Entre los cientos de miles de jóvenes y casi niños que en el año 1961 respondieron al llamado de Fidel para alfabetizar a toda Cuba, estuvo Conrado Benítez, quien fue asesinado al comenzar la campaña por quienes ansiaban apagar el faro de la educación Ventura de Jesús Es difícil saber con exactitud cuántas escuelas llevan su nombre. Lo que se conoce con certeza es que en muchos planteles de Cuba le rinden tributo a Conrado Benítez, uno de los jóvenes que se hizo maestro voluntario en 1960 para llevar la educación a las zonas más recónditas del país. ![]() Ha transcurrido medio siglo desde su vil asesinato, y Conrado sigue siendo muy recordado y querido. ![]() La tía Miní recuerda cuánto se alegró Conrado cuando se enteró del llamado de Fidel a alfabetizar. "Yo nací tres años después de su muerte. Cuando tuve uso de razón mi padre contó una y otra vez detalles de la triste historia. Supe que era un muchacho muy educado, al que le gustaba trabajar para ayudar en la casa e idolatraba a su abuela María Luisa. Se distinguía, además, por su timidez, era callado y algo introvertido; eso sí, tranquilo y cariñoso".
Regla tiene 47 años de edad, estudió licenciatura en Matemática y es docente en la sede Universitaria de Cultura Física, en Matanzas. "Quizás sea pura coincidencia, pero en la familia hay varios maestros", dice sin disimular su admiración por el primo a quien no conoció y de quien tanto se habla en casa. De los más queridos Herminia Benítez López fue de las personas más allegadas a Conrado. Miní, como todos la llaman, vivía pendiente de los pasos de su sobrino y nunca lo perdió de vista. "Era una de las personas que más quise en este mundo, tanto como a mis dos hijos", confiesa esta anciana de 86 años de edad y con todas sus nostalgias vivas. El día que le dieron la noticia de su muerte fue uno de los peores de su vida, recuerda. Miní vive aún en la calle San Francisco, en el mismo hogar donde vino al mundo Conrado, el maestro voluntario cuyo ejemplo sería imitado después por miles y miles de jóvenes de todo el país, en una gesta impar de la cultura y una extraordinaria demostración de lo que pueden hacer las masas. Sentada en la pequeña sala de su casa, con el pelo recogido en la nuca y con cierto temblor en sus manos, Herminia recuerda al joven que a los 18 años no había tenido tiempo de pensar en la muerte. Cuenta que desde bien temprano mostró interés por la escuela. No olvida tampoco su preocupación por ayudar en las tareas de la casa. "Él mismo se construyó un cajón de limpiabotas y luego, ya en la secundaria, se iba por las noches con sus amigos Adolfo y Evelio a la panadería La Caoba, aquí en Pueblo Nuevo, para cooperar con nuestra economía. No era niño de andar pidiendo. Había que obligarlo a coger el medio para que fuera al cine". Dice Miní que todavía recuerda la cara de alegría que puso cuando se enteró del llamado de Fidel a los jóvenes que estaban dispuestos a dar clases en las montañas y lugares apartados. Llegó a la casa muy contento. Comentó que iban a venir con unas planillas. "Yo las voy a llenar", dijo. En Minas de Frío, en la Sierra Maestra, pasó Conrado la etapa de entrenamiento y capacitación durante varios meses. Al repasar en su memoria, Miní evoca que por aquella época se le veía contento, conoció a una muchacha de Camajuaní de la cual llegó a ser novio; disfrutaba de su papel como maestro y admiraba la forma en que sus alumnos le agradecían. "Los campesinos lo querían mucho. Salió con ellos, incluso, a cortar la madera para hacer los pupitres de la escuelita. Cuando vino en diciembre se llegó hasta la capital para comprarles algunos juguetes a sus niños". "El delito" de alfabetizar Junto a un grupo de maestras voluntarias, salió Conrado desde Matanzas rumbo a las lomas del Escambray en los primeros días de enero. Recogen historiadores que varios alzados, que vigilaban la casa donde dormía el maestro, lo apresaron por la madrugada y se lo llevaron. Después apareció asesinado debajo de una mata de guásima junto a Heliodoro Rodríguez Erineo, combatiente del Ejército Rebelde y fundador de las Milicias Nacionales Revolucionarias en el Escambray. El cuerpo del maestro presentaba heridas de arma blanca. Era evidente que antes de ahorcarlo lo habían apaleado. Conrado tenía apenas 18 años. "Lo asesinaron por el delito de enseñar a leer y a escribir, y para amedrentar a los que ya estaban alistados en las brigadas de alfabetizadores. Pero lograron todo lo contrario. Los maestros se multiplicaron. Todo el mundo se brindó. Luego nos animó mucho saber que el país había sido declarado libre de analfabetismo. "Ver a aquellos jóvenes, casi niños, con sus uniformes, faroles y otros atuendos me ayudó a sobrellevar su ausencia. Siempre lo llevo en mi corazón. No me olvido de él ni un minuto. Su muerte causó gran conmoción, pero no fue en vano", confiesa la tía que lo quiso como una verdadera madre. Centenas de miles de niños y jóvenes partieron hacia las montañas en valiente reto a los asesinos y no bajaron más hasta que, a finales de 1961, Cuba fue declarada libre de analfabetismo. Décadas más tarde se ensanchó el homenaje a Conrado y a otros mártires de la Revolución, cuando miles de compatriotas marcharon a otras tierras a borrar para siempre la ignorancia y la incultura. GRANMA
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