Entrevista al hoy coronel de la reserva Claudio Rey Moriña, uno de los pilotos de la fuerza aérea de la tiranía participante en los sucesos del 5 de Septiembre de 1957 en Cienfuegos Foto: Silvia Diéguez ORFILIO PELÁEZ La precaria situación económica de su familia y el atractivo que le despertaba el uniforme de cadete de un conocido del barrio, motivaron al joven Claudio Rey Moriña a presentarse a una convocatoria para estudiar Aviación militar en el año 1948. Luego de prepararse intensamente durante varias semanas con un profesor que terminó viniendo todos los días a su casa sin cobrar nada, aprobó los contenidos teóricos exigidos con la máxima calificación, y el correspondiente examen físico. Así integró al grupo de los 16 muchachos ganadores de las plazas en concurso, de un total de novecientos que optaron por ellas. Con notas sobresalientes venció el curso de dos años, y en 1950 se graduó como segundo teniente piloto aviador. Enseguida pasó a prestar servicio en la entonces Fuerza Aérea de Cuba (FAEC). CONTRA BATISTA Al ocurrir el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, Claudio Rey rechaza la asonada militar encabezada por Fulgencio Batista y dentro de las filas de la FAEC, empieza a conspirar contra el régimen de facto. Entrañable amigo de José Luis Tasende desde la infancia, Claudio sintió un profundo dolor al enterarse de que este había sido vilmente asesinado tras el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, luego de ser fotografiado con vida. "Yo pude ver en la fortaleza de Columbia esa imborrable imagen de Tasende herido en una pierna, sentado en un rincón, pues el ejército estimó inicialmente que se trataba de uno de los defensores del Moncada, y la pusieron en un mural de honor, junto a la de otros soldados del régimen". Pero cuando dan a conocer la lista de los asaltantes muertos en combate, el nombre de José Luis aparece entre ellos. Aquel crimen reafirmó en mí la convicción de derrocar al tirano al precio que fuera necesario, aseveró Rey Moriña. LOS SUCESOS DEL 5 DE SEPTIEMBRE En el plan de acción que desencadenó el levantamiento del 5 de Septiembre de 1957 en Cienfuegos, estaba comprometida la participación de un grupo de pilotos de la FAEC, fundamentalmente integrantes del Escuadrón de Persecución, que operaban aviones F-47. La misión asignada, recuerda Claudio, era esperar por el inicio de las operaciones que estaría marcado por los cañonazos que dispararían las naves de la Marina de Guerra sublevadas. Una vez sucedido esto, tomarían vuelo para presionar sobre el Campamento de Columbia, La Cabaña, y el Palacio Presidencial. Si era necesario, atacarían tales objetivos. Sin embargo, un grupo de altos oficiales de ese cuerpo armado sumado a la conspiración decide a última hora postergar la fecha de la sublevación, y esa información no llega a nosotros, puntualiza. Inquietos por la demora en la ocurrencia de la esperada señal, al amanecer del día 5 reciben la noticia del alzamiento de los marinos en la cienfueguera base naval de Cayo Loco. La jefatura de la Fuerza Aérea ordena entonces preparar una escuadrilla de F-47 para atacar el lugar. Antes de despegar, los cuatro pilotos que tripularían aquellos aviones (Rolando Cossío Soto, Álvaro Prendes, Martín Klein y Claudio Rey) se reúnen y por iniciativa de este último, deciden no cumplir la misión para evitar un genocidio, dado el alto poder de fuego existente en las mencionadas naves. Cerca de las dos y media de la tarde sobrevolamos la sureña ciudad; y cumpliendo lo acordado, lanzamos las bombas en el mar con el propósito de que explotaran allí. Acto seguido descargamos las ametralladoras calibre 50 en ese propio destino, precisa Claudio. La tranquilidad de haber evitado la pérdida de muchas vidas, compensaba cualquier represalia que la dictadura pudiera tomar después contra nosotros, resaltó. Un grave error cometido por Álvaro Prendes al dejar huellas en su avión de que había tirado las bombas en salva (así no explotaban), confirmó a los peritos la intencionalidad de los pilotos de no haber hecho blanco a propósito en las instalaciones de Cayo Loco. Junto a los restantes complotados, Claudio Rey Moriña fue juzgado y condenado a prisión el 10 de octubre del propio 1957. Permaneció en la cárcel de Isla de Pinos, hasta el triunfo revolucionario del Primero de Enero de 1959. A los pocos días de ser liberado recibió la encomienda de viajar en el avión presidencial hacia Santiago de Cuba, con el objetivo de trasladar hacia la capital a los integrantes del gobierno provisional conformado. Como revela a Granma, su mayor orgullo es haber sido piloto personal del Comandante en Jefe Fidel Castro por casi treinta años. "Fue una responsabilidad muy grande, pues tenía que garantizar su seguridad en el aire bajo cualquier circunstancia. Ver de cerca la grandeza de Fidel ha sido un privilegio que me deparó el destino". GRANMA
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