Por: Pedro Antonio García El 8 de Noviembre de 1958 cuatro jóvenes entre ellos una muchacha embarazada, protagonizaron en un edificio de la capital el enfrentamiento de mayor duración contra el aparato represivo de la tiranía En la madrugada del 8 de noviembre de 1958, los vecinos de Goicuría y O’Farrill, en la capitalina barriada de la Víbora, vieron bruscamente interrumpido su sueño por ruidos de disparos, explosiones de bombas y granadas, tableteo de ametralladoras. Hacia un apartamento del edificio de Goicuría 523 se dirigía el fuego principal de los atacantes. Desde la vivienda, los sitiados ripostaban con igual vehemencia. En la calle, un carro patrullero agonizaba entre las llamas. Poco después del amanecer, la balacera cesó. Del edificio, encañonados por policías, salieron tres muchachos: Ángel Ameijeiras (Machaco), el jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio en La Habana; Rogelio Perea (Rogito) y Pedro Gutiérrez, dos excepcionales combatientes clandestinos. En una azotea aledaña, capturaron a Norma Porras, la única mujer del grupo. Los vecinos pudieron ver desde sus persianas entreabiertas que los muchachos estaban vivoscuando se los llevaron. Luego aparecerían en la Casa de Socorros de la calle Corrales, baleados, como si hubieran muerto en el enfrentamiento. A Norma la trasladaron para el Hospital Militar, en donde la inscribieron como Norma Borrás, pero fue en el de Emergencias donde atendieron sus heridas. Después la llevaron al Hospital de la Policía, a juicio, a la cárcel. Allí le sorprendió el triunfo de la Revolución. El 8 de noviembre de 1958, Machaco era el único de la estirpe de los Ameijeiras que estaba en la clandestinidad: Juan Manuel había caído en el Moncada, a Gustavo lo desaparecieron lossicarios de la tiranía, Nene sufría prisión en el Presidio Modelo de Isla de Pinos por sus actividades revolucionarias, Efigenio comandaba una columna en el II Frente Oriental Frank País. En realidad, se llamaba Ángel Ameijeiras Delgado y había nacido en Puerto Padre, antigua provincia de Oriente. Con su familia marchó a Santa Clara en busca de mejores opciones de vida y después a La Habana. Se desempeñó como mecánico de autos, chofer particular o de alquiler. Desde el mismo 10 de marzo se inició en la lucha revolucionaria. Fundador del M-26-7, se convirtió en uno de los combatientes más audaces de los grupos de Acción. Su hermano Efigenio lo recuerda como “un ejemplo de revolucionario indoblegable (…) Era un torbellino de heroísmo ante cualquier injusticia. No retrocedía ante el peligro por grande que este fuera”. En agosto de 1958, mes en que cumplía 33 años, lo designaron jefe provincial de Acción y Sabotaje. Delio Gómez Ochoa, coordinador del Movimiento en las provincias occidentales, lo describe como “una persona de gran capacidad de trabajo, firme, valeroso, muy claro en sus ideas. Un militante revolucionario completo”. La encerrona Tres días antes, el 5 de noviembre, por orientaciones de Machaco, Rogito y Johnny (Enidio Díaz Machado) fueron a contactar con un compañero en Fábrica y Santa Felicia, Luyanó. Al bajar del ómnibus se percataron de que un traidor del Movimiento y las huestes de Esteban Ventura los estaban esperando. Se generalizó el tiroteo. Los dos revolucionarios escaparon por un largo pasillo, pero Johnny se encontraba muy malherido. “Sigue tú que yo no puedo más”,le dijo a Rogito. Fue la última vez que le vieron vivo. Su nombre engrosó la larga lista de desaparecidos del batistato. Rogito, también herido, se fue por una escalera y ganó la azotea. Saltando de casa en casa, llegó al otro lado de la calle. La altura era como de un segundo piso y trató de franquearla de un brinco. Al caer, se lastimó la pierna. En ese momento pasaba por allí un carretón de mulos. Pistola en mano, Rogito montó en él. “Guarda eso que no te hace falta. Yo te saco de aquí”, dijo el carretonero. “Póntela”, añadió, mientras le daba su gorra. A paso de mulo, llegaron a San Francisco de Paula. En una casa de esa barriada estaban refugiados Machaco, Norma y Pedrito. Como los vecinos vieron llegar a Rogito herido, los cuatro decidieron por unanimidad trasladarse al apartamento de Goicuría y O’Farrill. Pedrito comunicó por teléfono la nueva dirección a Angelita González del Valle, una veterana combatiente. Años más tarde recordaría Angelita: “Yo me fui para la casa. Preparé las cosas lo más rápido que pude, comida, naranjas para Rogito. Magalys (Martínez) y yo salimos corriendo para allá”. Antes, les había avisado a las hermanas Hilda y Loly (Dolores Nieves), también miembros del Movimiento. Loly, además, era la novia de Rogito. Rogito Rogito Perea, combatiente excepcional, despuntaba por su pensamiento profundo. Tuvo que dejar los estudios en el bachillerato. Trabajó en la agricultura y en una tienda de ropa. Junto con su hermano