GABRIEL MOLINA
El presidente Dwight D. Eisenhower siguió los consejos de su vicepresidente Richard Nixon y ordenó el 17 de marzo de 1960 a Allen Dulles, director de la CIA, intensificar el apoyo a los alzados en zonas montañosas de la isla para respaldar a una fuerza invasora cubana que desembarcaría y llevaría a cabo una acción de guerrillas contra el Gobierno. "La fase inicial de las operaciones paramilitares contempla el desarrollo, apoyo y orientación de grupos disidentes en tres áreas de Cuba: Pinar del Río, el Escambray y la Sierra Maestra. Estos grupos serán organizados para una acción guerrillera concreta contra el régimen", expresa el texto. (1) En la práctica se agregó la provincia de Matanzas, también en zonas de difícil acceso. Dulles presentó el plan, que incluía formar el mayor número posible de organizaciones contrarrevolucionarias, realizar toda clase de sabotajes y atentados, intensificar la propaganda y la captación de adeptos, sembrar el terror y desestabilizar y hacer insostenible la situación en el país con otras medidas de carácter económico hasta derrocar al Gobierno. De inmediato la CIA comenzó a montar en Guatemala y Miami la agresión. Este operativo, conocido finalmente en la CIA como Plan Pluto, primero se llamó Plan Escambray y después Plan Trinidad, antes de adoptar su nombre criptográfico definitivo. Desde el primer momento su objetivo consistía en, además de reclutar y adiestrar una fuerza contrarrevolucionaria para alzarse en las montañas de la región central de Cuba, junto a otras medidas paramilitares —unidas a las económicas y diplomáticas—, acabar con la Revolución cubana. Desde entonces Eisenhower aprobó a esos efectos un presupuesto de 13 millones de dólares para el Plan Escambray. La CIA planeaba formar pequeños grupos que se filtraran en Cuba o se alzaran directamente en las regiones montañosas y establecieran centros de resistencia. Los suministros en armas y alimentos les serían enviados desde Estados Unidos, a través de vuelos de aviones piratas. El presupuesto fue creciendo y a la larga, costó más de 250 millones de dólares a los contribuyentes norteamericanos. El fracaso en hacer llegar los suministros a las manos de los alzados fue una de las razones que hicieron variar la concepción táctica de la CIA por la de un asalto directo semejante al de Guatemala en 1954. En eso consistió el Plan Trinidad, segunda variante diseñada por Dulles, quien incorporó a oficiales que habían actuado contra el gobierno de Arbenz, como Howard Hunt, más tarde organizador de los "plomeros" de Watergate. A mediados de 1960, se alzó en el Escambray la banda de Osvaldo Ramírez, quien conocía la región palmo a palmo por ser oriundo de la zona de Sancti Spíritus, la que recorría de arriba a abajo antes de la guerra, manejando el camión de un aserradero. Ramírez amplió sus conocimientos y relaciones en el área, cuando operó allí durante la guerra contra Batista. Por esas razones, el contacto entre la CIA y los grupos de alzados —un cuñado de Tony Varona conocido como el comandante Augusto—, lo nombró jefe de todos los alzados del Escambray, pasando por encima de bandas como las de Sinesio Walsch y Plinio Prieto, que comenzaron a merodear y cometer depredaciones antes que Osvaldo Ramírez. El flamante jefe de todos los alzados en el Escambray era tan dependiente de la CIA que cuando los oficiales de la agencia que actuaban en La Habana creyeron tener penetrado al comandante Tony Santiago, quien en realidad actuaba infiltrado por los órganos de Seguridad del Estado, y propusieron a Osvaldo Ramírez que se convirtiera en segundo de Santiago, Ramírez aceptó sin discusión, ya que en el anterior proceso, antes de 1959, había actuado bajo sus órdenes y lo respetaba. La propuesta fue hecha por Louis C. Herbert, jefe de la CIA para toda Centroamérica. La identidad entre la CIA y los alzados era tan completa que la manera de hacerse sentir, de sembrar el terror, era realizar asesinatos indiscriminadamente. Esos son los antecedentes del asesinato, el 5 de enero de 1961, de Conrado Benítez, un estudiante de bachillerato de 18 años que se fue a las montañas del Escambray, en respaldo al llamado de la Revolución para acabar con el analfabetismo en un año. Con él fue también asesinado el campesino Heliodoro Rodríguez. El ex alzado Mirio Pérez Venegas hizo un escalofriante