ENTRE EL 16 y el 19 de febrero de 1957, el Comandante en Jefe Fidel Castro sostuvo su primer contacto, en la finca de Epifanio Díaz, con los principales dirigentes del llano: Frank País, Celia Sánchez, Armando Hart, Faustino Pérez, Haydée Santamaría y Vilma Espín. Fidel exhortó allí a apresurar los preparativos del envío del refuerzo armado que se sumaría a la guerrilla base.
En la noche del 19 de febrero, ya en el llano, se produjo la primera reunión para dar cumplimiento a la tarea encomendada por Fidel. Frank País explicó allí, detalladamente, la necesidad de enviar cuanto antes a la Sierra Maestra un refuerzo de más de 50 hombres armados. Se reafirmó, asimismo, que Frank, Vilma y otros compañeros se encargarían de seleccionar los hombres en las distintas células del Movimiento en Santiago de Cuba, mientras en la zona de Manzanillo el trabajo sería dirigido por Celia y los principales cuadros del Movimiento 26 de Julio en la región. Frank orientó que cuando los compañeros llegaran a Manzanillo los concentraran en la arrocera del señor Hubert Matos y de allí los ingresaran paulatinamente a la Sierra Maestra. Pero, dos o tres días antes de que comenzaran a llegar los compañeros, Hubert Matos fue a ver a Felipe Guerra Matos "Guerrita" y le planteó la imposibilidad de recibir a los hombres que venían de Santiago enviados por Frank País, toda vez que se le había enfermado su hijo y tenía que salir inmediatamente para La Habana. Explícaselo a Celia, pues no tengo tiempo ni para hablar con ella, le dijo a Guerrita, con la mayor naturalidad del mundo. "Yo me desconcerté, cuenta Guerra Matos, pues ya lo teníamos todo preparado en ese lugar. De todas formas di la espalda y me fui. "Rápidamente —rememora Guerra Matos—, informé a nuestra jefa, Celia Sánchez, de la inesperada situación, y ella me ordenó partir de inmediato hacia Santiago de Cuba e informárselo a Frank". Mientras "Guerrita" informaba a Frank todo lo ocurrido, a Celia, en Manzanillo, se le iluminó el rostro cuando le vino a la mente el marabuzal de la finca La Rosalía, que administraba René Llópiz, el hermano de Héctor, su gran amigo. Por primera vez, el marabú se convertía en algo de extrema utilidad. El marabuzal se erguía majestuoso dentro de la finca La Rosalía. De un embrionario aromal de finos tallos espinosos, se había transformado con el paso de las lluvias y los años en un portentoso bosque de gruesos troncos que se alzaban arrogantes, a más de tres metros de altura, sobre la tierra manzanillera. Ubicado a solo diez kilómetros de Manzanillo, a la orilla de la carretera que conduce a Yara, el monte se enseñoreaba a menos de 1 500 metros de la cárcel del pueblo, por lo que le sería muy difícil imaginar al más perspicaz de los guardias amarillos o azules, que allí acamparía por más de 15 días una fuerza rebelde. Según los recuerdos de varios participantes, en la medida en que los hombres se ubicaban en la finca La Rosalía, la infatigable Celia los vacunaba contra el tétanos y el tifus, a la vez que les suministraba otros tipos de medicinas que necesitaran los combatientes. Los equipaba, además, de uniforme, mochila, y botas de campaña. También imponía una férrea disciplina y los preparaba psicológicamente para los sacrificios y carencias que debían enfrentar en la montaña. El 15 de marzo, alrededor de las diez de la noche, salieron del marabuzal en dos vehículos bajo un aguacero que no quería amainar, y la situación se tornaba cada vez más compleja, pues los hombres estaban totalmente entripados de agua y fango. No obstante las inclemencias del tiempo, ningún combatiente daba muestra de desánimo, por el contrario, entre palabrotas y ocurrencias instaban a continuar la ruta. Al final los camiones no pudieron continuar y los compañeros siguieron su marcha a pie rumbo a la Sierra Maestra por un sendero abrupto en el que tuvieron que sortear intensos fangales y otros laberintos muy difíciles de enfrentar por una tropa poco ajetreada en estas peripecias. Luego de algunas paradas de descanso lograron arribar a la finca de Epifanio Díaz; allí los esperaba el Comandante Ernesto Che Guevara, comisionado por Fidel para recibirlos y conducirlos hacia donde estaba el máximo líder de la Revolución. En la noche del 24 de marzo, en un campamento improvisado en la ladera de la majestuosa montaña conocida como la Derecha de Caracas, la bisoña tropa se encontró con Fidel y los 12 guerrilleros que se mantenían constantemente a su lado. Fue un extraordinario acontecimiento, que el Comandante en Jefe calibró en toda su dimensión: "Hemos vuelto a ser casi tantos como los que fuimos cuando el Granma. No hay fuerza humana capaz de derrotarnos." (Fragmentos tomados del libro El Marabuzal, de José Antonio Fulgueiras) GRANMA
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