Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (VII)
RUBÉN G. JIMÉNEZ GÓMEZ (*) El 26 de julio de 1962 arribó al puerto de Cabañas el "María Ulianova", primer barco que llegaba con tropas soviéticas. En los cinco días siguientes llegaron otros nueve mercantes con personal, armamento y técnica de las unidades del primer escalón; en uno de ellos, el "Latvia", que arribó el 29, llegó la parte fundamental del Estado Mayor de la Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS), por lo que a partir de ese momento ese estado mayor se dedicó de lleno a organizar el recibimiento y traslado de las tropas que llegaban a sus regiones de ubicación. El presidente Kennedy con la Junta de jefes de Estados Mayores concibieron una intervención militar en Cuba en 1962. Cuando arribaba un barco con tropas, el grupo de recibimiento, designado por el jefe de la ATS, salía a su encuentro junto con el comandante del puerto en una lancha cubana. Puntualizaban el plan de descarga con el capitán y con el jefe del convoy militar, familiarizaban a los oficiales y a los conductores con las reglas y las particularidades del movimiento de vehículos por las carreteras de Cuba. El jefe del convoy militar recibía indicaciones sobre el orden de concentración y protección de la técnica en la zona del puerto, la realización de la marcha y la organización de la protección de la columna durante su desplazamiento, después de lo cual el barco se dirigía al atracadero. Sin embargo, hay que decir que en los primeros momentos se produjeron incomprensiones, porque no habían sido establecidas contraseñas para los capitanes de las naves y los representantes de la ATS. Como resultado de esto, los primeros se vieron obligados a negarse a cumplir las indicaciones sobre el cambio de dirección de los transportes hacia otros puertos, pues no estaban seguros de que los que los recibían eran representantes de la jefatura. Hasta se dio el caso de que el capitán del "Jimik Zelinski", al acercarse una lancha cubana con el grupo de recibimiento, no solo no lo aceptó a bordo, sino que dio la vuelta y llevó el barco a mar abierto. Por suerte, este problema fue eliminado con rapidez y semejantes incidentes no se repitieron. El territorio de los puertos era verificado cuidadosamente antes de iniciar la descarga de los barcos, y después se montaba la guardia asignada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) cubanas. La protección directa de los barcos era realizada por el personal de las unidades que llegaban. Los puertos eran protegidos por la parte del mar por puntos de fuego de los cubanos y algunos eran patrullados por guardacostas, también se utilizaban hombres rana que cada cierto tiempo revisaban los cascos de las embarcaciones y el fondo de la bahía, para evitar sabotajes con explosivos. La técnica y las cargas que tenían semejanza con las de la economía nacional se descargaban durante las 24 horas del día, mientras que cohetes, tanques, cañones y otra técnica militar especial solo se descargaban de noche. El tiempo medio de descarga de los barcos fue de dos-cuatro días. Lo descargado se llevaba a regiones aisladas del puerto y de allí a los puntos de concentración, donde se esperaba el momento oportuno para formar las columnas y partir hacia las regiones de ubicación. En dependencia de la lejanía de estas, del tipo de carros y del carácter de las cargas a transportar, las columnas se componían de 15 a 30 carros. Al principio todos los traslados se realizaban con transporte de los cubanos, después, cuando llegaron los medios de transporte de las unidades soviéticas, todos los traslados comenzaron a realizarse con estos. Es necesario señalar que se designaban representantes del mando cubano para ayudar a solucionar los problemas que se presentaran durante la marcha, para garantizar la seguridad del traslado a las regiones de emplazamiento y para brindar la cooperación necesaria hasta poner las unidades en disposición combativa. También se asignaban destacamentos de soldados cubanos para la protección de las caravanas y para la defensa de las zonas exteriores a los emplazamientos. Los representantes del Estado Mayor General cubano tenían amplias facultades con las autoridades locales, con las empresas de construcción y reparación de viales y con las unidades de las FAR, por lo que prestaban una ayuda apreciable en la solución de las dificultades. Hay que subrayar que las relaciones de trabajo de los jefes y soldados cubanos con los soviéticos se caracterizaron siempre por sentimientos recíprocos de simpatía, lo que creaba una atmósfera muy positiva. Los altos jefes cubanos se ganaron