Ventura de Jesús En su histórico alegato de autodefensa el 16 de octubre de 1953, Fidel se refirió con demoledora sencillez al médico mártir del Moncada, a quien los sicarios batistianos segaron la vida el día en que cumplía 41 años de edad. "El primer prisionero asesinado fue nuestro médico Mario Muñoz que no llevaba armas ni uniformes y vestía su bata de galeno, un hombre generoso y competente que hubiera atendido con la misma devoción, tanto al adversario como al amigo herido. En el camino del hospital civil al cuartel le dieron un tiro por la espalda y allí lo dejaron tendido boca abajo en un charco de sangre". Cuentan que en horas de la madrugada, a escaso tiempo del asalto, el revolucionario vio al líder del movimiento 26 de Julio y se fundió con él en un abrazo. El doctor Muñoz dijo a Fidel: "¡Qué fecha has escogido! Hoy cumplo 41 años, y los pongo en tus manos... ". INFUNDÍA RESPETO Y ADMIRACIÓN El doctor Mario Muñoz Monroy se hizo querer de todos los que le conocieron, especialmente en su pueblo natal, Colón. En el municipio matancero se erigió, al servicio del pueblo, el primer hospital construido completamente por la Revolución a raíz del triunfo y que lleva su glorioso nombre. Aquí se puede fácilmente seguir los trazos indelebles de su vida, a quien todos llamaron El Médico del Moncada, y que por orden explícita de Fidel no participó como combatiente en los sucesos del 26 de Julio de 1953. Gente como él infunden respeto y admiración, destaca Carlos Manuel González Quintana, historiador de la ciudad. "Llama la atención la madera de líder que tenía y su sentido de la honestidad, atributos que se hicieron visibles desde temprana edad y que alguna vez destacó Heriberta Martínez, quien fuera su maestra en la escuela primaria". Para Carlos Manuel González también es reveladora la personalidad multifacética de Mario. "Dominaba varias ramas de la ciencia y la técnica. Era aficionado a todo lo que significaba progreso para la sociedad humana. En sus ratos libres practicaba el pilotaje de aviones pequeños, era un ferviente radioaficionado, le gustaba la fotografía y la filmación de películas. Durante su juventud jugó baloncesto, luego practicaría pelota, natación y pesca". Su sobrino Roberto Muñoz, quien contaba once meses de nacido cuando los sucesos del Moncada, cuenta que la muerte de su tío marcó a toda la familia. "Para mis abuelos Marciliano y Catalina fue un golpe demoledor. Yo lo recuerdo con la alegría entrañable con la cual siempre hablaba mi padre, y agradecido por el ejemplo que nos dejó. Era un hombre que rechazaba la injusticia, contrario a todo lo mal hecho y exigente consigo mismo". TEMPRANAS INQUIETUDES REVOLUCIONARIAS Nada condensa mejor la vida de este revolucionario que los relatos de los investigadores Míriam Hernández y Eduardo Marrero, quienes lograron recoger los pasajes más significativos de su vida y acción a través de una búsqueda en diversas fuentes y que aparecen en el libro El Médico del Moncada, editado por Ediciones Verde Olivo en el 2000. Significan que, entre otros méritos, Mario Muñoz estaba señalado por su buen corazón, su exquisita sensibilidad como profesional de la medicina y su amor por la familia, en especial por sus dos hijas. "Resulta difícil desligar su vida íntima y familiar de la profesional y revolucionaria. Ellas se complementan, nos ofrecen al ser real, sin mistificaciones, y brindan el carácter y las razones de su actuación. "Creció recibiendo y dando afecto. Amó entrañablemente a su madre. Igual sentimiento lo unió al padre, a quien ayudaba en el estudio fotográfico casi a diario a pesar de sus múltiples responsabilidades. "La estricta educación familiar y su aplicación forjaron un carácter incorruptible y rebelde ante cualquier injusticia o violación de los principios morales dentro de los cuales se formó, pero su carácter serio y a veces intempestivo, se adecuaba con naturalidad y cubanía a las más disímiles situaciones". RECUERDO INDESTRUCTIBLE La casa donde vivió sus últimos años y desde donde partió hacia Santiago de Cuba, conocida como la Casa de los Mártires del Moncada es un sitio que hace indestructible el recuerdo de Mario. Según Alfredo Ramos García, director de la institución cultural, allí se exhiben en tres salas colecciones de piezas que abarcan la vida y obra de Muñoz Monroy y otros matanceros mártires de la gesta. El inmueble inspira sentimientos nobles y fascina sobre todo a los más pequeños que acuden frecuentemente a la casa para conocer algo más sobre el Médico del Moncada, uno de los hijos más queridos de Colón y de Cuba. GRANMA
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