“…nosotros en el gobierno comenzamos a examinar las medidas que podrían ser efectivas para reprimir a Castro…”, escribía Dwight D. Eisenhower.
HUGO CHINEA En un artículo titulado: El alzamiento más prolongado contra Castro, publicado el pasado día 5 de septiembre en el Nuevo Herald y suscrito por Juan O. Tamayo, el autor echa mano de un bandido que fue capturado por las milicias y el ejército cubano hace cincuenta años y que ahora vive en Miami, como material de estudio para rehacer la historia de lo que fue el bandidismo en Cuba. Para ripostar una información del periódico Granma publicada días antes, el articulista llama "revolucionarios" y "rebeldes" a los bandidos, quienes le aseguran que no fueron 196, como dice el diario cubano, sino menos los "colaboradores de Castro" asesinados por ellos. En realidad las cifras son aún mayores. Resulta así que, citando de un libro escrito por Norberto Fuentes —adicto al buen vivir y al dinero aunque estén contaminados, filibustero él , razones por las que traicionó al país en el que se educó, escribió, fue estimado y del que viajó sin sobresaltos—, los bandidos no eran tales, eran "revolucionarios", "campesinos descontentos con la reforma agraria", dice. Según el autor del texto, no fueron hombres desplazados del poder y del ejército de la tiranía, ni individuos ambiciosos y resentidos, incautos y traidores, quienes alentados, organizados y avituallados por el gobierno de Estados Unidos a través de sus instrumentos de poder, como la CIA, intentaron derrocar a la Revolución, sino "revolucionarios", "rebeldes" que en justa causa "contra el nuevo gobierno" mataron a "colaboradores de Castro", no a niños, mujeres y ancianos, campesinos, maestros y otros ciudadanos asesinados por ellos en el Escambray. ... Ninguno de los jóvenes imberbes que arribaron aquella noche fría de principio del mes de diciembre de 1960 al Escambray conocía que a pocas semanas del triunfo de la Revolución, el 28 de enero de 1959, en New York se había creado la primera organización destinada a luchar contra ella: La Rosa Blanca, ni que el propio gobierno de los Estados Unidos, que la auspiciaba, había decidido utilizar todos los recursos a su alcance para hacer fracasar el proyecto liberador que en Cuba se gestaba... Políticos y ex militares de la dictadura de Batista en los que figuraban como cabezas más visibles, Rafael Díaz Balart, ex representante a la Cámara y el ex, en este caso coronel, Merob Sosa, entre otros arrojados del poder, integraron la plana mayor de La Rosa Blanca. Otros ambiciosos, resentidos, corruptos y criminales, cada uno con sus propios intereses, se unirían al concierto del amo del norte. ... Aquellos muchachos solo sabían lo que vivían en la realidad de su país: una aventura de asombros que ponía el mundo patas arriba en un torbellino de novedades de todos los días... la conversión de los antiguos cuarteles del ejército en escuelas, la creación de centenares de nuevas aulas escolares urbanas y rurales, la sensible reducción en el precio de los libros y útiles escolares. Y también sabían de aquellas sonrisas de oreja a oreja de los guajiros que llenaron las páginas de los periódicos y la televisión porque una Ley de Reforma Agraria aprobada en mayo de 1959 los hizo propietarios de la tierra que trabajaban y carecían, por siglos. ... Era mucho ya. Pero ahora, de repente, con armas de fuego de verdad entre las manos, a punto de inundar la sierra, se sentían como los guerrilleros de Fidel Castro en la Maestra. Les faltaba aún el olor a sudores rancios y a sicote, la extenuación, el hambre, la sed, la muerte, pero eso vendría después. "... En cuestión de semanas después que Castro entrara en La Habana, nosotros en el gobierno comenzamos a examinar las medidas que podrían ser efectivas para reprimir a Castro... ", escribía Dwight D. Eisenhower en sus memorias: Los años de la Casa Blanca. Haciendo la paz, en 1966. Toda organización contrarrevolucionaria, toda