rápidamente a todos los soviéticos. Antes de que las columnas salieran de los puertos, se colocaban puestos de observación y emboscadas compuestos por efectivos cubanos y soviéticos a lo largo de los itinerarios. Durante el desplazamiento de las columnas con las cargas más importantes se cerraban las carreteras en los sectores peligrosos, y en ocasiones estos eran patrullados por vehículos con personal armado. Para las marchas de varias jornadas se elegían previamente los lugares para pasar el día, los que eran protegidos cuidadosamente por tropas cubanas que imitaban la realización de maniobras. No se permitía la detención de las columnas en puntos poblados. En algunos casos el personal de la ATS que acompañaba a las columnas se vestía con el uniforme cubano. Durante la realización de la marcha todas las órdenes se impartían en idioma español. Estaba rigurosamente prohibido pronunciar las denominaciones de las grandes unidades y unidades, así como los grados militares, especialmente en presencia de extraños. Las órdenes y disposiciones se transmitían personalmente en forma verbal o a través de oficiales de enlace. He aquí también las primeras impresiones de uno de los soldados que arribaron en aquellos días: "Al llegar, mirábamos con curiosidad este mundo nuevo que parecía paradisíaco, lleno de trinos de pájaros; así como el movimiento reposado de la población local, como filmado en cámara lenta. Casi no se podía creer que esa era la tierra heroica por cuya libertad estaban dispuestos a sacrificar sus vidas miles de nuestros compatriotas. Por el camino hacia el punto de destino nos sorprendía la fuerza de los colores: veíamos palmas, diversos árboles desconocidos y un mar de flores, además de cubanos amables de todos los colores, desde el blanco y rubio hasta el negro azulado. Las muchachas eran extraordinariamente bonitas y nos resultaba extraño ver a las cubanas con los rolos puestos. Los cubanos no se preocupaban con los mosquitos, estaban acostumbrados e inmunizados, pero a nosotros nos devoraban vivos, sobre todo después que llovía. Su cantidad era increíble, parecía que estaban allí esperando que llegaran los rusos. "Poco a poco nos acostumbramos a ver a los soldados cubanos en sus uniformes tropicales, de color verde olivo, almidonados y bien planchados, con sus botas altas y acordonadas que brillaban como espejos" (1). El 30 de julio, la prensa de Estados Unidos divulgó planteamientos relacionados con Cuba del subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, Edwin Martín, los que fueron pronunciados en una entrevista para la revista US News and World Report. Entre los planteamientos se citaron los siguientes: "No hay dudas de que la política de los Estados Unidos busca en primer lugar aislar a Cuba y evitar que esté en condiciones de hacer impacto en el resto de América Latina(...) En cooperación con la OEA y otros organismos internacionales, tomar medidas para darle al pueblo cubano la oportunidad de escoger el gobierno que desea, el que estamos seguros no sería el comunismo de Castro(...) Deseamos deshacernos de Castro y de la influencia comunista soviética en Cuba". (2) Para los primeros días de agosto ya habían llegado dos regimientos de cohetes antiaéreos, uno de cohetes alados FKR, otro de infantería motorizada y el de los cohetes de defensa costera, todos los cuales se ubicaron inicialmente en la región occidental; llegaron además distintas unidades de aseguramiento y continuaban arribando unidades. Por su parte, el Comandante Fidel Castro estudiaba el Proyecto de Tratado Militar entre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Cuba; al respecto ha manifestado: "Cuando recibí el texto del Acuerdo me pareció que estaba escrito en un lenguaje errático, impolítico, le faltaba tacto y cuidado. Entonces lo empecé a reelaborar de mi puño y letra; como era algo muy secreto no queríamos utilizar mecanógrafos ni taquígrafos. Lo reelaboré para darle más fundamento, más solidez, para hacerlo mejor desde el punto de vista político. No era suficientemente cuidadoso con la soberanía del país". (3). Además de las correcciones propuestas también presentó tres variantes de título: "Acuerdo entre el Gobierno de la República de Cuba y el Gobierno de la URSS sobre la colaboración militar para la defensa del territorio nacional de Cuba en caso de agresión". "Sobre la participación de las Fuerzas Armadas soviéticas en la defensa del territorio nacional de Cuba en caso de agresión". "Sobre la colaboración militar y la defensa mutua". Hay que decir que las enmiendas introducidas fueron aleccionadoras en varios aspectos. En primer lugar, por la