Testimonios MARTA ROJAS [email protected] Los jóvenes revolucionarios que, encabezados por Fidel, asaltaron los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo, el 26 de julio de 1953, no pensaron que tendrían de su parte la inusitada solidaridad de un grupo de cubanos, armados y organizados para apoyarlos en las montañas. Ocurrió en Guantánamo y la posición escogida por los solidarios fue la Sierra Canasta, hacia el oeste. Estos se movilizaron para brindarles ayuda a los que tomaron el camino de la Sierra, por la Gran Piedra, con el deseo de continuar la lucha frente al Ejército que los perseguía. En el juicio del Moncada el joven abogado Fidel Castro rebatió la falacia del Tribunal, cuando este afirmaba que el pueblo no había secundado el movimiento revolucionario gestado en el año del centenario de José Martí. Su respuesta negó tal afirmación. Estaban como ejemplos la solidaridad de las enfermeras del Hospital Civil Saturnino Lora y, del mismo modo, el hecho de que vecinos de la ciudad de Santiago, donde fue más sostenida la represión, abrieron las puertas de sus casas para darle albergue a cualquiera de los perseguidos. En aquel momento no podía decirse que campesinos de las estribaciones de la Sierra, por la Gran Piedra y en Bayamo les ofrecieron humildemente solidaridad, compartiendo con los asaltantes de los cuarteles lo poco que tenían. Mucho menos podría divulgarse, entonces, el levantamiento armado que se organizó en Guantánamo con un contingente de jóvenes revolucionarios en la Sierra Canasta.
Hubo un antecedente Desde el "madrugonazo" —como se le llamó al golpe de Estado del 10 de Marzo, perpetrado en Columbia por Batista— jóvenes patriotas guantanameros, de distintos sectores: obreros, campesinos, estudiantes, hombres y mujeres se prepararon, acopiando armas de fuego, para enfrentar el golpe de estado cuando las circunstancias lo permitieran. El momento llegó para ellos el 26 de Julio con el asalto al Moncada. En julio de 1985 escribí en las páginas de Granma un largo reportaje con entrevistas de muchos de los protagonistas del levantamiento de aquellos jóvenes, con testimonios de ellos mismos, comenzando por los del Comandante Julio Camacho Aguilera, del campesino Miguel Bertrán y del coronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Ángel Luis Barreda, entre otros. —Miguel Bertrán fue el que llevó a la gente para el monte a solidarizarse con Fidel y sus compañeros del Moncada— afirmaba Camacho.—Bertrán organizó el campamento en la montaña, recogió a sus amigos de Montesano donde él vivía en una finquita de sus padres, quienes tenían un pequeño tejar prácticamente artesanal. Montesano sería luego doblemente histórico porque allí se entrenarían las primeras células del Movimiento 26 de Julio, cuando este se organizó luego de la amnistía. El propio Bertrán contó que ese día 26 de julio de 1953 él estaba en su casa en Montesano cuando un amigo llegó a avisarle que los soldados del Cuartel de Guantánamo estaban colocando sacos de arena alrededor del edificio y emplazando una ametralladora. Montó en su caballo, bajó a la ciudad y vio a algunos compañeros que como él, Camacho y otros, estaban preparados para "cuando ocurriera algo". Siguió al barrio de Camarones (el barrio donde transcurrió la niñez del cosmonauta Arnaldo Tamayo). Miguelito Bertrán, como él mismo relató, pensaba en la Sierra Canasta porque conocía "todos lo vericuetos del monte" según sus palabras, porque de niño jugaba a la Guerra de Independencia, imitando a los mambises. Por su parte, Julio Camacho, que trabajaba en el ferrocarril, se enteró primero sobre qué estaba sucediendo en Santiago. El grupo de Camacho se nutría de obreros del ferrocarril donde laboraba y hasta ese día del Moncada, él conocía a Bertrán simplemente como un dirigente campesino de base, perteneciente al Partido Ortodoxo que creía en la lucha armada para derrocar a Batista. Cuando un año antes se produjo el 10 de Marzo organizaron una huelga, entre algunos de los que la secundaron estaban Octavio Louis Ventana —luego dirigente