Rodolfo Antonio Hernández Formoso y Tania Mayelín Sierra Darboys Macustodia es una fértil comarca de suelos negros, donde priman los cultivos, de café, cacao, frutales y viandas. Situada en la precordillera de la Sierra Maestra a unos 15 kilómetros de la Carretera Central, próxima a Contramaestre y Palma Soriano, allí estuvo ubicada, durante la Guerra de Liberación Nacional, la Comandancia de Guillermo García Frías a partir de septiembre de 1958, en la finca de Ramón (Mongo) González Prado. García Frías, de quien se dice era uno de los hombres de tiro más certero del Ejército Rebelde, es uno de los tres Comandantes de la Revolución, galardón que descansa en una excepcional y ejemplar trayectoria revolucionaria.
Nacido en el seno de una humilde familia campesina, en el barrio El Plátano, Pilón, en la actual provincia de Granma, el 10 de febrero de 1928, se unió a Fidel inmediatamente después del desembarco del Granma, el 2 de diciembre de 1956. Su colaboración fue decisiva en el reagrupamiento de la tropa dispersa, luego del combate de Alegría de Pío. Por sus méritos y consagración a la Patria, el hijo de Adrián y Elba muy pronto adquirió importantes responsabilidades. A finales de febrero de 1958 es nombrado segundo jefe de la columna No. 3 Santiago de Cuba, que operaría en el territorio del III Frente Mario Muñoz Monroy, fundado en los primeros días de marzo del propio año. Al fracasar la Huelga del 9 de Abril, el alto mando castrense del régimen tiránico de Fulgencio Batista había declarado el inicio de la Ofensiva de Verano para dar el "tiro de gracia" al movimiento guerrillero en la Sierra Maestra. Fidel ordenó a las fuerzas bajo el mando de Almeida que, organizada y rápidamente, se dirigieran a las inmediaciones de la Comandancia General, como parte de la necesaria reagrupación de tropas para resistir tan colosal embate. Nuevamente García Frías se destacaría en acciones combativas de gran envergadura, como la batalla de El Jigüe, la primera y segunda batalla de Santo Domingo y en Las Mercedes. Ya lo había hecho, en el primer año de la guerra, en La Plata, Arroyo del Infierno, Palma Mocha, Uvero, Estrada Palma y Pino del Agua. El 22 de julio de 1958, finalizada la batalla de El Jigüe, es ascendido por Fidel, junto a Eduardo (Lalo) Sardiñas, al grado de comandante. Justamente el 5 de agosto, día en que concluyó la Ofensiva de Verano, la tropa del comandante Guillermo se aprestó para retornar al territorio próximo a la ciudad de Santiago de Cuba, hacia el oeste y el noroeste, y el 18 la columna queda constituida por 88 combatientes. Once días después, el 29, llega Guillermo con otros compañeros a la comandancia de Almeida, en La Lata. Allí recibe nuevas misiones, arribando el 1 de septiembre a Macustodia, próxima a la cual ya operaban, o se incorporarían después a esta, algunos grupos de escopeteros. Muestra de una alta sensibilidad humana, el Comandante Guillermo no olvida a ninguno de sus compañeros combatientes. Cuenta que se llegaron después otros rebeldes entre los que sobresalen los nombres de William Villarreal; Francisco Rodríguez Rey (Santiaguero); Aleides García Arias; Bebo Prat; Juan Jane Luna Beatón; Juan Aguilar Rodríguez; Reinaldo Carbonell (Macufendo); Joaquín Santos Santos; Wilfredo Saborit Rodríguez; Orestes Ramajo Ballester; Jorge Luis Viera Estrada y Yillo Borrero. Ni tampoco a los lugareños. A su llegada a Macustodia rememora que vivían en la zona, además, de la familia de los González; la de los Zurita; los Perera; los Ge; los Hernández; los Braza; los Torres. Destaca entre los colaboradores a María Antonia Pujol Bravo; Irma Puentes Macías; Rogelio Zurita; Fernando Cámbara; Pablo Charón Querao (Puchero); Enrique Dilú; Luis Rodríguez (El dentista) y Jesús Álvarez (El galleguito). Quien analice la topografía de aquel lugar, de elevaciones de relativamente poca altura, laderas suaves, flanqueadas por valles profundos y por ríos intermitentes y permanentes, como el de Cambute y La Batalla (Guaninao), sin pasos como los de las faldas del Turquino, quizás pensaría que pudo haber sido fácil, para las fuerzas del Ejército batistiano desplegarse en ese teatro de operaciones. Sin embargo, la capacidad organizativa y la inteligencia del Jefe guerrillero brilló en esos parajes. Entre los días 1 y 15 de septiembre de 1958 ordenó el reconocimiento del terreno, contactar con los posibles colaboradores, organizar las fuentes de suministros, la incorporación de grupos de combatientes, la ubicación de los