escrupulosidad con que se mantenían las posiciones de principios de la Revolución cubana en ese documento, de gran importancia para las relaciones internacionales de la Isla; después, la preocupación por aclarar cualquier duda que pudiera existir sobre el respeto a la soberanía e independencia del país y, por último, se planteaba la visión política que el Gobierno de La Habana tuvo desde los inicios del proceso y que mantuvo a lo largo del mismo. En aquella época continuaban con plena vigencia las medidas encaminadas a garantizar el carácter encubierto de la Operación, las que permitieron conservar en secreto las dimensiones de la misma, así como la cantidad y composición de las tropas que arribaban. Es necesario señalar que una de esas medidas era en extremo impopular: la prohibición de la correspondencia con los familiares durante la primera etapa de la permanencia de las tropas en Cuba. La misma era soportada penosamente por soldados y oficiales, aunque contribuyera a mantener el secreto. Sin embargo, a pesar de todas las medidas que se tomaran, la aparición de nueva técnica militar y de personal desacostumbrado, así como las dificultades que se presentaron para el enmascaramiento, no permitieron ocultar por completo a las tropas que llegaban. Datos fragmentarios comenzaron a filtrarse rápidamente, con la ayuda del clandestinaje contrarrevolucionario cubano, hacia el medio de la emigración y, a través de este, a los departamentos norteamericanos correspondientes. Debemos decir que desde los primeros tiempos al personal se le pagaba el salario doble en rublos y, a cuenta de esto, se entregaba una pequeña suma en moneda cubana. También es justo señalar que en esos primeros momentos todo el personal se encontraba en un vacío informativo: Radio Moscú se oía con mucha interferencia o no se oía, casi no entendían los periódicos ni las transmisiones radiales en español, además de que el mando superior no brindaba prácticamente ninguna información ni se recibía la prensa periódica de la URSS. Por suerte, pasado algún tiempo, la dirección política de la ATS comenzó a editar un boletín informativo que se distribuía en las unidades y pequeñas unidades. Pero hubo otra deficiencia que sí se mantuvo por largo tiempo; resultaba una ironía que se hubieran hecho grandes gastos para trasladar a Cuba una enorme cantidad de compleja técnica militar y varias decenas de miles de hombres, y sin embargo, casi no había traductores. Por ejemplo, en toda la división coheteril, que llegó a contar con algo menos de diez mil hombres y tenía dislocados los regimientos en las provincias de Pinar del Río y Las Villas, con la jefatura, el Estado Mayor y el almacén central de cargas nucleares en la provincia de La Habana, solo había un traductor en el Estado Mayor, que estaba ubicado en Bejucal, en la antigua Ciudad de los Niños del padre Testé. El 8 de agosto de 1962, la Junta de Jefes de Estados Mayores y el Departamento de Defensa de los Estados Unidos entregaron al Grupo Especial Ampliado (GEA) un documento denominado "Consecuencias de una intervención militar de los Estados Unidos en Cuba", para que se tuviera en cuenta al discutir la adopción de una de las alternativas propuestas por el general Lansdale el 25 de julio. Dos días más tarde el GEA acordó hacer al presidente Kennedy la proposición de aprobar la Variante B Ampliada para tratar de crear las condiciones para una subversión generalizada que provocara la ansiada crisis interna en Cuba, lo que sentaría las bases para una posible agresión militar a la Isla. Esto de la Variante B Ampliada no era más que un truco, pues esa alternativa no contemplaba originalmente la agresión militar directa, por lo que se le agregaba el apellido de "ampliada" con el fin de incluirla, en último caso y si las circunstancias lo aconsejaban. Precisamente ese 10 de agosto, el director de la CIA, John McCone, envió un memorando al presidente Kennedy en el que expresaba su creencia de que los soviéticos desplegarían cohetes balísticos de alcance medio en Cuba. No estaba despistado el señor Director, pues ese mismo día y muy lejos de allí se iniciaban las operaciones de carga del convoy ferroviario que comenzaría el traslado del primer regimiento de la división coheteril, equipada con cohetes de alcance medio e intermedio, que sería enviada a Cuba. La carga a transportar para un solo regimiento coheteril era del orden de las 11 mil toneladas; para rebasificar un regimiento y una base técnica coheteril se requerían 19 convoyes ferroviarios y para su traslado por mar hacían falta cinco barcos mercantes y uno de pasajeros. Cuando las unidades llegaban a sus