relato de esos hechos: "En el campamento parecía que había una fiesta esa noche. Todos le hacíamos coro al corral y le tirábamos piedras, escupías, le decíamos palabrotas obscenas, hasta que llegó Osvaldo (Ramírez) y le dijo a Conrado Benítez: ‘si te unes a nosotros te perdono la vida’". Cuenta Mirio que Conrado respondió que ante todo era revolucionario. "Vea, decirle eso a Osvaldo en su propia cara... Repito, aquello parecía una fiesta, primero sacaron a Conrado Benítez, que con una soga al cuello tenía que caminar aprisa para no ser arrastrado, a la vez que todos los allí presentes le dábamos palos y le pasábamos cuchillos. "Cuando estuvo debajo de la mata escogida para la ejecución, la soga se pasó por un gajo, los ojos del brigadista miraban a su alrededor como preguntando si nosotros éramos personas o animales. El cuerpo fue suspendido y bajado en varias ocasiones como si fuera un muñeco, hasta el final de su vida en que lo dejamos arriba. No obstante estar bien muerto, Osvaldo ordenó que lo siguiéramos pinchando y apaleando". (2) Las torturas y el ahorcamiento de Conrado Benítez se produjeron la víspera de la Operación Silencio, un lanzamiento masivo por vía aérea de armas para los alzados, realizado por la CIA el 6 de enero de 1961, que incluía morteros, bazucas, cañones de 57 milímetros sin retroceso, plantas de radio, granadas, petacas incendiarias, fusiles, etcétera. Y coincidían con la clausura de la embajada de EE.UU. y la salida de Cuba de todos sus funcionarios. El comandante Augusto dirigió un mensaje a Osvaldo Ramírez por la planta que le había suministrado la embajada de Estados Unidos que expresaba su estado de ánimo: "Periódicos sacan hoy fotos de armas capturadas tiradas por avión punto supongo sean de operación silencio punto si cayó operación silencio en manos enemigas estamos perdidos punto estoy confundido punto investigue e informe fin". Con el asesinato de Conrado Benítez la banda de Osvaldo Ramírez se hacía más acreedora a la jefatura de los grupos de alzados en el Escambray y a los cargamentos de armas y suministros varios. El pretexto para el horrendo crimen fue el carné de maestro, del INRA, que Conrado Benítez portaba y que los bandidos calificaron como carné de maestro comunista. Osvaldo Ramírez y su banda fueron liquidados un año más tarde en el Escambray. Pero los asesinatos continuaron antes y después de Girón. Los planes fraguados contra Cuba eran más publicitados cada día. El diario Wall Street Journal se refería al asunto con un desconcertante desenfado: "No es un secreto que los Estados Unidos están suministrando armamentos y equipos a los contrarrevolucionarios cubanos en las montañas del Escambray", decía el vocero de las finanzas norteamericanas. En Sancti Spíritus se efectuaba el sepelio del jefe del G-2 en esa localidad, Bernardo Arias Castillo, muerto a tiros en la finca La Esperanza, a seis kilómetros de Sancti Spíritus, cuando se disponía a practicar un registro en una casa perteneciente a un familiar del cabecilla de los bandidos alzados, Osvaldo Ramírez, por disponer de informaciones de que allí se escondían miembros de las bandas. Cuando Arias, junto a otros compañeros, abrió la puerta para registrar una de las habitaciones, fue recibido con una ráfaga de M-3, y lo alcanzaron siete balas, dos de ellas en la cabeza. Al repeler la agresión los acompañantes de Arias Castillo, resultó herido y capturado uno de los atacantes, de apellido Bermúdez. Los demás lograron escaparse. Una impresionante manifestación popular acompañó el sepelio de Arias hasta el cementerio local. A raíz de estos crímenes, el Consejo de Ministros aprobó aplicar la pena capital a los autores de actos terroristas como sabotajes, incendios y asesinatos. La ley promulgada, en su introducción, responsabilizaba al imperialismo con esos hechos. El atentado de Conrado Benítez y otros, son responsabilidad de la CIA, que se encarga de los trabajos sucios del gobierno de EE.UU., que actúa como si no se resignase a perder el apellido que sus acciones le validan y los documentos desclasificados demuestran. (1) Archivo Nacional de Seguridad. Informe del Inspector general de la CIA, Lyman Kirkpatrick. B. Historia del Proyecto, Plan de Operaciones 36. (2) Cuba, la historia no contada. Editorial Capitán San Luis. GRANMA
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