DILBERT REYES RODRÍGUEZ Tan fértil es la obra humana del Apóstol, que ningún paraje relacionado con su vida puede, por respeto, dar ni una mínima seña de algo estéril. Por eso Dos Ríos ha venido renaciendo como el monte fecundo que fue una vez; el del júcaro, el caguairán y la majagua, admirados y anotados por José Martí en su Diario de Campaña. Este paraje del municipio granmense de Jiguaní ya no es, ni por asomo, la zona desértica que en el año del centenario de la caída en combate del Héroe Nacional, Fidel les señaló a los lugareños como algo inconsecuente al homenaje eterno que los cubanos debemos al Maestro. Desde entonces, Jiguaní no dejó de ser un municipio muy seco, pero Dos Ríos sí la tierra despoblada y expuesta, y hoy es casi toda un bosque donde se puede caminar casi siempre a la sombra; mientras el río Contramaestre, antes descubierto totalmente en las riberas, hay que adivinarle el agua entre el follaje tupido. Más de 150 hectáreas de árboles, atendidas por cinco familias de finqueros forestales, cubren los derredores del monumento que marca exactamente el lugar donde cayó Martí, "de cara al sol". La entrada, desde la carretera a San Germán, Holguín, ya anuncia el sitio con extensos flancos de algarrobos, caobas, palmas reales, majaguas, tecas, yarúas...
Una vez en la plaza, bordeando el memorial, es preciso preguntar por Artemio, como conocen todos a Francisco Álvarez, quien junto a su esposa Dignora Machado, fundaron el programa de repoblación forestal de la histórica localidad, y fueron punto de partida y ejemplo para el rescate extensivo de la cuenca del Cauto. "Vivía en una zona mala para criar y sembrar, cuando me propusieron lo de la finca. No era especialista en árboles, pero siempre fui guajiro, casi lo mismo, y en poco tiempo ya las 30 hectáreas fueron otra cosa, por lo menos no el peladero que eran", dice Artemio. "El hecho de que hoy todo esté cubierto, no significa menos trabajo. Siempre hay que chapear, abrir trochas, hacer cárcavas de protección en el río, y ahora mismo estamos ‘batíos’ para aumentar la población de maderas preciosas y de frutales." Aunque cada familia tiene su finca, Artemio habla en plural porque laboran en grupo, y esa es la clave de que no haya ocurrido nunca un incendio. "Tremendo rollo se busca con nosotros quien prenda un fuego en el área, o se meta a picar un palo", afirmó, autoritario. Pero la voz se le amansa cuando rememora la visita de Raúl y Almeida a su casa, el 15 de marzo del 2000. "Me cogieron de sorpresa. Ya esto estaba poblado e iba con buen paso. Desde entonces, la finca avanzó más rápido y mejor". El tono no le cambió cuando giró sobre la cercanía con la historia y Martí. "Estoy orgulloso. Raúl me recalcó la importancia de vivir y trabajar en este lugar, y yo siento esa fuerza y responsabilidad". Antonio González, director del Servicio Estatal Forestal en Granma, destacó que la finca de Artemio es ejemplo entre las 303 de toda la provincia, las cuales aumentarán en 40 este año y planean llegar a 532 en el 2015. "Esta modalidad ha decidido los resultados favorables de Granma, que tiene reforestado ya el 22,5 % de su extensión territorial y aspira a tener el 26 en cuatro años", precisó Antonio. Aun así, muchas reservas para el beneficio estatal y familiar quedan por revisar y explotar mejor en esta forma productiva. Por ejemplo, nadie le paga a Artemio por un apiario instalado en su finca, ni por la leña que cortaron hace poco y se llevaron. Ojalá las perspectivas de la madera preciosa y los frutales le abran caminos para remunerar mejor tanto esfuerzo y resultados. Mientras, los árboles multiplicados crecen robustos, y este 19 de mayo Cuba volvió a Dos Ríos a recordar a Martí, a confirmarle que su espíritu y legado viven en la cotidianidad de cada cubano, en cada obra nueva y buena del hombre libre que soñó, y hasta en la vitalidad del monte natural que también reverencia su memoria. GRANMA
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April 2016
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