sindical en la Revolución— Demetrio Monseni Villa —que alcanzaría grados de Comandante en el Ejército Rebelde—, Florean Amancio, Ñico Torres y otros de su ámbito que se destacarían en el M-26-7 en la clandestinidad, y también jóvenes ortodoxos. Georgina Leyva, Gina, la esposa de Camacho, escribió un poema a Martí que publicó en La Voz del Pueblo, y otro de contenido social lo cual tomó por sorpresa al director de aquel periódico. Ella también formaba parte de esos patriotas solidarios con el asalto al Moncada. Precisamente un cuñado de Camacho, Emilito, hermano de Gina, chofer de una camioneta que distribuía cigarrillos Edén, fue quien llevó personalmente a casa de Camacho la noticia de "que se corría por el ferrocarril lo del asalto al cuartel en Santiago": —Están combatiendo en el Moncada— dijo Emilito a su cuñado, de manera categórica. —Pues hay que prepararse— respondió Camacho con su serenidad característica y mandó a buscar a Toledano. Toledano le avisaría a Bertrán y se agruparon inmediatamente las fuerzas dispersas, recordaba Gina. La movilización fue eficaz. Las armas se encontraban en las mejores condiciones posibles aunque eran pocas y de mala calidad. El grupo más preparado fue el del ferrocarril por su experiencia organizativa, siempre en disposición de apoyar huelgas del ramo. Fueron ellos, con Camacho al frente, los que tomaron el control de los grupos solidarios con Fidel y los demás combatientes. Durante todo el día y la noche del 26 y 27 de julio, se produjo el acuartelamiento, y el ascenso a la Sierra Canasta. El 28 Miguel Bertrán bajó a la ciudad con el propósito de hacer contacto con los jóvenes que estaban "semiacuartelados" y luego proseguir con el plan de buscar por la Sierra, hacia el oeste, a combatientes que podrían estar con Fidel en las montañas si andaban por La Gran Piedra. Ocurrió un incidente, pues el enemigo estaba registrando la ciudad y Miguel Bertrán fue detenido. Además, la radio decía que habían matado a Fidel. Camacho explica: —Los contactos han sido presos, pues hay que desactivar el plan. No se sabía el paradero de Bertrán. Un soldado del Ejército que conocía a Miguelito lo vio en un calabozo. Su apellido, Barreda. Cuando lo entrevisté en 1985 ostentaba el grado de Coronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Había sido combatiente del Ejército Rebelde. Dijo: "Miguelito era amigo de la infancia y un modelo moral de hombría para mí, junto a su abuelo Aquilino Ricardo, veterano de la guerra de independencia, que nunca entregó el fusil ni aceptó la paga, rebelde hasta la muerte". Fue precisamente él, Ángel Luis Barreda, quien avisó a los revolucionarios, por conducto de un familiar, que Bertrán estaba preso. Desde ese momento se convertiría en informante espontáneo sobre actividades del enemigo. Avisó también que si habían dejado en la Sierra Canasta algunas armas regadas, las recogieran porque el ejército iba a rastrear el monte. A partir de aquellos días se hizo más orgánica la labor, ya clandestina, de los distintos grupos que tenían un propósito común. Muchos de ellos se integrarían al Ejército Rebelde. Por esta movilización revolucionaria armada en solidaridad con los hechos del 26 de Julio, Guantánamo está también estrechamente vinculado a Santiago de Cuba. Históricamente lo ha estado desde los tiempos de la Revolución de Haití; el cultivo inicial del café, la influencia de la cultura francesa que vino a Cuba con el éxodo masivo desde la tierra haitiana; por las guerras de independencia y aún antes, además de las luchas campesinas en el siglo XX. En este punto bastaría nombrar a Niceto Pérez como ejemplo. El colofón de esta nota para sumar a los hijos de Guantánamo está en la voz escrita de José Martí en su Diario de Campaña al desembarcar en Cuba: "A la tarde, Pedro Pérez, el primer sublevado de Guantánamo: de 18 meses de escondite, salió, al fin, con 37, seguido de muerte, y hoy tiene 200. En el monte, con 17 de casa, está su mujer que nos manda la primera bandera... ". GRANMA
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