lugares de ubicación se les planteaban tres misiones fundamentales: puntualizar lo relacionado con el empleo combativo de su armamento, preparar las posiciones para las acciones combativas y construir los campamentos militares. En primer lugar se construyeron las posiciones de lanzamiento y técnicas de los cohetes antiaéreos, los cohetes alados tácticos FKR y los complejos coheteriles costeros "Sopka" en la medida en que llegaban estas unidades. Los grupos coheteriles antiaéreos y los grupos técnicos se instalaban en posiciones temporales desde las que garantizaban la disposición combativa permanente, después se comenzaba la construcción y equipamiento de las posiciones fundamentales, lo que se prolongaba durante 10 o 12 días en cada una e incluía los emplazamientos para las rampas de lanzamiento y los abrigos para las baterías radiotécnicas, los radares de exploración y para el personal. Los regimientos de cohetes FKR se concentraban en una base permanente y preparaban posiciones de lanzamiento en las distintas direcciones de las posibles acciones combativas; el personal de los cohetes costeros también preparaba sus posiciones de lanzamiento. Es necesario señalar que todos estos trabajos se desarrollaban manteniendo en el máximo de tensión las fuerzas físicas y espirituales de los combatientes, trabajando en terrenos rocosos, que eran los predominantes y dificultaban las operaciones, en condiciones de elevada temperatura y humedad y con lluvias frecuentes y copiosas. Simultáneamente se construían las vías de acceso y los caminos internos de los emplazamientos, se abrían trincheras y se tendían cercas de alambre de púas; se prestaba gran atención a la colocación de obstáculos y barreras, y a la organización de la defensa circular de los emplazamientos, pues no se descartaba la posibilidad de tener que luchar contra grupos de saboteadores y de reconocimiento, así como contra los posibles ataques de bandas contrarrevolucionarias. Aunque las unidades de la división coheteril estratégica aún no habían llegado, se trabajaba intensamente en la preparación de sus regiones de emplazamiento, las que habían sido seleccionadas para los tres regimientos de cohetes de alcance medio (CAM) al norte de Santa Cruz de los Pinos-San Cristóbal-Candelaria, provincia de Pinar del Río (dos regimientos), y en Sitiecito-Calabazar de Sagua, provincia de Las Villas (un regimiento), mientras que los dos regimientos de cohetes de alcance intermedio (CAIM) se ubicarían en Guanajay (meseta del Esperón), provincia de Pinar del Río, y Remedios-Zulueta, provincia de Las Villas. Se asignaron equipos de las FAR cubanas con los que se construyeron nuevas vías de acceso a todas las zonas de emplazamiento y se mejoraron los caminos existentes; además, se prestó especial atención al estado de los puentes y alcantarillas, de modo que estuvieran preparados para el paso de los pesados medios técnicos coheteriles. Si no era posible reforzarlos donde hiciera falta, se preparaban vados en sus cercanías, reforzando las cuestas y pavimentando los lechos de las corrientes de agua. También se efectuó un reconocimiento detallado de los puertos y se seleccionaron los de Mariel y Bahía Honda para los regimientos de la región occidental, el de Casilda para los de la región central y el de Matanzas para el estado mayor de la división coheteril y sus unidades de aseguramiento. CAMPAMENTOS Y CONDICIONES De forma simultánea se preparaban los campamentos para el personal. Teniendo en cuenta las propiedades del suelo rocoso y las frecuentes lluvias, lo que dificultaba en extremo la construcción rápida de la cantidad suficiente de refugios soterrados, se decidió acondicionar los campamentos para el periodo inicial utilizando tiendas de campaña fundamentalmente. Aparte de la amenaza militar siempre presente, el entorno físico era verdaderamente hostil. En el periodo inicial los campamentos no tenían comodidades de ninguna clase y eran una mezcla de tiendas de campaña y remolques metálicos y de madera adaptados como vivienda. Resultaba difícil determinar qué cosa era peor. En las tiendas de campaña durante el día el calor era sofocante, aún cuando los toldos laterales estuviesen enrollados hacia arriba; el ambiente en su interior resultaba sencillamente insoportable. Mientras tanto, los remolques se calentaban tanto con el sol que eran inhabitables incluso de noche, cuando había que buscar refugio en algún lugar para protegerse de los enjambres de mosquitos. A esa hora los remolques parecían hornos y en las tiendas de campaña no corría una gota de aire, porque se bajaban los toldos laterales. Además, las copiosas y