Gabriel Molina
El regreso a La Habana del Canciller Raúl Roa al terminar la VII reunión de los ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Estados Americanos (OEA), se caracterizó por el intento concebido por la CIA para hacer desaparecer a toda la delegación cubana, derribando al avión que los traería de Costa Rica. Un operativo tan cruel es difícil de creer para cualquier persona decente. Pero como lo muestran documentos desclasificados los años siguientes, y la voladura del avión de Cubana en 1976, el objetivo era consecuente con el progresivo desarrollo de criminales planes contra los líderes y el pueblo cubanos. A las decisiones anteriores de hacer rendir por hambre, mediante maniobras económicas como cortar la cuota azucarera e impedir cualquier clase de ayuda a Cuba, se añadieron los sabotajes y atentados terroristas. Tras una reunión en la que estaban presentes Tracy Barnes, segundo de Richard Bissell, director de Operaciones clandestinas de la Agencia Central de Inteligencia y el coronel J.C. King, jefe de la División Hemisferio Occidental, este último envió un mensaje el 21 de julio de 1960 al jefe de centro de la CIA en Cuba, para informar que "la posible eliminación de los tres principales líderes cubanos está recibiendo seria consideración del Estado mayor de la agencia...el oficial del caso debía dar aprobación a un agente infiltrado en los medios dirigentes militares en La Habana, quien había manifestado su disposición a organizar un accidente que afectase al Comandante Raul Castro... El siniestro estaría coordinado con un incidente en la Base Naval de Guantánamo que encendiese la llama de un conflicto armado entre ambos países". (1) Era el primer intento contra la vida de los dirigentes cubanos auspiciado por la CIA que admitió el informe del Comité Church. Pero el siguiente mes, agosto, mientras en el frente diplomático se trataba de convencer a los países de la región para que respaldasen a Estados Unidos en sus planes contra Cuba, el subdirector de la CIA Richard Bissell, encargó al coronel Sheffield Edwards, director del Buró de la seguridad, contactar a la mafia ítalo americana para "encontrar alguien con el fin de matar a Castro. Edward sugirió contactar a miembros del sindicato del juego en La Habana. El 16 de agosto de 1960 se entregó a un oficial una caja de tabacos favoritos de Fidel Castro acondicionados con botulina tóxica, tan potente, como para que una persona muriese con solo colocarlo en su boca". Casualmente, ese mismo día se ordenó por el entonces presidente Eisenhower "el asesinato del Primer Ministro de El Congo, Patrice Lumumba, a quien consideraba el Castro de África antes que se convirtiera en otro Fidel Castro" (2) . Un grupo de agentes de la CIA reclutados entre los enemigos cubanos de la Revolución, tuvo la misión de participar en las provocaciones y hostigamientos que se produjeron contra la delegación cubana en Costa Rica. Otro complot fue el de estar presente este grupo en la sesión final, para ocupar el puesto de la delegación si esta se retiraba de la reunión cuando se condenase a Cuba como calculaban. Se frustró porque los agentes trataron de bajar del lugar del público y chocaron con los amigos de la solidaridad costarricense. Las fuerzas del orden, dirigidas por el aparato de seguridad de la OEA (léase el FBI), trataron de detener a Virginia, una de las ticas y Roa la tomó por el brazo y les dijo que tenían que detenerlos juntos, lo que no se atrevieron a hacer. La segunda parte de ese plan fue revelada a Granma por Eduardo Delgado, único que queda vivo de la delegación oficial de Cuba a la VII Reunión de Cancilleres. A Delgado, miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, le fue asignada 24 horas antes del viaje por el Comandante Ramiro Valdés Menéndez, junto a otros cuatro compañeros (Ramón Vázquez, Rogelio Montenegro, Segundo Pérez y Juan Nilo Otero), la tarea de apoyar y proteger a la delegación cubana que asistiría a esas reuniones de la OEA y fueron habilitados como miembros de ella. Ya en San José, al final del cónclave, obtuvieron una información de fuentes ticas más importante aun, sobre la segunda parte