Héctor Rodríguez Llompart El anuncio de "¡Abran que soy Popeye!", junto a los toques en la puerta del apartamento 11 del edificio situado en la calle Santa Rita No. 271, en el Reparto Juanelo, siguió con los gritos e improperios de los esbirros que hicieron que vecinos del lugar entreabrieran sus ventanas para escuchar. Luego relatarían el macabro hecho allí ocurrido en la madrugada del día 12 de septiembre de 1958, donde fueron asesinados varios jóvenes luchadores clandestinos. ![]() Desde el 19 de abril de ese año la pequeña vivienda compuesta de cuarto, cocina y baño, había sido alquilada bajo falsos nombres por los padres de Reynaldo Cruz Romero, quienes aparentaban ser los padres de tres jóvenes que residían en el lugar cuyos nombres verdaderos eran Alberto Álvarez Díaz, Reynaldo Cruz Romero y Onelio Dampiel Rodríguez, todos integrantes del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en el municipio de Regla. En Regla, pueblo de enraizados sentimientos patrióticos y revolucionarios, nunca hubo tregua durante la dictadura batistiana. Por cada combatiente muerto, alzado, preso o en el exilio, tomaron sus puestos nuevos combatientes. Así siempre se garantizó la continuidad en la lucha, razón por la que se le diera al municipio el nombre bien ganado de Regla, la Sierra Chiquita. ![]() A fines del mes de julio de 1958, Delio Gómez Ochoa que había sido designado dos meses antes por el Comandante en Jefe Fidel Castro como jefe de las provincias occidentales, conoció por Gustavo Mas Aguilar, responsable del Movimiento en Guanabacoa, a Alberto Álvarez Díaz, a quien designó nuevo Jefe de Acción en el municipio, el que por su prestigio y reconocido liderazgo se había ganado dicho puesto. Alberto era bajito y flaco, pero con un carisma y don de mando por todos reconocido. Agradable y dicharachero, de ocurrencias imprevistas. Uno de sus compañeros, Guillermo Díaz (Mito), relataba que al conocerse el alzamiento de la ciudad de Cienfuegos el 5 de septiembre de 1957, encontrándose en la bodega de Pepe en las calles de Martí y la Piedra, este cambió un peso en monedas de cinco centavos, las que colocó en la vitrola de dicho local para escuchar por 20 veces consecutivas la canción de Benny Moré: "Cienfuegos es la ciudad que más me gusta a mí". A partir del momento en que es designado nuevo jefe del Movimiento, las acciones revolucionarias se recrudecieron al igual que la represión. El ajusticiamiento del delator Manuel Sosa, conocido como "el relojero", fue el detonante para que llegaran al pueblo los conocidos asesinos, coroneles Ventura, Carratalá y Martín Pérez, cada uno con un grupo de matones. A partir de aquel momento allanaron decenas de casas, y los arrestos y golpeaduras sembraron el terror. La policía consideró que los autores del atentado al relojero eran Leonardo Valdés Suárez (Maño) y José Antonio Piñón (Popeye), debido a la descripción física hecha por la esposa de Sosa. Acudieron a la casa de Maño pero este no se encontraba. Molestos por no encontrarlo detuvieron a su padre Serafín Valdés Moreno, al que torturaron despiadadamente. Al enterarse de lo ocurrido, él decidió ir al apartamento de Juanelo a reunirse con Alberto y Reynaldo, verdaderos autores del hecho. Después de ejecutar a Sosa se dirigieron a Guanabacoa a la casa de Mirian, hermana de Lidia Doce Sánchez, la que había llegado a La Habana como mensajera de la Sierra a finales de agosto, y que en ese momento se encontraba con Clodomira Acosta Ferrales, que igualmente procedente de la Sierra había llegado a La Habana el 9 de septiembre con mensajes del Comandan-te en Jefe destinados al comandante Delio Gómez Ochoa. Ambas decidieron acompañar a los jóvenes, a los cuales se habían vinculado en su quehacer revolucionario. Mientras tanto, la policía había detenido a Popeye y en otro lugar también detuvieron a Gilberto Soliguera de la Rúa, por ser cuñado de Maño, el que trabajaba en ómnibus que operaban en la localidad. Después de torturarlo salvajemente, decidieron matarlo en un punto de la Vía Blanca cerca de Guanabacoa, lo que hicieron en presencia de Popeye. El cadáver lo lanzaron frente a la casa en que fue ajusticiado el relojero. Popeye, acobardado, confesó el paradero de los revolucionarios y guió a los esbirros al apartamento de Juanelo. A las 4 y 20 de la mañana en la puerta del apartamento de Juanelo repitió en alta voz "Abran que soy Popeye". Al entreabrirse la puerta entraron al lugar los asesinos Ramón Calviño Insua, José Sánchez Ramírez, Eladio Caro y José Luis Alfaro, todos bajo las órdenes del coronel Esteban Ventura Novo. Después de ofenderlos y golpearlos, fueron ejecutados vilmente Alberto, Reynaldo, Maño y Onelio. Clodomira y Lidia, heridas, fueron igualmente golpeadas y trasladadas a la 11na. Estación de Policía. Eladio Caro, antes de ser ejecutado por la justicia revolucionaria, confesó que de la 11na. las llevaron él y Ariel Lima a la 9na. Estación de Policía por órdenes de Ventura. Encontrándose allí detenidas, Julio Laurent, jefe del Servicio de Inteligencia Naval, llamó a Ventura para que les entregaran a ambas mujeres. Este le dijo que "se las enviaba prestadas, pero que les ha-bían pegado tanto que una se encontraba sin conocimiento y la otra tenía la boca tan destrozada, que sólo se le entendían malas palabras". En poder de Laurent y ya moribundas, las metieron en una lancha al fondo del Castillo de La Chorrera, y en sacos llenos de piedras las hundían en el agua y las sacaban, hasta que al fin, al no obtener resultado alguno las dejaron caer al fondo del mar. Como diría el comandante Faustino Pérez al describir la lucha clandestina: "Así se tejió la urdimbre de la clandestinidad en medio de una gama de circunstancias y alternativas, de esperanzas y angustias, de antagonismos y convergencias. Fue un crisol de forja depuradora que hizo prevalecer la luz frente a las sombras, el heroísmo frente a la cobardía o la traición, la grandeza frente a la ruindad, el coraje frente a la tortura y la muerte". GRANMA
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