DILBERT REYES RODRÍGUEZ Girón puede revivirse de distintos modos. Si hablaran, hasta el diente de perro, la arena de las playas y los mangles aún en pie, pudieran narrar aquellos días de abril. Pero la historia también necesita orden, y como esas horas terribles y gloriosas fueron solo 72 gracias a la pericia militar, los anales de la gesta encuentran testimonios más útiles en los estrategas que guiaron al pueblo armado; desde los "fogueados" en la Sierra, hasta los oficiales estrenados y graduados en la Ciénaga.
Sin embargo, hay algo diferente en las vivencias del hombre sin grados; ese que en masa consumó el triunfo. Hay otra pasión en sus palabras, una expresión distinta de la rabia después de los bombardeos, una emoción peculiar cuando cuenta la movilización y el apuro incontenible por chocar de frente con el invasor, un dolor húmedo y palpable al recordar al amigo asesinado por la metralla, una franqueza admirable al decir de los sustos y, por qué no, del miedo natural y humano... y hay hasta un brillo singular del rostro al concluir narrando el desenfreno feliz tras la victoria. Por eso, 51 años después, también nos procuramos tales historias. Intencionalmente las buscamos, incluso bien lejos de Girón, en la provincia de Granma, y fue imposible registrarlas todas. Es que Girón fue una batalla de Cuba entera. RECUERDOS A RETAZOS Para algunos soldados hubo heroísmos que trascendieron las acciones de guerra. Si no, ¿por qué el bayamés Amílkar Polanco, tan pronto se enteró del desembarco, interrumpió el velorio de su hermano asesinado por bandidos en Pinar del Río, y partió para Managua, a sumarse a su puesto del Ejército Rebelde? "El 10 de abril mataron a Heberto. Estaba en el velorio en la finca de mis padres, en la Sierra Maestra, cuando un vecino me habló de la invasión y sin pensarlo partí en una guagua. ¿Había mejor manera de vengar a mi hermano que defendiendo a la patria de sus enemigos?" La modestia lo sacó de su historia para hablar de otros soldados: "Como Verdecia, de Pilón, que fue el primero en levantar la mano cuando Fidel pidió un voluntario para parlamentar con los mercenarios sobre la entrega de campesinos rehenes y el cadáver de una niña". Juan Collada llegó a Girón también en las filas del Ejército Rebelde, y aunque tenía experiencia de la clandestinidad en Bayamo, afirma que conoció la verdadera cara de la guerra en el central Australia, "al toparme los compañeros muertos, heridos, mutilados, los quemados por el NAPALM, quienes a pesar de la carne ardida llegaban sin llorar y nos gritaban ¡Patria o Muerte! ¡Acaben con ellos! "Y qué decir de los muchachitos de la base Granma, que operaban las ametralladoras cuatro bocas. Confieso que al ver esos niños de 14 y 15 años, dudé de una respuesta firme a la hora cero. "Cuando llegó el primer B-26 enemigo, demoraron en disparar y pensé ‘ya les dio miedo’; pero solo esperaban un acercamiento mayor, y cuando los tuvieron casi sobre sus cabezas abrieron fuego. Se batieron con tal temeridad y puntería, que al segundo sobrevuelo lo impactaron y derribaron. Fue una tremenda lección de valor", afirmó Collada. Del batallón de la Policía, Roberto Serguera exalta los pocos metros que los separaron del enemigo en un tiroteo donde se veían las caras. "El mismo Gallego (José Ramón Fernández) y la gente que nos recibió en la playa nos tildaron de locos. Pero es que no había alternativa entre el mar, el diente ‘e perro y los manglares. La orden era avanzar a toda costa, y eso hicimos. "El soldado sabía la necesidad urgente de vencer y rápido. Por eso nadie dio un paso atrás, ni aun con los morteros cayendo sobre nuestras cabezas y matando varios compañeros". Por último topamos con Orlando Pérez y uno de esos recuerdos atizados por la alegría del triunfo. "Lo revelé 36 años después. A la medianoche del primero de mayo de 1961, todavía con los recuerdos apostados en el tercer cerco tendido a los mercenarios dispersos, yo fui el que inició entre los milicianos un largo tiroteo al aire, para celebrar el día de los obreros y la reciente victoria de Girón. "Tiré un peine de ametralladora que se generalizó rápido. Hubo milicianos que se quedaron con una bala. Claro, como muchachito al fin, después no sabía dónde meterme, y hasta humo de tabaco le eché al cañón para enmascarar. Nadie me echó pa’lante y eso me salvó de un castigo. Pero ya dije, nos duró mucho tiempo la euforia de la victoria y el orgullo de haber participado en ella". ¿Cuántas voces cubanas podrán replicar historias personales de rabia y ganas de justicia, de arrojo y hazañas, de dolor y alegría final? ¿Cuántos pasajes no narrados, archivados más de medio siglo por hombres sin nombres públicos? El soldado de Girón fue un héroe multiplicado y, como ocurre cuando la batalla es justa, su nombre no es otro sino Pueblo. GRANMA
0 Comments
Your comment will be posted after it is approved.
Leave a Reply. |
Archives
April 2016
|