55 años de los hechos del Goicuría
Ventura de Jesús Una fotografía que circuló en la prensa de mediados de los años 50, mostraba al sanguinario Pilar García sonriendo eufórico mientras observaba el desenlace de la masacre. Delante de su vista, casi a sus pies, los cuerpos inertes y acribillados de varios jóvenes constituían la mejor prueba de la crueldad de aquel esbirro. Esa y otras imágenes gráficas en la que figuraban los cadáveres tendidos en el patio del cuartel hablaban de las apetencias criminales y, sobre todo, de la espuria filosofía de García: ni heridos ni prisioneros, explícita orden de matar para una jauría ebria de sangre. El infausto domingo 29 de abril de 1956, casi tres años después de los asaltos a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Céspedes, de Bayamo, 55 jóvenes dirigidos por Reynold García decidieron atacar y tomar por asalto el cuartel Domingo Goicuría, sede del regimiento número 4 del Ejército en Matanzas, al mando del coronel Pilar García, la hiena con nombre de mujer. Sin establecer a ciencia cierta si fue consecuencia de una delación o un repentino accidente que alertó a los soldados del fortín, los revolucionarios que viajaban en el primer camión, apenas se asomaron al bastión militar, fueron baleados. Uno de los primeros en caer fue Reynold García. El resto de los asaltantes ni siquiera pudo penetrar en el cuartel. Desarticulado el factor sorpresa, la valerosa y temeraria acción se frustró. Fueron brutalmente masacrados por los esbirros, algunos de ellos después de este hecho. Arrancarle las armas al enemigo e incorporarse a la lucha insurreccional era el propósito de esta generación de cubanos, la inmensa mayoría procedente de las filas de la Organización Auténtica (OA) y hastiada del régimen de facto instaurado en 1952. Reynold García y los combatientes que le seguían desoyeron quizás el lógico razonamiento de que una acción de esa naturaleza, en un territorio tan próximo a la capital del país, era sumamente arriesgada. En todo caso, el optimismo de acelerar el fin de la dictadura los hizo empeñarse en la idea y jugaron la que consideraron como única carta: la lucha armada. Pese al intento fallido el suceso conmovió al país. El pueblo reconoció la heroicidad de los combatientes y repudió una vez más la criminalidad de la dictadura. Como recogen los historiadores, la muerte de estos jóvenes no fue en vano. Las nuevas generaciones tienen una oportunidad singular de servirse del espíritu y los principios de esos revolucionarios que consiguieron plasmar, a costa de su vida, el sentimiento patriótico de un pueblo. Aquellos combatientes de existencia fugaz resumen el odio profundo hacia el régimen imperante y la indignación popular, en una época marcada por el crimen y la servidumbre del dictador Batista al gobierno norteamericano. Eran jóvenes, conscientes de que tarde o temprano Cuba sería libre e independiente. Y así fue. Apenas tres años después de la gesta, las tropas rebeldes, al mando de Fidel, consiguieron la libertad soñada por aquellos y otros tantos cubanos a lo largo de muchos años. El Goicuría, como todos le llaman aquí, es hoy la sede de una escuela primaria y centro de secundarias básicas urbanas. En 1960, al convertirlo en Centro Escolar Mártires del Goicuría, Fidel les explicó a los niños matriculados: "En un solo año la Revolución ha tenido que establecer 10 000 escuelas. Calculen ustedes cuántos cientos de miles de niños se iban a quedar sin saber leer ni escribir si la Revolución no triunfa, sin los sacrificios que se hicieron para hacer triunfar la Revolución". GRANMA
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