inversión para entrenamiento y adquisición de pertrechos militares contra Cuba, todo intento o movimiento que estuviese dirigido contra la Revolución cubana, pasó a formar parte de los intereses del gobierno norteamericano y de sus presupuestos de gastos de guerra. ... Y esa fría tarde-noche descienden de los camiones y se tiran a la larga a descansar en cualquier rincón de un tejar abandonado a la entrada de la carretera que conduce a Topes de Collantes, muy próxima a la ciudad de Trinidad. El cielo ganaba en oscuridad y los cigarros encendidos parecían diminutas luminarias que se encienden y apagan con las chupadas alumbrando rostros negros, blancos, carmelitas, casi niños, que apenas saben adónde van pero sí lo que defienden, y se levantan de un salto a la voz de un Comandante: ¡A formar! ... Después de la primera ley de Reforma Agraria, el gobierno cubano por decisión soberana procedió a confiscar la banca y un número importante de compañías extranjeras, buena parte de ellas norteamericanas. El gobierno de los Estados Unidos se revolvió arrogante y feroz una vez más como serpiente a la que le cortan la cola de cascabel con la que metía música y miedo. Se negó a aceptar la legitimidad internacionalmente válida y reconocida que el gobierno cubano ponía en uso para confiscar propiedades extranjeras en beneficio de su población. El único, de los varios países implicados que no aceptó la decisión ni el pago correspondiente por las expropiaciones fue Estados Unidos, convirtiendo en un asunto de alta política de Estado su enfrentamiento con la Revolución. Cuba era la bofetada de un lacayo en el cachete del amo que este debía castigar como escarmiento para la lacayidad restante de América Latina. ... ¡A formar!... Y los milicianos del Batallón 315 se pusieron de pie, aplastaron los cigarros bajo las suelas de las botas rusas, ajustaron mochilas y armas y se alinearon en las cuatro compañías. Un aire crudo bajaba de las montañas, ahora oscuras, congelando a la formación. ¡Batallón, atenjóu... ! gritaron allá delante y todo el mundo chocó los tacones. ... Una bruma de extraña luminosidad rondaba sobre las líneas de hombres y uno, Comandante, parado al frente, sobre una roca, habló a la tropa: "¿Saben por qué están aquí?". Silencio y miradas de rabo de ojo. "Porque el Imperialismo nos chupa la sangre... mira, ven acá, sí, tú, tú mismo, ven... miren, ¿ven a este que parece un queque?, pues a este le chupó la sangre el imperialismo... Y el batallón se echó a reír, porque el Comandante Pinares había puesto delante de nosotros a Lagartija, el tipo más flaco de todo el Batallón... Estados Unidos comprendió rápidamente que la única manera de luchar con alguna probabilidad de éxito contra la Revolución Cubana era la vía de las armas, del sabotaje, del estímulo a la deserción y al descrédito, asuntos para los cuales era poseedor de una vasta e ingloriosa experiencia. Descalificar, presentar ante el mundo a Cuba como un país en guerra interna, desestabilizador en la región, satélite de la Unión Soviética y peligroso para la seguridad nacional de ese país, conformaron un paquete de medidas que el gobierno estadounidense desplegó con encomio y rencor. Aquellos personajes del primer gobierno revolucionario que la CIA utilizó para agitar la propaganda del gobierno norteamericano contra Cuba en foros y eventos sociales y políticos de todo tipo, como el ex presidente cubano Manuel Urrutia, Miró Cardona, el ex comandante Humberto Sorí Marín, entre otros, constituían atmósfera en el plan de ataques. La prioridad para solucionar el problema cubano pasó a descansar en el fomento de una guerra irregular como punta de lanza, reforzar el papel de las organizaciones contrarrevolucionarias civiles creadas en la clandestinidad y cerrar toda vía de acceso posible a la política y diplomacia cubana en el continente y el mundo. (Continuará) GRANMA
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