distintos pelotones y postas en las principales vías de acceso a la zona de operaciones, creándose una red de información y un dispositivo defensivo, que convirtió en inexpugnable el sitio. Varias fueron las acciones armadas de esta columna, en el último trimestre de la Guerra de Liberación Nacional, con el fin de obstaculizar el tránsito por la Carretera Central, obtener avituallamientos, tomar poblados y ciudades y dar el asalto final sobre Santiago de Cuba. El Cruce de Gladys, Las Cruces, Aguacate, Irijoa, Arroyo Blanco, Palma Soriano, Caney del Sitio, Dos Palmas, San Ramón de Guaninao y El Paraná, entre otros, serían testigos del heroico quehacer de sus miembros. En Paraná, el 27 de septiembre de 1958, se produjo uno de los más importantes combates protagonizado por los guerrilleros de esta zona del III Frente, comandado por Juan Almeida. El enemigo sufrió unas 25 bajas, entre ellas la del teniente coronel Nelson Carrasco Artiles, jefe del batallón 10, herido de gravedad y hecho prisionero, convirtiéndose en el militar de más alta graduación capturado por el Ejército Rebelde, durante la guerra. En carta a Almeida, el Comandante en Jefe le expresa, el 8 de octubre de 1958: "Te felicito por el golpe formidable del teniente coronel. Recibí las estrellitas y el carnet (sic). Cuando esté bien mándamelo para acá". La tropa de Guillermo también sufrió, durante esa etapa, la pérdida de valiosos compañeros, como la de los combatientes capitán Roberto Ramírez Delgado, el teniente Eugenio González Montada, o la de Julio Casamayor, quien tomó parte en las acciones del 30 de Noviembre de 1956, en Santiago de Cuba. Su nombre, después del triunfo de la Revolución, lo lleva la base campesina de Macustodia. De las filas de aquella tropa saldrían varios cuadros que ocuparon altos cargos en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, como Ulises Rosales del Toro, Gustavo Chuí Beltrán, Jorge García Cartaya, Roberto Viera Estrada, Lorenzo García Frías, Harold Ferrer Martínez y Arnoldo Ferrer Martínez. Un lugar imborrable en la historia de la Patria se ganó otro integrante de la comandancia de Macustodia, Juan Vitalio Acuña Núñez, Vilo; el Joaquín de la Guerrilla del Che en Bolivia. García Frías recuerda también a Miguel Espinosa, cuya vida fue segada en el cobarde y vil atentado a un avión de Cubana, que se precipitó al mar frente a las costas de Barbados, el 6 de octubre de 1976. De su misión y de la del III Frente Mario Muñoz Monroy, en testimonio ofrecido en el libro: III Frente: a las puertas de Santiago de Cuba, expresó el comandante Guillermo: "El propio desarrollo de las acciones guerrilleras demandaba extender la guerra y ampliar la zona de operaciones del Ejército Rebelde hacia otros territorios de la provincia de Oriente". Y así lo hicieron, sus combatientes convirtieron aquella zona en un bastión infranqueable para las tropas batistianas; les hicieron inseguro y muy peligroso el tránsito en el tramo entre Palma Soriano y Contramaestre, y fueron decisivos en el anillo que se tendió en los finales de la guerra (toma de Maffo, Baire y Jiguaní), en cooperación con otras fuerzas del III Frente y con las del Primero y Segundo Frente, comandadas por Fidel y Raúl, para la rendición de la fuerzas enemigas acantonadas en la capital oriental. Del combate de Paraná El comandante Guillermo enfrentó aquel combate con solo 50 de sus hombres, ante 300 efectivos, bien armados del ejército de Batista. Comenta que la victoria descansó en la astucia, valentía y alta moral de la tropa. Todos sobresalieron, pero habría que destacar a Echeverría con su calibre 30 y el coraje de Vilo Acuña, quien resistió más de cuatro horas y preservó nuestras posiciones, incluso no las abandonó aun cuando quedó sin parque, expresó García Frías. Tras casi 12 horas, la situación quedó bajo control total de la Comandancia de Macustodia. "El prisionero Carrasco Artiles, herido, lo llevamos hasta el poblado de Avisinia. Tuvimos que ponerle escoltas, porque allí los campesinos le gritaron ¡asesino! ¡asesino! querían lincharlo. Expliqué que el Ejército Rebelde respetaba la integridad de sus detenidos y que sería entregado al comandante Almeida", expresó Guillermo. Y concluyó: ¡Tengo que decir que Paraná fue una victoria que le dio fortaleza y confianza a la población campesina. Tuvieron, a partir de entonces, más fe y convicción en nuestra victoria final, que se produciría unos tres meses después". GRANMA
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