la que amarraban a los detenidos y luego se aplicaba un extraño dispositivo canicular para administrarles un bárbaro corrientazo en plenas entrañas, que los dejaba inconscientes o los mataba. La actuación de este sanguinario exteniente coronel del ejército batistiano no solo era repudiada por los revolucionarios y el pueblo, que sufrieron en carne propia sus desmanes, sino por sus compañeros de armas. Tal es el caso del entonces coronel Rafael García Cáceres -quien se hizo cargo del Puesto de Mando de Bayamo- que al visitar La Pesa y conocer lo que allí ocurría expresó: “ni a Hitler y a sus nazis se les ocurrió una cosa igual”.[2] Esbirro, homicida y violador de los derechos humanos, son algunos de los adjetivos con los que se puede calificar a Merob Sosa, quien además, en los Estados Unidos donde se refugió huyendo de la justicia cubana, no se avergonzaba de su pasado, por el contrario se vanagloriaba y autoproclamaba genocida de campesinos y de “quemar los bohíos con los guajiros adentro”, sin importar que hubieran mujeres y niños. Precisamente, este fue el sujeto designado como jefe militar de la primera organización terrorista creada en enero de 1959 en territorio norteamericano, con el fin de seguir causando daños materiales y humanos a este pueblo. [1] Archivo del Instituto de Historia de Cuba. Fondo 24. Partes de la zona de operaciones del ejército. [2] Revista Bohemia, La Habana, 1.0 de marzo de 1959, pp.4-6 y 148-151. Reportaje gráfico que muestra las crueldades cometidas en La Pesa por Merob Sosa y sus secuaces. CUBA HISTORIA
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