frecuentes lluvias lo inundaban todo, mojaban las camas, la ropa y demás pertenencias, y hacían intransitables las zonas rurales en que se encontraban los emplazamientos de las unidades. La gente era muy afectada por las altas temperaturas y la elevada humedad, las que provocaban una transpiración tremenda, así como por las picadas de los insectos; además, las matas de guao les ocasionaban llagas en la piel y fiebre si se ponían en contacto con ellas. Por las noches tenían que dormir con mosquiteros para escapar a los mosquitos, pero bajo ellos el calor era infernal, por lo que muchos mojaban las sábanas antes de acostarse, aunque estas se deterioraran con rapidez al igual que las colchonetas, pues eso mejoraba algo la situación durante un rato, mientras trataban de conciliar el sueño. De todos modos, en aquellas condiciones, durante el descanso nocturno el personal no tenía tiempo de restablecer los gastos físicos del día anterior, por lo que el cansancio se iba acumulando. A esto se unía la lejanía de su país y la sensación latente de que los separaba un océano inmenso de los lugares natales, la prohibición de la correspondencia con familiares y amigos, la falta de la prensa periódica y la escasez de información en general, especialmente durante las primeras semanas; la espera del inicio de las acciones combativas en cualquier momento, en un lugar en el que no tendrían a dónde retirarse y estaban prácticamente seguros de que no sobrevivirían. Todo esto unido a los intercambios frecuentes de disparos, no habituales para ellos, y a las explosiones de granadas en zonas cercanas a las unidades, provocados por grupos o bandas contrarrevolucionarios o por confusiones del personal que hacía la guardia, principalmente de noche; pernoctando en campamentos rodeados por alambre de púas y con centinelas por todas partes. Por si eso fuera poco, en muchas unidades era aguda la escasez de agua potable o la de agua en general. Las condiciones de acantonamiento en campaña y las particularidades del clima también se reflejaban en la calidad de la alimentación, en el estado de la salud y en la higiene del personal. Al partir hacia Cuba las unidades fueron abastecidas con productos alimenticios para 45 días; sin embargo, muchos de ellos se deterioraron con rapidez por la influencia de la temperatura y la humedad: los granos y las pastas alimenticias se ponían pegajosos, la carne y el pescado salados eran afectados por el moho, así como el pan; se abofaban las latas de muchas conservas, principalmente de carne, pescado y productos lácteos, la col agria se fermentaba, la mantequilla se derretía y hasta los cigarrillos se deterioraban. Una de las causas del deterioro masivo de productos alimenticios radicaba en que las unidades no contaban con suficientes equipos de refrigeración para conservarlos. A todo lo expuesto hay que agregar que durante las primeras semanas de permanencia de las tropas en Cuba se creó una situación sanitario-epidemiológica desfavorable. Casi todas las unidades fueron afectadas por la disentería, y en casos aislados hasta el 40 o 50 % de los militares pasaron por los hospitales de campaña. La ola de enfermedades pudo ser liquidada mediante el control del estado sanitario existente en las cocinas y comedores, de la calidad de las fuentes de agua y de la higiene personal de los militares. No obstante, independientemente de las circunstancias adversas, el espíritu combativo, la disciplina y la disposición del personal eran muy elevados. El personal trabajaba hasta extenuarse soportando grandes sobrecargas físicas y cumplía sus funciones con calidad, sin que se produjeran manifestaciones de pánico ni estados depresivos. En general se cumplían los cronogramas elaborados para poner las unidades en disposición combativa. (Continuará... ) (*) Teniente coronel (r) y fundador de las Tropas Coheteriles 1 Operación Estratégica "Anadir" ¿Cómo... Ob. Cit. 2 Escalante Font, Fabián: Cuba: la guerra secreta de la... Ob. Cit., p. 220. 3 Shriver, María: Misiles en el... Ob. Cit Entregas anteriores: · Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (VI): La travesía, ¿en qué condiciones? · Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (V) · Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (IV): ¡Manos a la obra! · Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (III): Algunos errores de apreciación · Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (II): Nacimiento y aprobación de la Operación “Anadir” · Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (I): Surge una idea audaz e inesperada GRANMA
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