ALIANA NIEVES QUESADA Es octubre de 1962. Aviones espías estadounidenses toman fotografías en Cuba de las que parecen ser instalaciones soviéticas de misiles nucleares. Durante 18 minutos el presidente norteamericano, John F. Kennedy, se dirige a su país para explicar lo amenazantes que resultan estas armas en poder de la Isla y anuncia la decisión de bloquearla por mar. Al otro lado del mundo, el máximo dirigente de la URSS, Nikita Jruschov, interpreta este acto como una agresión y comunica que no ordenará el desvío de barcos militares soviéticos que se dirigen a puerto cubano. Fue el momento más cercano a una guerra nuclear que ha vivido la humanidad. Durante trece días, el mundo estuvo al borde de una catástrofe sin precedentes, que afortunadamente no llegó a concretarse.
A medio siglo de la Crisis de Octubre, los factores que la provocaron permanecen latentes. Por un lado, el número de armas nucleares en el orbe no ha hecho más que aumentar, y por el otro, la eterna tensión entre Estados Unidos y Rusia, principal heredera de la URSS, se ha incrementado en los últimos meses. Si durante la guerra fría Occidente acusaba a la Unión Soviética de haber levantado una "cortina de hierro" que se extendía por Budapest, Praga, Bucarest, Sofía, Varsovia y el resto de capitales de Europa del Este, hoy es la Casa Blanca quien se preocupa por añadir esa región a su zona de influencia. La instalación de componentes de un escudo antimisiles en naciones como Polonia, Rumanía, Turquía y República Checa por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ha provocado miradas al pasado y muchos han revisitado el concepto de Guerra Fría. Para el presidente ruso, Vladimir Putin, la propia existencia de la alianza bélica es un atavismo de la Guerra Fría y aboga por la transformación de la OTAN en un bloque político. "No está claro para qué existe hoy en día", expresó el mandatario durante una reciente visita a Tayikistán, "la presencia de sistemas ofensivos o de defensa antimisiles cerca de nuestras fronteras (¼ ) crea un peligro real a nuestro territorio. Por supuesto, en tal caso deberíamos construir nuestra política de seguridad de modo que estos peligros sean aminorados", recalcó. El primer ministro ruso, Dmitri Medvedev, al referirse a esta situación, ha alertado sobre el resurgimiento de una carrera armamentista que llegaría a ser muy costosa e inefectiva para ambos gobiernos. Al mismo tiempo, y con una tónica completamente opuesta a la del Gobierno ruso, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, instó a los ministros de Defensa de la alianza bélica a invertir en armamento para la organización, justo en plena crisis económica capitalista. "Necesitamos un gasto inteligente y suficiente. Sé que la prioridad en muchos países es cuadrar los presupuestos, pero también tenemos que preparar el terreno para cuando nuestras economías mejoren", señaló Rasmussen en una reunión de titulares de Defensa del bloque, y agregó, como si de una campaña publicitaria se tratase: "La seguridad es base para la prosperidad, no la pongan en riesgo, mantengan el gasto militar". Y es que, según fuentes de la propia organización, el gasto militar estadounidense representó en el 2011 el 77 % del total de la coalición. De recuperación económica a través de la inversión armamentista saben mucho los estadounidenses. Tras la II Guerra Mundial, la economía norteamericana se encontraba en un periodo de profundo estancamiento y el comercio de municiones y armamento le aportó gran fluidez. El entendimiento entre los dos polos parece tan poco probable como mezclar el trepak, baile ruso que exige gigantescas dosis de fuerza, con notas del melancólico blues estadounidense. Recientemente, Rusia descartó la cooperación con la OTAN dentro del Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa, del cual se escindió en el 2007 debido a la renuencia de los miembros del bloque a ratificar su versión actualizada. Otro acuerdo que parece nunca poder llevarse a la práctica es el de "reinicio" de las relaciones entre la Casa Blanca y el Kremlin, más conocido como Reset. El especialista estadounidense Tomas Graham, de la Asociación Kissinger, declaró a la emisora La Voz de Rusia que son demasiadas las diferencias políticas entre un país y el otro. "Siempre hemos tenido discrepancias en cuanto a las cuestiones de derechos humanos, el sistema de defensa antimisiles, y ahora sobre Siria. El así llamado reinicio de relaciones ni siquiera ha comenzado", señaló. Esta confrontación ha llegado hasta las campañas presidenciales norteamericanas. Mientras el candidato republicano, Mitt Romney, promete menos flexibilidad y más dureza en las relaciones con Moscú, el actual presidente, Barack Obama, pide tiempo a Rusia, y asegura que, de vencer en los próximos comicios, tendrá más espacio para actuar, sobre todo en relación con el sistema de defensa antimisiles. Tras la Crisis de Octubre quedó claro que una guerra nuclear es posible, pero también evitable. La única salida de este peligro sería la eliminación total de las armas atómicas, un proceso que no está exento de riesgo, pero que evitaría repetir los escalofriantes momentos de 50 años atrás. En 1962, el mundo escapó con suerte, mejor ni pensar en una próxima vez. GRANMA
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