del plan de la CIA en complicidad con Tachito Somoza, el tirano de Nicaragua: "Pretendían derribar el avión de cubana en el cual regresaría la delegación, utilizando para ello 2 o 3 de los aviones que tenían enmascarados en las bases donde se preparaba la invasión de Playa Girón, en Guatemala y Nicaragua". Vino la última prueba que debía pasar la delegación: regresar sanos y salvos ante el peligro de que fuera derribado el avión. Estaban involucrados varios funcionarios costarricenses y esto fue informado por Roa al presidente de ese país, Mario Echandi y de acuerdo con él, se preparó una operación en la cual utilizamos un avión civil costarricense (DC4 cuatrimotor) que partió secretamente desde la punta de la pista en el mismo momento que aterrizaba para recogernos el avión que había sido enviado desde Cuba (un Super G Constellation) y que posteriormente regresó vacío. Además, el Presidente designó para que nos acompañara a un funcionario costarricense de alto rango (que por cierto estaba vinculado con aquellos planes), el Ministro de gobernación, quien hizo el viaje literalmente aterrado, esperando a cada momento que aparecieran los aviones asesinos y a quien hicimos blanco de nuestras bromas, ya que cada quince o veinte minutos, nos alternábamos para decir en voz alta: "Se está acercando un avión por el ala izquierda". "Todo al final por poco termina en tragedia, porque debido a la falta de comunicación adecuada (ya que para más seguridad) no habíamos podido informar los datos de la nave aérea en que regresaríamos, cuando nos acercamos al territorio cubano, los equipos de radio del avión no se podían comunicar con las torres de control, lo que finalmente se pudo hacer cuando ya estábamos sobre Batabanó". (3) Delgado realza en justos términos la posición de los cancilleres de Perú y Venezuela: "Al final de la reunión, frente al bochornoso espectáculo de la condena a Cuba (implícita, porque no se menciona por su nombre, se dice régimen totalitario, intromisión extra continental, etc.), los cancilleres peruano (Raúl Porras Barrenechea) y venezolano (Ignacio Luis Arcaya) presentaron su renuncia en desacuerdo con la declaración, el primero antes de la votación y el segundo, después de efectuada esta, en protesta por aquel acuerdo que sus gobiernos refrendaban y ellos consideraban injusto", testimonia Delgado. Porras, personalidad académica y diplomática, estaba gravemente enfermo de cáncer y murió dos semanas después que regresara a Lima. Se sintió utilizado ya que él firmó la solicitud de reunión por creer, como nos dijo en San José en una intención mediadora. Se paró en la sesión última y dijo que recibió instrucciones de su Presidente de votar a favor y que por lo tanto renunciaba. Allí mismo, "en desacuerdo con el espíritu y la letra de la resolución que desconocía los derechos de Cuba a la autodeterminación". Arcaya, primo de Roa, era dirigente de URD y tenía grandes diferencias con el presidente Rómulo Betancourt, del partido Acción Democrática, no renunció en San José debido al pacto político para formar la coalición de gobierno con Betancourt. Renunció al regresar a Caracas, donde lo esperó una multitud en el aeropuerto, se reunió con la cúpula de su partido, que lo apoyó, y presentó la renuncia a Betancourt. También hay que destacar el pronunciamiento del canciller Manuel Tello, de México —añade Delgado— en contra de cualquier intervención y defendiendo el derecho de Cuba a la autodeterminación. Tuvo una participación muy negativa el canciller Laffer de Brasil. En cambio, César Turbay Ayala, de Colombia, bastante positiva, aunque nunca como los tres primeros. Al llegar a La Habana, la delegación se dirigió directamente al antiguo Palacio Presidencial, donde en una concentración hablaron Roa y Fidel. Al día siguiente se aprobó la Declaración de La Habana. Fue un regreso dramático, pero glorioso. (1)Interim Report. Alleged Assasinations Plots Involving Foreign Leaders. pp 71 a 75. (2)Tim Weiner. Legado de Cenizas. La historia de la CIA. Randon House Mondadori. Tercera Edición.2008, pp 165. (3)Declaraciones al autor. GRANMA
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