del alma, Gregorio Arlés Mañalich, organizó manifestaciones, huelgas y sabotajes contra la tiranía en su natal Melena del Sur. Supo de detenciones y cárceles. Integró el grupo de acción de Mingolo (Arístides Viera) y, como Pedro, continuó después bajo las órdenes de Machaco. Según Héctor Ravelo, quien fuera uno de sus jefes en el M-26-7, Rogito era “menudo, jovencito, irradiaba un magnetismo personal intenso (…) No es un combatiente más; es un joven inteligente y talentoso, leía y sabía escoger sus lecturas. Tenía concepto de la sociedad y de la lucha (…) Para mí, era Rogelio Perea el combatiente más capaz en La Habana campo”.Rogito contaba al morir con solo 21 años. El día antes Angelita regresó a Goicuría y O’Farrill el 7 de noviembre por la tarde. Según su posterior testimonio, “Rogito estaba bastante bien. El médico había ido a verlo nuevamente. No tenía fiebre y mejoraba de sus heridas. Estaba contento y esperaba a Loly”. Loly fue a visitarlo esa noche. Tiempo después, recordaría: “Me alarmó un poco ver que tenían instalada una antena que salía por el balcón, era para oír Radio Rebelde”. Conversó con ellos sobre la posibilidad de un traslado. Rogito era de los que con más vehemencia se negaba. “Se sentía seguro allí. Decía que no había problemas”. Estuvieron en el apartamento hasta pasadas las once de la noche. Loly quería quedarse pero Rogito no se lo permitió. Incluso Angelita se ofreció para acompañar a Loly si se quedaba a dormir allí. Rogito se mantuvo intransigente. Cuando ella se marchaba, él la desarmó con su sonrisa. “Hasta mañana”, le dijo. Se despidieron con un beso. Pedrito Pedro Gutiérrez tuvo que dejar la escuela en el tercer grado. En su Punta Brava natal trabajó, con solo 10 años, de aprendiz de zapatero. Participó en huelgas obreras en la textilera de Ariguanabo. En el Movimiento 26 de Julio integró el grupo de acción del legendario Mingolo y al caer este, continuó la lucha bajo las órdenes de Machaco. Tenía una niña; siempre hablaba de ella, recuerdan sus compañeros. De acuerdo con el relato de Norma Porras, “aquel 8 de noviembre, íbamos a Punta Brava a llevarle una bata que le habíamos comprado”. Norma ha afirmado que en el apartamento de Goicuría y O’Farrill ellos tenían una contraseña, una pañoleta anaranjada colgada en la tendedera. En caso de peligro debía quitarse, como aviso a los compañeros del Movimiento. Cuando se les agotan las balas, con toda la serenidad y sangre fría de un veterano de la clandestinidad, Pedro descolgó la pañoleta antes de que los esbirros echaran abajo la puerta. Aun con la muerte tan cerca, seguía pensando en la seguridad de los demás compañeros. Norma fue herida mientras que intentaba, junto con Machaco, repeler la embestida de la policía batistiana Si tomamos en cuenta que el 30 de noviembre de 1956 (Santiago de Cuba), el 5 de septiembre de 1957 (Cienfuegos) y la Huelga del 9 de Abril fueron levantamientos e incluyeron varias acciones y combates, el enfrentamiento de Goicuría y O’Farrill fue el de mayor duración durante la lucha clandestina contra el batistato. En declaraciones a la prensa, el régimen batistiano reconoció que este había durado cinco horas y media. Reportaron heridos diez de sus agentes, entre ellos un mayor y un sargento. Admitieron la participación de cientos de policías y miembros del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), aunque hay fuentes que estiman en más de 400 los efectivos movilizados. Según testimonios de los vecinos, los uniformados apostaron varias ametralladoras calibre 30 en azoteas y terrazas aledañas. Todo este despliegue bélico iba dirigido contra tres hombres y una mujer. El mejor homenaje El 9 de noviembre de 1958, al día siguiente del suceso, Radio Rebelde anunciaba al pueblo que según una disposición de la Comandancia General del Ejército Rebelde, suscrita por Fidel, se ascendía “al grado de Comandante, al capitán de milicias Ángel Ameijeiras que cayó combatiendo heroicamente frente a los esbirros de la tiranía y como homenaje a su incansable espíritu de lucha, a su valor sin límites y al heroísmo con que se batió durante horas con las fuerzas mercenarias del tirano, sin importarle el número del enemigo”. Al cumplirse un mes del combate de Goicuría y O’Farrill, un comando revolucionario colocó en pleno día una bandera del M-26-7 en la esquina de los hechos. Faltaban entonces solo 23 días para el derrocamiento del tirano. Fuentes: • Entrevista realizada por el periodista Pedro García Yanes a Norma Porras, Angelita González del Valle y otras combatientes clandestinas (transcripción mimeografiada, 1963) • Los libros Rogito, de Dolores Nieves; Más allá de nosotros, de Efigenio Ameijeiras; Semillas de Fuego. Compilación sobre la lucha clandestina en la capital, Tomo II. El Adversario Cubano
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